Capítulo 16:
Corte de verano
Nuestra primera noche en Encantus no fue tan tranquila como se esperaba.
Nos quedamos dormidos ocultos en unos arbustos secos que parecían una pequeña cueva y despertamos entre rejas, todos en un espacio de 4x4 oscuro y húmedo, muy parecido a las celdas del reino oscuro, solo que más pequeñas.
¡Perfecto! Ahora estamos atrapados, y sin saber dónde. Creo que estamos en la corte de verano, del otro lado de las murallas del rosal. No era exactamente está la manera en que pensaba entrar, y ver el lugar.
Lo hemos intentado todo para abrir esas condenadas rejas, pero nada ha funcionado. Es más, Susej y Bianca están cada vez más débil, parece que algo invisible estuviera consumiendo sus fuerzas. Pero a mí nada me pasa, lo que a ella les afecta, a mí no.
Bianca que de por sí es bastante pálida, está casi que transparente, hasta el color de sus ojos se ha ido apagando. Shema la sostiene tanteándole la frente de vez en cuando, y cada vez está más caliente. Sin embargo, Susej está un poco mejor, aunque eso no quiere decir que se encuentre del todo bien, ella también ha perdido un poco de color, pero no tanto.
—Tenemos que salir cuanto antes de aquí —dice Susej fatigada— este lugar nos está debilitando, nos está consumiendo y no quiero esperar a ver como quedaremos cuando ya no haya nada más que extraer de nuestros cuerpos.
—¿Por qué no me afecta? —le pregunto.
—No lo sé, esto jamás me había pasado —su voz cada vez es más débil.
Enlazo mis manos a la reja, y dejo que el fuego que me consume por dentro salga, ya lo he intentado y no funciona, el fuego se expande de mis manos a todo el metal, ardiente y vivo. Pongo todo lo que tengo sobre el hierro y no ocurre nada, me alejo exhausta y está intacta, con el puño cerrado le doy un golpe a la reja, la frustración hace que todo dentro de mí hierva, la sangre caliente me recorre las venas.
—Bianca no reacciona —anuncia Shema preocupado.
Gruño de irritación.
Esto no puede estar pasando, frente a la celda donde nos encontramos hay un pasillo alumbrado solo con unas antorchas, y hace unos minutos no había nadie, pero ahora veo una silueta en la oscuridad.
Debe estar disfrutando del espectáculo.
—Su respiración es muy débil —susurra Susej— tienes que hacer algo para sacarnos de aquí.
Claro como si fuera tan fácil. La silueta se mueve hasta quedar medio cuerpo en la luz, es un hombre, pero no puedo ver su rostro. Y parece estar solo… una carcajada irritante llega a mis oídos, y el fuego en mi interior se aviva con intensidad.
—Puedes seguir intentándolo, pero no lograrás salir de esa celda —conozco esa voz.
Caín, ese maldito traidor. Bien ahora si le voy a dar lo que se merece, cuando salga de esta celda le voy a dar la paliza de su vida.
Lo intento nuevamente, mis manos se aferran a la reja con una fuerza que hasta ahora desconocía una fuerte y cálida sensación fluye por mi cuerpo y se posiciona en las rejas, vivas llamas de fuego recubren la reja de hierro.
Él ríe otra vez viendo como pongo todo de mí para salir de este lugar y eso me enfurece cada vez más, dos zonas en mi espalda arden con familiaridad.
La exclamación de Shema, me indica que mis dos lenguas de fuego danzan libres sobre mi espalda. Como nunca el fuego comienza a apoderarse de la reja, y en segundos, los forjados tubos se derriten cayendo a mis pies, en mis manos solo queda el hierro caliente y pastoso, listo para ser moldeado nuevamente.
Alzo el rostro, para mirar a Caín del otro lado con los ojos fuera de órbita, sin poder entender como he conseguido derretir la reja ante sus ojos, y en cuestión de segundos.
Me limpio las manos contra la pared de piedra de la celda, sin quitar la mirada de victoria que gozan mis ojos.
—Susej, ¿puedes caminar? —pregunto con una sonrisa en los labios, mientras que Caín me mira con la boca fruncida.
—Sí —dice con la voz débil.
—Bien, Shema lleva a Bianca y salgamos de aquí —el hierro caliente no hizo ni una ampolla en mis manos.
Nos deslizamos fuera de la celda con cuidado de no pisar el hierro fundido. Shema lleva a Bianca en los brazos, y Susej se tambalea un poco sobre sus pies, pero avanza apoyándose un poco en el hombro de mi amigo.
—Bueno tengo que admitir que me has sorprendido —dice Caín recuperando su aspecto sombrío y frío—, pero eso no será suficiente para que salgas de aquí.
Me detengo como a tres pasos de él.
—Estas tierras absorben el aura de las hadas, hasta hacerlas desaparecer —sus palabras me provocan un escalofrío.
Con desaparecer, ¿se referirá a morir?, si fuera el caso, quiere decir que las hadas de fuego están muertas, cada una de ellas están muertas.
—No mueren —dice respondiendo a mis dudas no expresadas—, solo pierden sus habilidades y sus alas.
Ah… casi nada, pierden todo lo que son.
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Editado: 01.09.2021