Encantus. Alas de fuego (libro 3)

Capítulo 17: Jardín

Capítulo 17:

Jardín

 

Fuera de las fronteras de la corte de verano, está la comarca de las pocas hadas de mi corte que pudieron escapar de la hermandad.

Todos los que se opusieron al nuevo mandato de la corte de verano están refugiadas en estas tierras, rodeados de una belleza inigualable y que es tan conocida para mí, siento como si ya hubiera estado en este lugar, pero no logro saber por qué.

Aquí hay vida en toda la extensión de la corta palabra, no hay manera de describir tanta belleza, este lugar es como el paraíso en la tierra.

—¿Qué es este lugar? —le pregunto a Salvador: un hombre de avanzada edad, pero con una belleza indiscutible, (el patriarca).

—Es el jardín de Idris, entre la corte oscura y verano. Este lugar no ha sido tocado por el mal que ha creado la hermandad, se mantiene puro, de aquí proviene la magia más poderosa y bella, lo que todos llaman las defensas —dice con orgullo.

—Es hermoso, pero… —sus ojos claros me observan con determinación— ¿no han sentido algún cambio desde que se alzaron las defensas?

—¿Al bosque te refirieres? —inquiere dudoso.

No puede ser que no se hayan percatado de lo que ocurre desde el exterior.

—No. Desde mi mundo mortal, un poder oscuro y siniestro se está apoderando de las defensas —en su rostro surca la preocupación— es una de las razones por la que estoy aquí, rompiendo todo el libro de reglamento que hay en Encantus. —Además, se han sacrificado niños en Encantus.

—¿Está segura? —siento el temor en su voz.

—Completamente, la hermandad está sacrificando a mestizos para derribar las defensas y apoderarse de Encantus.

—No tenía idea. Es el único lugar seguro para nosotros.

—No tenía idea.

—Pues en algún momento dejará de serlo.

—¿Por qué estás aquí, María Fernanda?

Lo miro de forma insolente ¿es que no se lo imagina siquiera?

—No es muy difícil de deducirlo. He venido por mis hermanos y para destruir esa maldita hermandad de raíz. Mi vida es una tragedia por culpa de mi madre y su participación en esa hermandad. Sea lo que sea que estén planeando, los voy a detener —tomo un respiro al terminar de hablar.

Hay cabañas formadas entre los árboles, como una extensión de la naturaleza; todas rodeando un pequeño lago de agua cristalina, y lirios de colores sobre sus aguas.

En el momento en que llegamos se llevaron a Bianca, no la he visto desde entonces, pero Shema y Susej —que han estado recorriendo el lugar— se acercaron hace unos minutos para decirme que el hada de invierno está dormida, pero en perfecto estado de salud.

—¿Sabes? Siempre he admirado a los guerreros, tiene un alma de lucha, siempre preparados para luchar y dar la vida si es necesario. No voy a decir que te pareces a tu madre porque a diferencia de las demás hadas guerreras, tu madre solo pensaba en el poder, en la magia que sus manos no podían dominar, en cambio, tu abuela, ella si era un guerrero con esa alma fuerte que veo en ti.

Nos encontramos fuera de su cabaña, es mucho más grande que las demás. Alejada en lo alto de tres fuertes robles que son sus columnas, su fortaleza. Él se acerca al barandal de pulida madera y reposa sus brazos, con la vista en la pequeña comarca de hadas rebeldes.

—Tu madre cree que, porque las demás hadas pueden manejar magia, son la fortaleza de Encantus, pero no es así. La fortaleza está en las hadas guerreras, si no mira como quedo la corte de verano, nuestro hogar —explica.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunto con curiosidad.

Hasta ahora nadie se ha tomado la molestia decirme exactamente lo que ocurrió.

—Tu madre se encargó de convencer a las hadas pertenecientes a la guardia de la corte que se unieran a la hermandad. Y cuando dieron el golpe de gracia, no hubo quién protegiera al pueblo. Muchos se vieron obligados a aceptar las condiciones de la hermandad, mientras que muy pocos logramos escapar y ocultarnos. No somos luchadores, —giro la vista hacia mí—. Nadie nos enseñó a pelear. Solo creábamos armas para la guardia, nuestros fieles guerreros. Y al final no supimos cómo enfrentar la amenaza, seguimos sin saber cómo enfrentar a la hermandad.

—Pero ustedes disponen de un arma intangible y poderosa —expreso.

—Así es, pero no sabemos cómo usarla para defendernos. Solo la hermandad ha cubierto eso con quienes lo siguen. He visto como su magia destroza todo a su paso.

—Yo también —el recuerdo del enfrenamiento en el aire, en la corte de invierno me toma por sorpresa.

Trato de alejar esos recuerdos, pero no puedo, no puedo sacar de mi mente a esa hada extinguiéndose ante mis ojos.

—Después de eso, las cortes se dividieron al no saber qué fue lo que realmente sucedió. Al no saber quién realmente había sido el traidor, quién estaba al frente de la hermandad. Tu madre se encargó de repartir la culpa, logrando la discordia entre las cortes. Lo más lejos que hemos ido es hasta la muralla de zarzas que oculta el castillo.




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