Encantus. Alas de fuego (libro 3)

Capítulo 18: Acecho

Capítulo 18:

Acecho

 

Camino detrás de Salvador en silencio, devuelta a la cabaña. Ha transcurrido todo un día. El sol se perdió en el horizonte y la luna se alzó al cielo para abrir paso en la centelleante noche. Necesito descansar, aunque mi cuerpo parece no necesitarlo, es como si se renovara cada segundo.

Desde que llegue a Encantus no he podido dormir bien; todo ha sido una travesía, y a mi amigo no se le ha hecho nada difícil lidiar con tanta fantasía convertida en realidad a diferencia de mí que aún hay cosas que son… demasiado.

Este lugar de ensueño es maravilloso, pero al mismo tiempo es tenebroso, y me encuentro atrapada, en un mundo con dos caras.

Después de lo de hoy, puedo estar segura de que a más de uno no le agrada la idea de mi permanencia aquí. Creo que no están listo para ver a la hija de la responsable de que tenga que permanecer ocultos. Aun así, Salvador no me quiere dejar ir, para él, puedo ser la esperanza para recuperar la corte de verano. No es algo que me tenga muy convencida, sin embargo, siento que es mi responsabilidad.

Quiero devolverles su hogar a las hadas de verano, reivindicar un poco todo el daño que mi madre ha causado.

—Salvador —le llamo antes de que se aleje. Se detiene en medio de la oscuridad y gira para mirarme, y espera— sé que no quieres que me vaya, pero no puedo quedarme. Ya te expliqué por qué estoy…

—Lo sé. —Me interrumpe—. Entiendo tus razones, pero creo que desde aquí sería más fácil encontrar a tus hermanos. La hermandad en sí no está en verano, pero siempre hay algunos de sus secuaces alrededor.

—De eso no tengo la menor duda. —Con ese recibimiento tan cálido que me dieron, pienso, y se me estremece el cuerpo—. Pero no puedo quedarme, necesito avisar a los demás.

—¿Por qué crees que la corte oscura va a prestarte ayuda? —Pregunta con dureza— nunca han hecho nada más que no sea mantenerse al margen de todo. Ya eso deberías saberlo.

Hay rencor en su voz. Tiene razón, la corte oscura siempre ha estado al margen de todo, ni siquiera se defendieron cuando los culparon de la destrucción de la corte de verano. Aun así, voy a conseguir que las cosas cambien en esta ocasión.

—Supongo que nada. Aunque el heredero también ha sido raptado. —Él hace una mueca de disgusto. Quizás piensa que esa no es razón suficiente para enfrentarse a la hermandad, no por parte de la reina. No quiero creer en eso, espero que ella esté dispuesta hacer lo que sea necesario por recuperar a Gerald, y en caso de que no esté dispuesta…— no voy a pedir ayuda —reflexiono. Su rostro se muestra contrariado ante mis palabras— solo voy a informarles lo que está pasando, de alguna manera quienes están en riesgo son ellos. La hermandad se está haciendo camino para dominar a Encantus, no el mundo mortal. Con la ayuda de las cortes, o sin ellas; voy a ir a buscar a mis hermanos, así tenga que ir al mismísimo infierno.

Se queda callado, pensativo.

—Entonces no puedo detenerte —le doy una débil sonrisa— sé que lograras lo que te propones María Fernanda, tienes un espíritu fuerte. ¿Cuándo pretendes partir?

—Cuando Bianca esté bien —mi voz es un susurro.

El hada de invierno tiene mejor semblante, pero no ha despertado.

—Ella podía despertar dentro de una semana, o un poco más. Moverla en el estado en que se encuentra es peligroso.

—Lo sé. Por eso esperaré a que esté bien para viajar.

—Muy bien. Que descanses.

Lo veo partir en la oscuridad, que cada vez es más densa. Las cabañas son asombrosas en su arquitectura, me deslizo al interior con sumo cuidado. No quiero despertarlos… para mi sorpresa ninguno está dormido.

—Bueno si al principio nos trataron con desaire, ahora ni nos miraran —dice el hada oscura con ese toque de arrogancia que la caracteriza.

—No creo que sea buena idea permanecer más tiempo en este lugar, estoy seguro de que justo ahora esa chica pelirroja debe estar planeando una manera de enseñarte quien manda aquí —comenta Shema tendido en una hamaca de brillantes colores.

—No es cierto —replico con desánimo dejándome caer sobre un taburete de madera.

—Yo tú no estaría tan segura —interviene Susej— esa hada realmente estaba muy enfadada por la paliza que le diste a su...

—¿Están juntos esos dos? —pregunto incrédula.

—Sí —responden ambos.

—¿Cómo es que nunca me entero de nada? —Expreso desganada—. Bueno, en fin, me da igual lo que esa chica piense. Lo único que importa justo ahora es que necesito un baño, y dormir.

—Las aguas termales están del otro lado del prado —dice mi amigo— ya estuvimos allá, y son…

—… maravillosas —termina de decir Susej con un suspiro.

—En ese caso, iré a probarlas.

La cabaña no es muy grande, dos pequeñas camas, y una hamaca… además de unos taburetes. Tomo una suave manta, y una muda de ropa que han dejado en una de las camas. Supongo que es para mí.

Salgo a la fría noche creo saber dónde están las aguas termales, me muevo entre la oscuridad y los árboles en busca del mejor camino.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.