Capitulo 13:
Princesa oscura
Si las defensas son derribadas no sé qué ocurrirá con el reino de las hadas, ni qué tanto va a afectar a mi mundo. Que tanto va a afectar a todas estas personas que se sienten perdidas y atemorizadas. Para algunos solo existe la resignación, sus hijos no volverán.
Quizás para otros aun exista algo de esperanza, pero es difícil mantener algo cuando te enfrentas a lo sobrenatural, a una historia que cobra vida propia ante tus ojos.
—¿Vamos? —la voz de Shema me saca de mis pensamientos.
Ni siquiera sentí cuando el auto se detuvo.
Asiento. Él me mira un poco preocupado y apenado por lo ocurrido, aún no deja de culparse.
Bianca se quedó con la abuela.
Suelto el cinturón de seguridad y salgo del auto. Me reclino contra el coche, y respiro lento, pausado… Antes de salir mi abuela me dijo que sería algo peligroso, que encontraríamos otra solución, pero no tengo tiempo para buscar otra forma. Ya se llevaron a Kevin y Cris, y no vendrán por mí, sé que no lo harán. Ellos esperan que vaya tras ellos, y es lo que haré. M jugaré hasta el alma si es necesario para ponerlos a salvo.
La hermandad quiere poder, un poder que solo tiene la corte oscura, pero nada en esta vida es gratis, todo tiene un precio y para el poder que ellos quieren, el precio es muy alto, y aun así están dispuestos a pagarlo.
Mi madre está dispuesta a pagarlo, aun cuando tiene que sacrificar a dos de sus hijos para obtenerlo.
Doy pasos firmes, Shema me espera en la puerta de la cabaña.
—¿Está segura de esto? —pregunta cuando estoy a su lado.
—Si mi madre quiere una guerra, yo se la voy a dar —mi mano roza la puerta y esta cede, la empujo lentamente, bajo el crujir de la madera mientras mis pies se hacen camino al interior de la casa.
Todo es oscuro y sombrío, no hay muebles, solo una persona de espalda en medio de la sala, sentada en una mecedora de madera.
Detrás de mí, Shema cierra la puerta.
—El fuego, capaz de crear y destruir al mismo tiempo —la mecedora se gira, no puedo ver su rostro una bufanda negra envuelve su cuello y rostro, solo queda expuesto sus brillantes ojos— te he estado esperando, María Fernanda Uzcategui, heredera al trono de la corte de verano, y con el poder de invocar el fuego sin destruir tu cuerpo.
Mi amigo se tensa, y mi cuerpo hace lo propio ante la situación, como es que sabe quién soy.
—Solo tengo una pregunta para ti —dice, mientras frente a ella se materializa una mesa redonda con un mantel rojo, y dos sillas de madera— ¿estás dispuesta a pagar el precio por las respuestas que necesitas?
—Sí —digo sin titubear, no es momento para echarme para atrás. Nos invita a sentarnos, Shema se sienta a mi lado nervioso, e intimidado por la criatura que tenemos frente— ¿Cuál es tu precio?
Ella sonríe, sus huesudas manos acarician su mejilla oculta.
—Solo quiero tu ayuda, en caso de que en algún momento la necesite —no tengo mucho que pensar, necesito respuestas ella es la única que puede dármelas, no tengo más opción que aceptar su trato— claro si sobrevives —aclara.
—Acepto.
—Bien extiende tu brazo sobre la mesa.
—¿Para qué? —pregunta mi amigo preocupado.
—Para sellar el trato —lo mira fijamente, y luego a mí— responderé tres preguntas, así que piensen muy bien lo que quieren saber. Tu brazo.
Extiendo mi brazo, y ella encaja su uña en mi piel y la mueve tan rápido que no logro ver lo que hace. Ahogo un grito mientras mi piel es rasgada, pero luego el dolor desaparece. Alejo mi brazo de ella y no hay nada, ninguna herida.
—¿Cómo puedo entrar al reino de las hadas? —realizo mi primera pregunta.
Si voy a enfrentarme a la hermandad, voy a necesitar ayuda, toda la que sea posible, y para eso necesito las cortes unidas, y para lograrlo necesitan saber lo que está pasando.
Tengo que volver a su mundo.
—La única forma de entrar es por las aguas, las sirenas pueden darte una entrada.
¿Y dónde voy a dar con una sirena?, sin poder preguntar, solo son tres preguntas.
—¿Dónde se oculta la hermandad? —esa es mi segunda pregunta, y una de las más importantes.
—En el velo que divide este mundo con el de las hadas.
Maravilloso, una respuesta para unas mil preguntas. Como si las cosas ya no estuvieran difíciles. Me quedo en silencio solo me queda una pregunta, y ni idea de cómo usarla.
—¿Es muy difícil hacer una pregunta? —La voz de la mujer me saca de mis pensamientos, miró fijamente un rostro que no puedo ver— podrías saber cualquier cosa, futuro, amor…
—No me interesa saber nada de mi futuro, o lo que sea que pase por su cabeza —suelto sin pensar.
—¿Cómo se pueden detener las muertes que están sucediendo en…?
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Editado: 01.09.2021