Encantus. Alas condenadas (libro 4)

Capítulo 10: ¿Quién soy?

Capítulo 10:

¿Quién soy?

 

Estoy casi segura de que todo fue un sueño, no hay otra explicación para mí que eso. Un sueño extraño y bastante agradable, porque me sentí tan bien en ese mundo boscoso dentro de la montaña. Ahora la pregunta es, ¿cómo regresamos? ¿En qué momento?

Desperté hace unos minutos y me di cuenta de que estoy en la habitación que me fue asignada en la corte de verano. La sensación de haber tenido un sueño vivido me envolvió como una manta, así que cierro los ojos para intentar estar allí de nuevo, en ese maravilloso lugar. Retomar el sueño de ser posible, por más que lo intente no lo consigo.

—¿Te haces la dormida? —la voz de Mafer es demandante. Hace pocos minutos ella no estaba en la habitación, el hada de fuego es silenciosa… Ah, cierto que cada vez es más fácil para ella materializarse en un sitio a su conveniencia. Algo le molesta, y puedo jurar que estoy involucrada.

Abro los ojos, se encuentra parada y de brazos cruzados al pie de mi cama. Un emblemático vestido en un tono rojizo resalta su mirada, y acaricia su silueta. Un vestido a medida. Se ve regia y hermosa. Además de bastante molesta.

—Sí, eso intentaba —me cubro el rostro con el brazo. De esa manera evito encuentra encontrarme con su dura mirada, además que será más fácil mentir si sus preguntan van dirigidas a la búsqueda de Idris. La existencia de los Duant sigue siendo confidencial, Mafer no necesita distracciones. Es una reina con obligaciones a las que se está adaptando, y bueno di mi palabra de mantener la boca cerrada, el mayor tiempo posible. —Sabes, se toca la puerta antes de entrar.

—No tuve que usarla —replica ella.

—Es de mala educación y eres una reina, tienes que poner el ejemplo.

—¿Cómo se le llama mentirme a tus amigos?

Uf, golpe bajo. Nunca tuve muchos amigos y ahora parece que tengo demasiados.

—¿Mentir? Estoy segura de no haber mentido —la escucho chasquear la lengua. —Quizás ocultar una que otra información, pero eso no es mentir.

—Tú si me vas a decir lo que está pasando —dice, dejando claro que no espera un no o excusa en respuesta. ¿En qué estado habré regresado? Es obvio que ni Suri, ni Cris han hecho comentario alguno sobre lo que me ocurrió en el valle.

—¿Qué pasó? —despabilo y me siento. En ocasiones es mejor fingir demencia.

Una de sus cejas se arquea casi llegando al nacimiento de su cabello. Es un poco exagerado, pero ¡Caray! Eso es arquear una ceja. Y obvio, está muy molesta.

—Yira, no te hagas la desentendida. Que sabes muy bien qué te estoy preguntando.

Pues sí, me imagino hacia donde quiere llegar.

—En realidad no.

—¿A no? —niego manteniendo mi fachada de seguridad. Ella da dos pasos a la derecha y luego a la izquierda, y se detiene para dar una dura mirada. —Entonces, explícame por qué llegaste embarrada en lodo y… qué es eso que tienes en el brazo.

—¿Qué cosa? ¿Cuál brazo? —salgo de las sábanas e inspeccionó mis brazos. En mi sueño algo apareció en mi brazo, ya ni recuerdo en cuál, y presiento, era un árbol. Estoy completamente segura que era un sueño, seguro hablo dormida y…

Mafer descruza sus brazos y alcanza los míos antes de que pueda cerciorarme de que en efecto, lo que ella dice no es real porque fue solo un sueño.

—Este brazo —alza el izquierdo y lo voltea para que mire.

No, no. No puede ser real. Está ahí, el árbol. Eso quiere decir que lo que creo era un sueño fue real. Todo el viaje a través de la montaña, cada sensación que despertó en mi piel y había alguien más, antes de que quedará inconsciente había una muchacha extraña.

—¿Cómo llego eso ahí? —pregunto asombrada y asustada por la realidad que dicta mi mente.

—Es lo que quiero que me expliques —insiste ella.

—Yo… no estoy muy segura.

Nos miramos fijamente por unos segundos, mientras ella intenta encontrar algún fallo en mi mirada, yo intento organizar mis ideas. Hasta cierto punto estoy segura de que fue real, el ataque de la bruja, luego el Duant, el lodo y el sendero de árboles. Lo que me parece un sueño es el interior de esa montaña y todo lo que según yo supuestamente ocurrió.

—Ni Cristian, ni Suri han querido decirme nada de lo que sucedió. Ni dónde estuvieron. Pareces confundida, y aun así sabes dónde fueron. Así que dime, Yira, ¿dónde estuvieron?

La respuesta se balancea en la punta de mi lengua, es difícil evadir la ardiente aura que exuda su piel. Los reyes de cortes siempre son de temer, llevan el peso de la corte en todo sentido, en sí mismos. Mafer es fuego, y ya tuvimos nuestra experiencia con ese elemento tan cálido, es un tema superado y todo, pero aprendí a no jugar con fuego. El sonido de la puerta es mi campana de salvación. Casi, salvada.

—Ah, creo que mejor vuelvo en otro momento —dice Cristian cerrando la puerta. Estoy segura de que Suri está justo detrás de él.

—Cristian. Suri. Más vale que entren —el tono regio de la reina hace que él no termine de cerrar la puerta. Por más que quiera huir de esta conversación no lo hará, el respeto que le tiene a su hermana mayor lo hace entrar a la habitación y enfrentar la situación. Suri entra después.

Mis dos cómplices mantienen su distancia prudencial. Hermana mayor y amiga enfurecida por ocultamiento de información, es algo así como maneje con cuidado, demasiadas curvas en la vía.

—¿Cómo sigues Yira? —pregunta Suri, evade la mirada de Mafer.

Parece que todos tuvimos la misma idea, evadir los dorados y fulminantes ojos de la reina.

—Podría estar mejor.

—¿Ah sí? —inquiere Mafer ligeramente ofendida. No somos capaces de responder. Cualquier respuesta podría ser contraproducente. —Quiero saber, ¿dónde estuvieron? ¿Qué les pasó? ¿Y cómo es que Yira tiene un aura de poder sumamente extraña?




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