Encantus. Alas condenadas (libro 4)

Capítulo 15: Magia de una heredera

Capítulo 15:

Magia de una heredera

 

No puedo moverme entre las sombras como el príncipe Gerald, es una habilidad muy práctica, una pena que no esté en mi repertorio, con lo útil que sería ahora. Los pasillos del castillo invadido por la guardia de la corte oscura, lo que es normal dado lo ocurrido. Lo que está fuera de lugar son las pequeñas aglomeraciones de los guerreros de las otras cortes, parece un mercado donde todos hablan a la vez.

—¿Alguien tiene idea de cómo lo hizo?

—Supiste que, según, es la hija de un rey.

—¿Cómo deberíamos tratarla? Ella fue desterrada.

Soy la comidilla de Encantus. No me gusta, hay más en que preocuparse que mi persona. La reina oscura, por ejemplo, desconozco cómo se encuentra. Intento escabullirme hacia las escaleras que dan al piso de los aposentos de la familia real.

Una vez culminada la reunión con los selváticos quise ir de inmediato a ver a Zulay, asegurarme de que esté bien. Luz no me lo permitió, puesto que yo misma también requiero de cuidados y descanso luego de haber sido tan… ¿Cuál fue la palabra que uso? Ah, sí. Negligente. Se aseguró de acompañarme hasta la habitación que me fue asignada, me hubiera negado, pero mi cuerpo si necesitaba de un par de horas más de sueño. Y, ya había causado suficiente alboroto para que las hadas tengan de que hablar durante los próximos meses, como para que mi salud se vea involucrada.

Lo que necesito es alcanzar las escaleras, sin ser vista. Evadir a toda costa las preguntas incómodas. No estoy segura de que los elfos oscuros me permitan subir, aunque, ninguno ha intentado detenerme hasta ahora.

Los dos guardias que custodian las escaleras se hacen a un lado, alguien viene. Me pego más contra el rincón, la poca iluminación juega a mi favor.

Quien sea que baje las escaleras debe ser alguien insoportable para no querer cruzarte con él, los otros guerreros despejan el pasillo de inmediato.

Romina y su madre son los causantes de que la mayoría huyera, puedo imaginar las ínfulas de realeza en ambas, con los regentes de la corte ausentes, Romina tiene el título oficial de prometida del príncipe Gerald. Una posición importante si algo malo llegará a pasar.

Raquel, su madre, parece que tuviera una vara sujeta a su espalda y cuello manteniéndola en un andar erguido y forzado, el andar de una mujer de poder no fluye con naturalidad.

—¿Se han retirado ya las cortes? —el tono de Romina es vivaz, una imitación no tan buena de Zulay. Si ella se mostrará como realmente es, dejando ver su carácter no pareciera una copia barata, una imitación vergonzosa.

Su madre se pasea con una mirada despectiva delante de los dos guerreros visibles, otros, deben estar aprovechando los espacios de poca luz para evitarlas, al igual que yo.

—Las cortes otoño, primavera y verano, esperan a que mi reina pueda…

—No necesitamos de ellos. —Ruge Romina, su mirada encrespada de ira. Se toma su papel de sustituta de la reina, muy en serio. —Te ordeno que los saques de la corte de inmediato.

Ninguno de los guardias se mueve.

—¿Qué esperan para obedecer a mi hija? Ella algún día será su reina…

—¿Algún día? —salgo al pasillo donde la luz pueda revelar mi presencia. Romina da vuelta, una mirada desafiante que requiere de más práctica, si ella pretende hacer que alguien se paralice intimidado, tiene que hacer más que mirar como si quisiera matarte. —¿De verdad crees llegar a ser reina? Lo dudo. Gerald preferiría mil veces quedarse con los humanos que casarse contigo.

—Niña insolente —replica su madre. Agita una de sus manos delante de los dos elfos. —Sáquenla, de aquí, fue repudiada de la corte oscura. ¡Vamos, muévanse!

—¿Dónde está su lealtad para con la reina? Ella dio órdenes —Romina se escucha desesperada. Sus manos en puños, seguro sus uñas hincan la piel. Al darse cuenta de que su altanería no causa ningún efecto en los elfos, da media vuelta, doy cuatro pasos hacia adelante, si extiendo el brazo puedo tocarla. —Tu lugar, Yira, es a los pies de la reina de verano. Arrastrándote detrás de ella. No inmiscuyéndote en asunto de la corte oscura, a la que ya no perteneces.

Lo admito, eso dolió.

—Ya que sabes cuál es mi lugar, y desconoces el tuyo, te lo voy a aclarar. —Ella frunce las cejas, contrariada. —Eres la prometida oficial de Gerald. —Mueve sus hombros y estira el cuello, complacida. Si sigue así, el golpe al caer de la nube será duro, muy duro. —Un compromiso que puede disolverse con la misma facilidad con la que él… ¡Oh! ¡Cierto! ¡Él ni siquiera asistió al compromiso! Y, por si lo has olvidado, pareces tener mala memoria, ¡él prefirió entregarse a la hermandad que a ti en matrimonio! Eso te hace ser, la novia que fue plantada en esta corte, y la única corona que portas es la del fracaso.

Su papel de reina orgullosa cae como las hojas en otoño. Su labio tiembla, la impotencia humedece sus pestañas. Con dignidad gira y huye hacia el otro pasillo.

—No te permito que humilles a mi hija —Raquel levanta la mano y la veo venir hacia mi mejilla, atrapo su mano antes de que pueda tocar mi cara.

Forcejea para soltarse, no la suelto.




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