Capítulo 37:
Mariposas negras
Mafer
Cada criatura en este mundo hace lo que sea por sobrevivir, es instintivo y Yira no es la excepción. Nos aferramos tanto a la vida, que la muerte se convierte en nuestra peor pesadilla. Yo misma he hecho lo que ha sido necesario para seguir respirando, no me siento orgullosa de ellas y no puedo cambiarlas.
Aunque nuestra relación se ha basado en la venganza y el odio, no estoy en posición para juzgarla. Ambas nos hemos hecho mucho daño.
—El punto es, que la muerte de mi madre me desequilibro y ella tomó completo control de mí, y te estuvo cazando durante todo este tiempo. Se siente amenazada por ti —dice Yira, sentándose en el suelo con la espalda recta contra la pared. Cierra los ojos por un momento y sus labios apretados.
—¿Te sientes bien? —pregunta Gerald preocupado, pero evitando acercarse a ella. Su don de sanación es contraproducente.
—Estoy bien —ella hace una mueca.
No, no lo está. Pero lo disimula muy bien. Eso me recuerda a que no tengo idea de la gravedad de la herida que recibió por mi hermano. Alejo la mirada de ella, comienzo a sentirme mal por todo lo que ha vivido. Por más fuerte que aparente ser, soy de corazón débil.
—Sé que ambas han tenido sus diferencias, que se han intentado matar mutuamente en infinidades de oportunidades… —me quedo viendo a mi novio. Se quedó para ser el mediador entre las dos, lo que es bueno. Quizás Yira y yo solas no nos estaríamos entendiendo muy bien—… pero, ahora tenemos que trabajar juntos si queremos librarnos de la hermandad.
Sus palabras van dirigidas más a mí que al hada oscura, con ella ha tenido tiempo de indagar, y asumo que es este es un tema que habían discutido.
—¿Propones una tregua? —inquiero.
—No. Lo que propongo es que comiencen de nuevo —Yira y yo nos quedamos mirando, con la misma pregunta reflejada en nuestros ojos ¿podríamos? Después de todo, sería posible, un nuevo comienzo—. ¿Qué dicen?
Él desvía la mirada de Yira a mí, y viceversa.
—Pues yo… —comienza a decir Yira.
—Voy primero. —Decido hablar primero. No puedo creer que vaya a hacer esto. Jamás pensé que llegaría el momento en que me disculparía con ella por quitarle a su madre. Es que ni siquiera pude haber imaginado que ella no era mi enemiga, sino una bruja que debería estar muerta. En parte lo está, pero sigue en este mundo ocasionando problemas. Doy dos pasos hacia la izquierda, otros dos a la derecha. Intentar hacer borrón y cuenta nueva no es mala idea, dejar ir ese pasado que a ambas nos atormenta es soltar un peso que no debimos cargar. Así que, aquí voy—. Ojalá todo hubiera sido diferente. Yo solo, protegía a mi familia y a mí misma.
Es todo lo que puedo decir. No es suficiente, lo sé. Una disculpa no revivirá a su madre, pero es todo lo que puedo ofrecer.
Ella parece comprender la situación que me llevo a matar a su madre, en ningún momento fue mi intención, reacciones ante una situación amenazante. Aunque eso me haga ver como un monstruo sin corazón, ni sentimientos.
La pequeña habitación nos asfixia a ambas. Es un espacio muy pequeño para las dos. Es bueno que Gerald esté aquí. Su presencia aliviana un poco el ambiente.
Ahora que estamos bajo la presión de las mentiras e influencia de las decisiones que han tomado nuestras madres, puedo darme cuenta de que aparte de que ya no tengo a la niña sin escrúpulos ante mí, sus ojos también han cambiado. No se trata de esa mirada asesina que siempre me dedica, el color de sus ojos cambio. No recuerdo haber visto sus ojos de otro color que no fueran negros, tan oscuros como un alma condenada… En cambio, ahora, es diferentes, son de un tono café claro y brillante, hermosos aun cuando su rostro ha sido marcado por el fuego, por mis propias manos.
—Yo lamento todo lo que ocasione —su voz es suave y sutil, muy diferente a la que he oído desde hace meses de sus labios— quise detenerme, pero… me fue imposible. Justo ahora es un alivio, no tenerla en mi cabeza.
Sonríe con los labios presionados. La herida debe dolerle.
—Gracias por salvar a mi hermano, aunque él no te lo va a agradecer nunca —es un poco raro que no nos estemos insultando y deseándonos la muerte.
—No espero que lo haga —dice, un atisbo de tristeza entona sus palabras.
Ella se ha quedado sola, no tiene una madre, no tiene amigos, ni siquiera una corte porque estoy segura de que, así como mi hermano nunca la perdonara la reina oscura tampoco. Me siento muy incómoda, pensar en su soledad por culpa de otros es desolador.
Gerald me abraza por la espalda. Sus brazos enroscados en mi cintura. Desearía que este momento nunca acabara, pero tengo que regresar a la corte de invierno.
—No fue su culpa —susurra en mi oído.
Yira tiene la mirada perdida. Pareciera que estuviera en cualquier lugar menos aquí.
—¿Ahora qué? —inquiero bajito.
—Tenemos que ayudarla. Yo me encargo de mi madre y tú de tus hermanos.
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Editado: 01.09.2021