Encantus. Alas de fuego (libro 3)

Capítulo 6: Visita inesperada

Capítulo 6:

Visita inesperada

 

No pude dormir en toda la noche, mi mente estuvo ocupada recordando los ojos de esa chica en medio del bosque, el extraño ataque al colegio por esas criaturas, y mi madre. Ella estaba allí, es la prueba de que la hermandad está detrás de todo esto, pero aun así sigo sin saber nada.

Le comentamos a la abuela y no fue mucho lo que salió de sus labios. Ella está renuente a decir más de lo que ya me había contado sobre el pasado de mi madre, no cree conveniente que nos involucremos con el peligro que representa la hermandad.

El señor George me entregó las carpetas de los seis estudiantes que han muerto, y los he leído una y otra vez, no encuentro ninguna relación entre ellos, nada que me ayude a avanzar. Todos son estudiantes del instituto, algunas caras me son conocidas. Una de ellas me hace recordar a aquella chica en el baño, meses atrás, cuando ni siquiera había pisado Encantus, ella se dio cuenta del cambio de mis ojos cuando nadie más lo había hecho. También, dijo: las personas como nosotras no son bien vistas en este pueblo.

¿Ella era un hada?, o alguna otra criatura de Encantus. ¿Cómo saberlo?, para eso ella tendría que estar viva, de ella solo queda una fotografía.

Ni siquiera sé por dónde comenzar. Solo tengo algunas divagaciones. Dejo la habitación. Bajo las escaleras. La sala está a oscuras, voy directo a la cocina y enciendo la luz.

Me aseguro de no hacer mucho ruido mientras tomo un vaso de agua, no quiero despertar a nadie, ni he querido preocupar a la abuela con lo que está pasando en el pueblo. Mis hermanos tampoco saben nada, por ahora. Estoy segura de que a partir de mañana lo que ocurrió en el instituto se sabrá por medio mundo, por los momentos las clases están suspendidas, quien sabe cuándo las cosas volverán a la normalidad.

Tengo la sensación de que me observa, y mi cuerpo se tensa en respuesta. Podrían ser ellos—bueno yo soy una de ellos—me refiero a la hermandad, ellos están tras mi cabeza y lo último que quiero es involucrar a Shema y su padre en esto.

Decido enfrentar a quien sea, me giro y el vaso de agua resbala de mis manos por la sorpresa. Él se mueve ágilmente hacia mí y atrapa el vaso antes de que toque el piso, y lo deja en la mesa. Todo dentro de mí se ha detenido, mi respiración, el pálpito de mi corazón, ni siquiera soy capaz de hablar, esperaba encontrarme… no sé, a mi madre, o cualquier otra hada de la hermandad, no a Gerald, el príncipe oscuro.

—Respira —susurra con su arrogante sonrisa.

Y siento que me derrito, ante su peculiar encanto. Lo que provoca en mí este príncipe con solo darme una media sonrisa. Dejo que el aire vuelva a mis pulmones y me lanzo en sus brazos, rodeo su cintura y hundo mi cabeza en su cuello, sorprendido se queda tenso, pero luego se relaja y sus brazos me rodean, me estrechan más hacia él. Su respiración en mi cuello, me hace cosquillas y al mismo tiempo es tan relajante. Me olvido de todo y solo me centro en este momento, él está aquí, a mi lado y es lo único que me importa.

—Te he extrañado —le susurro.

Jamás pensé que podría sentir algo tan fuerte por un chico, no me había dado cuenta lo mucho que me hacía falta, y eso que apenas y nos conocemos, pero en ese poco tiempo hemos pasado por muchas cosas. Bueno, sí, caí en sus encantos. Es bastante evidente.

—No podía esperar, y vine a verte —sus labios rozan mi cuello, y me estremezco un poco en sus brazos— aunque tengo prohibido verte.

Eso me sorprende y me alejo de sus brazos.

—No entiendo.

—Mi madre me ha prohibido verte. Pero no hablemos de eso, cuéntame cómo están las cosas desde que se alzaron las defensas —se aleja de mí y comienza a inspeccionar la cocina, con curiosidad. Lo observo a medida que detalla cada artefacto, es tan obvio que jamás ha estado en una cocina de humanos, y eso hace que se me escape una risita.

Él se gira con suspicacia y pregunta:

—¿Qué te causa tanta gracia?

—Nada —miento, pero no puedo dejar de sonreír.

Él se mueve como un felino hasta mí, y me toma por la cintura, no opongo resistencia y me acerca a su cuerpo, su aliento fresco impacta contra mi rostro estamos tan cerca… pero él desvía sus labios a mi oreja, y deja un delicado beso al borde, que me hace estremecer de pies a cabeza, siento como sus labios se ensanchan en una sonrisa contra mi cuello, y me exaspera la tortura de su juego.

—Creo que te burlas de mí —susurra a mi oído, mientras sus manos se mueven con agilidad por mi espalda.

—Quizás —respondo con nerviosismo.

Él suspira cerca de mi cabello, como exhalando mi aroma y luego sus labios besan mi mejilla, la comisura de mis labios… y se aleja. Dejándome sedienta de él.

—Aún no me dices como han ido las cosas —saca una silla del comedor y se sienta, con las manos cruzadas sobre la mesa. Me dejo caer en la silla frente a él.

—Bueno no he tenido días aburridos como esperaba —tomo el vaso de agua y le doy un sorbo. Ha surgido una necesidad de refrescarme con urgencia.

—¿A qué te refieres?, —inquiere preocupado— ¿te ha atacado la hermandad?




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