Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 12: Despedida

Capítulo 12:

Despedida

 

Gerald

 

El miedo imprime en el rostro de los pobladores paralizando sus movimientos. Las detonaciones murieron en el instante en que la piel de una mujer fue reemplazada por el de serpiente, el salvajismo de un animal con facciones humanas aterroriza a todos por igual. Las armas siguen siendo apuntadas por manos temblorosas, los oficiales de policía y el resto de ciudadanos se encuentran atrapados por el temor y la fascinación. Incapaces de hacer más que respirar. Un secreto más que es desvelado. Ahora no solo saben de la existencia de las hadas, así mismo de serpientes capaces de tomar forma humana, una razón más para que quieran eliminarnos a todos con sus armas de fuego.

Carmín causó un revuelo contra las hadas de la hermandad, algunas pocas, entre ellas Agadria, consiguieron escapar. Lo bueno, las personas que iban a ser sacrificadas se encuentran bien, con algunos raspones por el desastre, pero vivas. Ella se aseguró de que sus víctimas fueran el verdadero enemigo.

A pesar de su imprudencia, porque no solo los humanos conocen su existencia, también la hermandad, Carmín es un activo para el grupo, necesitamos más guerreros y ella es buena asfixiando sus presas.

Acomodo la gorra para ocultar mi rostro y me uno a los pobladores que se acumulan en la plaza solo para observar como la serpiente se vuelve más pequeña hasta tomar la forma de un cuerpo humano, la piel escamosa se retrae con la lisa costra que se asemeja con la piel humana. Una tela cobriza y prácticamente trasparente cubre su desnudez, el cabello salvaje sobre sus hombros y los enfebrecidos ojos por el cambio y el éxtasis de la adrenalina. Una criatura que jamás se imaginaría que pudieran ver, está frente a ellos. A su paso ha dejado siete cuerpos sin vida, todas hadas de la hermandad. Algunos murieron por asfixia, otros con menos suerte probaron el veneno de sus colmillos. Uno que otro humano herido, pero nada que lamentar.

Ella se mueve exuberante, desafiante ante las armas que la apuntan, pero que no han sido disparadas en su contra. Todos están en shock, deslumbrados y aterrados de los misterios de la naturaleza. Es el momento preciso para salir de aquí antes de que reaccionen con más disparos.

El señor George se encuentra entre los oficiales de policía que apuntan a Carmín. Mueve la cabeza a un lado indicando que debemos irnos. Asiento con la mirada cabizbaja, impidiendo tener que darle la cara a cualquier persona.

Carmín nos ve entre la multitud y Kevin le indica por señas que se vaya. Ella se hace a un lado dejando al descubierto a su última presa, sin dejar de mirar hacia nosotros. Sus pasos son lentos y precisos, sus ojos barren a la multitud y pareciera que todos estuvieran atrapados con su mortal belleza, incapaces de dispararles.

Agarro a Kevin por los brazos antes de que cometa una estupidez y nos delate delante de una población enfurecida que puede salir de su encantamiento en cualquier momento y abrir fuego. Su respiración se ha acelerado, y no deja de mirar a Carmín. Lo único que puedo percibir con claridad de sus ojos azul ambarino es dolor por haber perdido a su madre, esta vez para siempre.

No puedo decir que me alegre que Cristina esté muriendo, a pesar de todo lo que causó a su familia, pero si me tranquiliza que ya ninguno de sus hijos tenga que enfrentarse a su madre. En esta guerra, iba a ser inevitable que, quizás, Mafer tuviera que acabar con la vida de su propia madre, o Cristian y hasta Kevin. Es un alivio que no sean ellos los que dieran sin a su existencia.

Carmín corre y las personas se hacen a un lado permitiéndoles el paso. Espero que recuerde como llegar a casa.

La madre de Kevin yace en el suelo ahogándose con su propia sangre, sus ojos se ven más muertos que vivos. Sus alas se mueven debajo de su peso, con desesperación como una parte externa a ella que intenta desprenderse para así poder sobrevivir. Cuando Mafer me dijo que había hadas con esa particularidad en las alas, me parecía lo más estúpido que pudiera haber dicho, pero llego el momento en que tuve que tragarme mis palabras, porque son reales.

La mordedura de Carmín ha sido en el hombro izquierdo, tan cerca del corazón que no hay nada que se pueda hacer. El veneno es un beso mortal hacia su propia alma.

Kevin se suelta de mi agarre y da tres pasos hacia el frente con la vista fija en la mujer que le dio la vida. Dudoso de sí terminar de acercarse a ella o dar vuelta y alejarse. Las personas a su alrededor han comenzado a hacer comentarios, el rostro de Cristina era conocido por algunos de los presentes y con los particulares y conocidos rasgos de las hadas, esos comentarios han tomado un rumbo violento. Lo agarró del brazo e intento hacerlo moverse, se planta con firmeza en el lugar.

—Kevin debemos irnos —tiro de su brazo, se tambalea sobre sus pies y aun así se niega a abandonar la plaza. Sus mejillas humedecidas bajo la sombra de la gorra a mitad de su cara.

—Sácalo de aquí —ordena el señor George palmeándome el hombro. Entre el bululú de personas que han cerrado el paso hacia Cristina impidiéndonos mirarla, se agacha a la altura de Kevin—. No puedes quedarte. Sé que es difícil todo esto para ti, pero debes irte, ahora.

Kevin se sorbe la nariz antes de hablar.

—¿No se salvará? —su voz se quiebra.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.