Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 4: Encuentro con las sirenas

Capítulo 4:

Encuentro con las sirenas

 

Mafer

El pueblo de las serpientes es un maldito laberinto cavernoso lleno de humedad y de sonidos espeluznantes. Hemos recorrido un retorcido camino por un largo tiempo y comienzo a impacientarme, no solo por eso, también por las serpientes humanas que avanzan delante de mí. No me inspiran confianza, el lugar tampoco ayuda. Siento que las cosas pueden ir muy mal en el momento en que Yira abandone Encantus.

—Deja de darle tantas vueltas al asunto —susurra Yira a mi lado. Intento relajarme.

La reina ha venido acompañada de Carmín y tres guardias. Uno de ellos preside el túnel rocoso que se supone nos lleva a donde se encuentran las sirenas. Otro lleva a Susej en brazos. Ella se encuentra débil y frágil, eso no significa que no pueda caminar, pero si nos hace ir más lento. Y Gala tiene mucha prisa, también se encuentra de mal humor por los cambios realizados sin su opinión. La moneda de cambio que tenía pensado usar debe estar ya muy lejos de aquí y ahora solo contamos con Susej para efectuar una negociación.

Giramos en un estrecho pasadizo que termina inclinándose a las profundidades en forma de caracol, a medida que bajo me aseguro de pisar bien porque es un poco resbaladizo, además de que me voy sosteniendo de la pared rocosa. Esto es como ir de excursión al centro de la tierra. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis… son demasiadas vueltas y aún no terminamos de llegar. Me detengo, comienzo a sentir que me falta el aire y si doy un giro más voy a terminar mareada. Aspiro por la boca.

—No me digas, también eres claustrofóbica —dice Yira detrás de mí. Me detengo, contra la pared. Además de lo evidente, que prácticamente nos hayan despojado de nuestras armas. Como se supone que está, es una reunión pacifica, no hubo con que objetar mantener por lo menos alguna—. Con que yo lo sea es suficiente.

—No lo soy, es solo que dar tantas vueltas en espacio reducido, además de que vamos hacia abajo, todo eso junto me está enfermando —explico mientras busco un equilibrio dentro de mí para continuar, sin desfallecer. Transcurren unos minutos, he conseguido bastante oxígeno para mis pulmones y creo estar lista para continuar, pero Yira me detiene, sus manos me sostienen el brazo—. ¿Cómo lo llevas?

—No mejor que tú —confiesa en un hilo de voz.

—Somos un desastre —expreso.

—Mafer, si algo sale mal en la negociación, debes huir de este lugar —ella está seria. Sus cicatrices endurecidas sobre su piel.

—No sé si lograre recordar el camino de regreso —reconozco en voz alta. Mi presencia aquí no está ayudando mucho, en realidad soy una carga. Cuando vine aquí, tenía en mente un pueblo entre bosque, no a través de una cascada. Todo esto me está afectando.

—No necesitas recordarlo. Lo único que necesitas es concentrarte en salir de aquí, poner un sitio en tu mente y dejar que el fuego te consuma —toma mi rostro en sus manos como si yo fuera una niña y no estuviera entendiendo bien lo que ha dicho—. Hay tres guardias, la reina y Carmín, lo que significan que son cinco enormes serpientes. Si algo sale mal no te puedes dar el lujo de paralizarte, tienes que concentrarte en salir de aquí. Has comprendido.

Mi mente rápidamente manifiesta a cinco serpientes delante de mí y el aire comienza a faltarme de nuevo. Odio tener una mente tan gráfica.

—María Fernanda —me estremece y reacciono—. Debes estar concentrada en salir de aquí con Susej, apenas las mencione y ya te paralizaste.

—Si ya entendí, voy a estar concentrada —digo, pero ni siquiera estoy convencida de mis propias palabras.

Retomamos el camino, damos un par de giros más hasta que llegamos un espacio amplio con pequeños ojos de agua, hay cinco en total completamente separados, pero en las profundidades deben estar unidos.

Dejan a Susej prácticamente en la orilla de uno, el que está más céntrico. El agua es de un azul verdoso y hermoso. Lo único que no me está gustando es la malicia que se refleja en el rostro de la reina, parece estar tramando algo.

—¿Quién de ustedes va a dar un poco de su sangre para el llamado? —pregunta Gala con los ojos rasgados y con mitad del rostro verdoso. Como si no pudiera contener su verdadera naturaleza.

Susej no está en condiciones de perder una sola gota de sangre, así que solo quedamos Yira y yo. Pero cuando me encuentro con los ojos de Yira, me queda muy claro que no será ella quien deje derramar su sangre. Antes de que pueda prepararme, Yira toma mi mano y desliza su pequeña daga negra sobre mi piel, dejando una línea roja que en la palma de mi mano. Por instinto dejo escapar un grito sorpresivo más que de dolor.

—Pudiste haberme avisado —murmuro entre dientes.

—No tenemos tiempo que perder, además quizás con una herida te mantengas concentrada —responde usando mi mismo tono de voz. Me acerco un poco más a la orilla, y ella me extiende el brazo para que la sangre caiga sobre el agua. Coloca su pulgar sobre mi herida y la presiona con tanta fuerza que me provoca lanzarla al agua. Pero consigo contenerme. Mi sangre se deshace en el agua y no comprendo cuál es exactamente la función que debe hacer, hasta que veo como una sombra negra emerge de repente. Por instinto doy un paso hacia atrás. Un rostro aparece, su cabello oscuro ennegrece las aguas. Es la misma sirena con quien hablo mi padre años atrás para que nos permitiera el paso a Encantus.




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