Encantus. Alas de fuego (libro 3)

Capítulo 38: Bruja

Capítulo 38:

Bruja

 

Gerald

Jamás pensé que la puerta de cristal pudiera ser hecha añicos. Pues, así fue.

Una vez que Mafer y mi padre abandonaron el velo, no pudimos resistir por mucho tiempo y la hermandad consiguió recuperar a Yira. El resto encerrado, y yo estoy de vuelta en la corte oscura. Maritza me ha traído para que vea como mi reino cae en sus manos.

Esa bruja consiguió atravesar la puerta de cristal, la destruyo en el proceso. La entrada entre el velo y mi corte está abierta. Ella se ha liberado en la corte oscura como hace tantos años, y la peor pesadilla de las hadas ha vuelto. Los olvidados.

El secreto mejor guardado de mi madre completamente desvelado. La maldad que contuvo en el pasado y destruyo la corte es libre. Y mi madre no puede hacerla retroceder. Esta vez, la reina oscura es superada por la magia de la bruja. Lo mucho y poco que pudo hacer mi madre es cubrir el castillo con la magia de la corte, manteniendo fuera a los olvidados y a la misma bruja.

En el exterior. Negros cúmulos de energía devoran a inofensivas hadas que no pudieron entrar al castillo a tiempo. Quiero hacer algo, lo que sea para ayudar, pero la marca en mi hombro me tiene apesadumbrado y ni siquiera puedo dejar salir mis sombras. Maritza se fortalece y todavía no se lleva a cabo el ritual para su plena liberación. Ella está bloqueando mi magia. Estos días de aislamiento en el velo la hicieron tomar nuevas medidas para controlarnos, a quienes llevamos su marca.

Por lo que, solo puedo observar desde el acantilado, como lo que conozco es destruido más de lo que ya estaba. Este acantilado ha sido testigo de tantas aventuras, de tantas proezas y también de algunas injusticias.

—Aquí estas —una voz entusiasta perturba el poco espacio que he conseguido para estar solo.

No es el mejor momento para hablar. Pero seguro de que Romina no se irá. Ella es una linda chica que conozco desde hace muchos años, lo que nadie comprende es que eso no es suficiente para entrelazar lazos de convivencia en pareja.

—Sí, aquí estoy —respondo con desánimo.

He estado esquivando a Romina desde que regrese, pero la chica es muy insistente. Nada la detiene, ni siquiera el caos que llena de temor a toda la corte.

Me sorprende un poco ver como uno de los olvidados comienza a tomar la forma de una mariposa, es muy grande y espectral. Una bruma en forma de mariposa que se mueve en la oscuridad. Se vuelven más fuertes.

—No quiero llegar a pensar que me estás evitando —se detiene en el borde del acantilado, observa el vacío, retrocede de inmediato. Yo en cambio permanezco sentado en el borde con las piernas colgando. Observando un terrorífico paisaje —. Sé que estás molesto por las decisiones que se tomaron en tu ausencia, pero no podíamos quedarnos sin hacer nada.

—¿Te das cuenta de lo que sucede? —pregunto. Sé muy bien a lo que se refiere. Mi madre aún mantiene lo del compromiso, y tiene una fecha puesta para la boda, o más bien se realizará una vez que este definitivamente aquí.

Sí no intenta llevar a cabo la unión en este preciso momento es porque tiene una corte entere de que mantener a salvo, y calmar. E imagino que ha olvidado por completo lo de la boda, porque seguramente, tanto ella como Romina y su madre creen que una celebración controlaría las masas.

—Por supuesto, ¿y eso qué?

Ella es incapaz de dejar de lado sus caprichos. Un hada como ella no es la reina que esta corte necesita.

—No te preocupas por nadie más que tú, ¿cierto? —me encuentro con sus ojos oscuros y risueños.

Romina abre los labios y los cierra de nuevo, se siente ofendida.

—Claro que sí. Me preocupan todos, pero también nuestra situación. Me rechazas delante de todos, sin que te importe lo que puedan decir de mí. —Algunos quizás piense que estás completamente loca, pero le temen a mi madre y deciden callar. Pienso, aunque decirlo en voz alta sería mejor. Pero, es mucha crueldad de mi parte.

—Es un hecho, Gerald. Es solo una fecha, es algo que tarde o temprano iba a suceder —hay tanta confianza en su voz, en su manera de expresarse.

Ella tiene unos hermosos ojos negros con un brillo inusual. Su figura esbelta la hace ver muy elegante. Recuerdo que su cabello negro caía hasta la altura de sus hombros, pero ahora no logro comprender que fue lo que le pasó. Aunque creo saber quién es la responsable de que su cabello ahora luzca, sin forma, picos disparejos por debajo de las orejas.

—Bien, desde mi punto de vista, es como la muerte, todos tenemos que morir tarde o temprano y sin embargo eso no quiere decir que debamos ponerle fecha, sabes a lo que me refiero, supongo —expreso con frialdad.

—No es lo mismo —se excusa. Sus labios se curvan en una sensual sonrisa que tendría a cualquier hombre a sus pies. Es una lástima tener que borrar esa linda sonrisa de su rostro.

—Tienes razón, no es lo mismo —me incorporo, pero no por completo, permanezco de cuclillas con la mirada perdida en la mortal caída que ofrece el acantilado—, pero eso no significa que ese compromiso que has anunciado se haga realidad.




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