Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 19: Escape

Capítulo 19:

Escape

 

Mafer

 

Después de lo que para mí eran como quince minutos de espera, decidí que mejor ir a ver porque se demoraban tanto. La urgencia en la voz de mi hermano me creo expectativas de lo rápido que saldríamos de aquí. Ahora, tengo una sensación incómoda en la boca del estómago a la que prefiero no ponerle nombre con la esperanza de que los cuatro idiotas tengan problemas para cargar a un hada inconsciente y no que estén metidos en un lío.

Alcanzo la ventana y paso un pie hasta caer del otro lado. El pasillo del castillo en ruinas inmerso en la desolación, las paredes cubiertas por una densa capa de musgo negro… siento los arañazos de la hambrienta tierra contra mi magia, queriendo obtener un pedazo. Se me eriza los pequeños vellos de la nuca. La primera sensación al entrar fue solo una fachada, este lugar nos va a engullir como una golosina si nos quedamos más tiempo.

El piso está un poco resbaloso, el musgo ha tomado posesión como una alfombra, la enfermedad, tragándose las ruinas… Una pequeña muestra de lo que será Encantus. Un futuro funesto es lo que pinta el horizonte.

Yira es la siguiente en poner sus pies en el pasillo. Cae con una gracia felina, a pesar de que al igual que yo, tiene muy mal semblante. La pérdida de magia nos afecta, y mucho.

—No te vayas a romper una pierna, su majestad —la voz de Yira se mezcla con la risa en el momento en que me tambaleo.

Sí, está bastante resbaloso.

—No te quejes cuando te rompa las tuyas —siseo mientras encuentro el equilibrio.

El musgo es húmedo como una alfombra resbaladiza.

—Si llegas a conseguirlo, que lo dudo. ¿Quién te acompañará en todas tus locuras? Cristian ni porque lo sobornes, tiene cosas más importantes que hacer como seguir a Suri a todos lados.

Suri es la última en subir, el elfo no tiene problemas, por el momento. Aunque, la vergüenza tiñe sus mejillas de un bonito tono rojizo. Nunca he visto a Suri sonrojarse en todos estos años. Sus ojos verdes son otra cosa, quieren trocear a Yira en cuantos pedazos sean posibles.

—Él no me sigue a todas partes —replica en un tono bajo. Desviando la mirada a su alrededor con sigilo.

—Sí, lo hace —afirmo para ambas, ahora que lo pienso bien, mi hermano pasa más tiempo donde se encuentre el elfo. Es más que evidente, y los dos son un par de idiotas por pretender que no nos daríamos cuenta.

—No es cierto —contradice sin mucha convicción. Yira se esfuerza por ocultar la risa—. Iremos por este lado —lidera Suri con pasos precisos y cautelosos. Sostiene su arco por delante y una flecha en la otra mano. Lista para dar en la diana que se atraviese en su camino.

Afianzo mi agarre a la daga, y me concentro en mis pies. No quiero resbalar como tonto. Mientras no salgamos de la frontera de las tinieblas, solo cuento con mi capacidad física para lo que sea que se nos avecine. Nada de habilidades de hadas disponibles.

Yira cubre la retaguardia, se mueve con esa destreza peligrosa que siempre la ha caracterizado. Parece no tener problemas con el piso.

Doblamos hacia la derecha, al final una puerta tragada por el musgo se encuentra entre abierta. El exceso de silencio es un muy mal pronóstico. ¿Qué puede estar retrasando a los chicos?

Yira da dos zancadas y alcanza a Suri, lo que me deja detrás de ambas. Me protegen. Desearía que olvidaran que soy una reina. El hada oscura empuja la puerta con lentitud mientras el elfo ingresa primero, soy la última en dar un paso hacia el interior de la habitación. Toda una fauna putrefacta se ha desarrollado, una monstruosidad de bejucos espinosos encierra lo que a mi parecer es una enorme cama. Lo único que se puede ver con claridad entre toda la masa espinosa son las patas doradas, y por la distancia entre una y otra, es una enorme cama.

El dosel negruzco es como una red de telaraña, solo que más densa. Se retuerce como si tuviera una presa y quisiera molerle los huesos… Un quejido. Oh, no. Eso no sonó nada bien. Esa bola de espina se ha engullido a los tres elfos y mi hermano.

Del lado izquierdo, asumiendo que allí hay una cama, tenemos un poco de movimiento, alguien lucha por ser liberado.

—Se tragó a los muchachos —digo más para convencerme de que para que ellas se den cuenta. Es ilógico, son solo bejucos con espinas, no es así como hubiera imaginado una planta carnívora. Encantus sí que sabe cómo impresionarme.

—No precisamente —dice Yira—, los está triturando. Se nutre de la sangre.

Ella desenvaina dos largas y delgadas cuchillas, y empieza a hacer un camino entre el zarzal zigzagueando sus espadas sin llegar a lastimarse, me tomo unos segundos para admirar una danza mortal. Jamás me voy a arrepentir de tenerla a mi lado, Yira para ser solo un hada oscura es una de las mejores luchadoras que he visto. Haber estado atrapada en la red de la hermandad, ha quebrantado su fragilidad, convirtiéndola en una criatura temeraria. Nadie en su sano juicio se metería con un hada oscura que empuñe un arma. Primero; ella debería contribuir con su magia para forjar armas para los elfos oscuros, no usarlas. Segundo; las hadas oscuras, siempre, se mantienen detrás de la protección de sus guardias, nunca delante. Claro, ella es la excepción a toda regla, al ser la hija de un selvático.




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