Encantus. Alas condenadas (libro 4)

Epilogo

Epilogo

 

Mi perspectiva de Encantus dio un giro de ciento ochenta grados, y es, abrumador.

Cada rincón es un firme hilo que nos entrelaza a todos. Encantus es una red de magia, cada rey tiene una conexión especial con su corte, en cambio, yo estoy atada a todas. La fuerza de la naturaleza es tan pura, y desde que Maritza derramó la primera gota de sangre se ha ido manchando, debilitando.

Cada corte tiene su pequeña mancha de maldad, sin embargo, la más preocupante es la corte oscura, el eslabón más débil, a pesar de mis intentos para sostenerla, es justo eso lo que conseguí, apenas sostenerla.

Zulay se encuentra en la cuerda floja, ella no lo dirá y yo tampoco. Todos la ven fuerte, indestructible, la realidad, dudo que soporte otro golpe de la hermandad. Y la falta de sus dos herederos, los pone en jaque. Gerald está lejos, y sus aspiraciones se encuentran lejos de sus obligaciones como príncipe, y Susej, está más cerca de ser humano que de ser reina.

—Sé que prometí no preguntar —dice Mafer. La tela del vestido abrasa sus curvas y se abre como una cola de sirena desde la altura de las rodillas, el tono granate es precioso. Después de nuestra experiencia en la corte oscura, Mafer transmite el poder del fuego con cada respiro, cada paso firme, cada dorada mirada, como si algo en ella se hubiera amplificado. Se ve radiante y poderosa. —de hecho, no es nada referente a ti. ¿Se puede saber por qué la preocupación?

—No tengo cara de estar preocupada —replico, no puede ser que me note tanto.

—Podrás engañar al resto, no a mí. Así que, suéltalo.

El jardín de la corte se encuentra extrañamente solitario. Obra de Mauricio, dada la imperiosa necesidad de curiosear sobre mis orígenes, el consejo de la corte de verano se ha encargado de mi seguridad.

Mi nombre en boca de todos. Los rumores de un nuevo heredero circulan por todas las cortes, ya no es un mito, una historia, es una realidad.

Mi realidad.

Los eventos en la corte oscura no se pueden desmentir, demasiados testigos. La desesperación por mantener la chispa de magia viva, impidió que fuera precavida. Ahora todo se ha resumido a evadir las preguntas que no puedo ni quiero responder. Eso incluye a Mafer.

Quedamos en que todas sus preguntas serían respondidas una vez que regrese, por cierto, Luz me dio tres días para ir a ellos en mis términos, de lo contrario, es posible que mueva a sus guerreros y sea obligada a presentarme en el valle. El plazo se vence hoy.

—La corte oscura se vuelve cada vez más obscura.

—¿No siempre han sido así? Todos son muy fieles a los tonos oscuros.

Niego.

—Si ocurre un nuevo ataque, los perderemos. Eso no puede suceder, Mafer.

Ella se detiene, manos en las caderas y cejas alzadas. La gravedad de mis palabras traspasa su rostro. El arco de sus cejas decae. Lleva sus manos al frente y acaricia las muñecas.

—Entonces… Zulay no está tan bien como nos hace creer —reflexiona sobre los últimos dos días.

La reina oscura, una hora después de que abandonáramos, se presentó ante todos, exponiendo una buena parte de su poder, demostrando que sigue siendo la soberana y echando a los foráneos.

Primavera y otoño, fueron los primeros en abandonar la corte oscura, luego fuimos nosotros. Para el resto, el peligro fue un susto que dejo un mal sabor de boca.

—Una reina no puede mostrarse débil, si hubiera alguien con ínfulas de escalar hacia el trono este sería el mejor momento para tomarlo. —Nunca se sabe quién pueda estar esperando un segundo de debilidad. —Lo que puede ocasionar un desequilibrio para el resto. Un trono no puede ser tomado a la fuerza.

Hasta donde sé, cada corte ha tenido el rey que es digno de portar su magia. Nunca, alguien que se autoproclame… no obstante, eso explicaría como llego Agadria a ser u condenado. En algún momento ella tuvo que haberse hecho con el poder de la corte oscura.

—Lo sé. Lo sé. El problema es, ¿cómo movernos alrededor de la corte oscura sin que su reina se dé cuenta? Ella es muy orgullosa, y no aceptará la ayuda, menos viniendo de mí.

—Ingéniatelas.

—Un problema más para la cesta, es como tener una colección.

—Por lo menos coleccionas algo.

Ambas sonreímos con complicidad, los problemas parecen ser la base de nuestra amistad.

—Por mi parte veré si puedo hacer que Luz mueva algunos de sus guerreros.

Los selváticos se retiraron, como si nunca hubieran luchado a nuestro lado. Han dejado bastante claro que prefieren seguir ocultos en el valle, que involucrarse con el resto de las cortes.

—Suerte con eso.

—Ser la heredera debe ser de utilidad, además de usar delicados vestidos.

Mafer me da una crítica mirada. El vestido que llegó ayer por la mañana es de seda, en un tono verde bosque que hace equilibrio con mis ojos. La tela se ajusta a mi torso, drapea sobre mi hombro derecho y cae como una pequeña capa a mi espalda. La falda tiene una abertura en la pierna que alcanza mi muslo. A cada paso me aseguro de cubrir el exceso de piel expuesta moviendo la tela.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.