Encantus. Alas condenadas (libro 4)

Capítulo 7: Guardia real

Capítulo 7: 
Guardia real 
 

 

La sala del trono es amplia y con un balcón exuberante en flores, la mayoría de ella en tonalidades amarillas, entrelazadas desde el exterior trepando por las paredes y parte del techo. Nunca había visto tanta naturaleza rebozar de vida en la corte de verano. Una corte sin su rey o reina, decae, no de inmediato, pero si es un proceso progresivo. Una razón más de peso para que las puertas sean reestructuradas, la única corte sin su rey en estos momentos es invierno, aun cuando se cuenta con Cristian para suplantar a su hermano hay algo que él no puede hacer, y es controlar el invierno, tan sencillo como eso.

El trono en sí, es un araguaney que ha doblegado su tronco hasta dar una forma cómoda para que la reina tome asiento, sus ramas se extiende hasta el techo cubriendo casi todo en su totalidad, entrelazadas ramas cubiertas de hojas verdes y pequeñas flores amarillas. Es una belleza que no estaba mientras el lugar pertenecía a la hermandad, nada que fuera la maldad crecía dentro o fuera del castillo. La nueva reina trajo a la vida a la corte de verano.

Mafer permanece postrada en el tronco, se le ve cansada y fastidiada. La política de las cortes siempre es aburrida, y ella está acostumbrada a estar siempre en medio del peligro, con una vida agitada de problemas por resolver por su propia mano, no a través de otros, muchos menos dirigiendo a otros.

Ella es una reina fuera de lo común. A su derecha se encuentra su padre Mauricio, el antiguo rey, regio y en una postura dominante. Ataviado en un traje formal, en una combinación de colores cálidos. A su izquierda, Salvador, muy sonriente y casi accesible, su vestimenta muy parecida a la del antiguo rey. Dos hombres que en su momento mantuvieron a la corte en su máximo esplendor hasta que la traición derrumbara su reinado. Ahora son dos pilares fundamentales en la nueva era de verano, de una nueva reina.

Del resto, unas siete hadas entre hombre y mujeres que seguro son parte del consejo de la reina. Un grupo selectivo para debatir decisiones importantes, como lo soy yo en estos momentos.

Cristian decidió escabullirse con la excusa de que enviara a alguien para avisarle a Suri los planes para mañana.

—Bienvenida a la corte de verano, Yira —anuncia Salvador, oficializando mi llegada a la corte.

—Gracias —murmuro.

Intento mantener mis manos en un solo sitio, para evitar que mis nervios sean tan obvios. Sé que no se han reunido para juzgarme, si así fuera Mafer no hubiera ido a buscarme a la corte oscura, igual me hace sentir intranquila la posición en que me pondrá el concejo de hora en adelante, mientras permanezca en verano.

—Hemos discutido la posición que tomarás en la corte a partir de hoy —comunica Mauricio. La reina tiene un brazo hincado sobre una de las ramas, y con el peso de su rostro en la mano. Nos miramos por un momento y puedo percibir la urgencia que tiene porque esta pequeña reunión se dé por concluida. —Puesto que la corte oscura te ha repudiado y seguramente intentarán encarcelarte de nuevo. Verano te ofrece una posición que te mantendrá a salvo de la ira de Zulay.

Mafer asiente. Espero impaciente por conocer mis obligaciones para con la corte.

—Serás el guardia principal de la reina de verano. Lo que implica, principalmente, evitar que se meta en todos los problemas que estoy seguro ella misma se va a buscar.

Me reiría, pero no creo que sea correcto.

—No, no. Momento. Que algo quede claro. —Dice Mafer erguida en su trono. —Yo no me busco los problemas, ellos me encuentran a mí.

Aprieto los labios para no reír. Es increíble que ella esté haciendo un comentario tan impropio de una reina delante de sus consejeros. En definitiva, hay cosas que no cambian.

—Lo que se quiere, es que la reina permanezca la mayor parte del tiempo en la corte, no persiguiendo fantasmas por todo Encantus. Sabemos lo imprescindible de que Idris aparezca, pero la reina no se involucrara a menos que sea estrictamente necesario —explica Salvador dándole una mirada autoritaria a la reina.

—Estoy de acuerdo —se obliga Mafer a decir. —No me gusta que me limiten, pero lo acepto.

—Es lo mínimo que espero de ti, puesto que a mí no me gusta esta decisión y la he aceptado —replica Mauricio en un tono bajo, igual lo he escuchado. —Yira, eres un hada de la guardia real desde ahora, si así lo quieres.

—Sí, por supuesto que sí.

—Muy bien —se levanta Mafer—. Eso quiere decir que podemos retirarnos.

—Sí, ya todos pueden retirarse… —dice Mauricio. La reina baja los tres peldaños de su trono—… menos Yira. Salvador y yo tenemos que conversar con ella.

El resto de consejeros comienzan a abandonar la sala. Me mantengo en mi sitio, incapaz de moverme, con temor de hacer algo incorrecto y que los pocos privilegios que me han dado me sean arrebatados.

—No intenten ponerla en mi contra —dice Mafer pasando a mi lado, me guiña el ojo.

Nadie hace ningún comentario hasta que la sala que da completamente despejada. Ya Cris me puso sobre aviso, ellos quieren Mafer sepa muy poco de cómo se realiza la búsqueda de Idris y, aun así, los nervios se agitan en mi estómago.

—Sé que Mafer te pidió que te encargaras de encontrar a Idris, ¿qué has conseguido? —inquiere Mauricio.

Trago en seco. No estoy segura de que tanto deba decirles, obvio tengo que comunicarles lo que he hecho hasta ahora…

—Yira, puedes confiar en nosotros —dice Salvador—. Dinos que tan cerca estas de ella y nosotros te facilitaremos algunos datos que hemos hallado.

Confiar ciegamente no es algo que se me dé muy bien.

—Pues digan ustedes primero que es lo que saben.

Mauricio asiente, pero es Salvador quien toma la palabra.

—Hay un lugar en Encantus al que nadie tiene acceso, es un valle…




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