Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 36: Corazón de bruja

Capítulo 36:

Corazón de bruja

 

Gerald

 

La helada y la enfermedad luchan constantemente por el control, pero con el río es diferente, una ha cedido ante la otra. Apenas y se puede percibir el flujo de frío de las aguas, no ha regresado a su temperatura normal, el crudo invierno sigue su flujo constante en el exterior, los árboles siguen cubiertos de esa delgada capa de escarcha, el suelo es resbaladizo y la brisa hiela hasta los huesos a pesar del inclemente sol sobre el firmamento. Lo que sí es evidente es el fétido olor, la putrefacción transformo las dulces corrientes en turbias y espesas.

—¿Ocurrirá en todas partes? —el temor sacude los hombros de la serpiente.

Una excesiva cantidad de peces bollan sobre la superficie. Idris y Caleb avanzan sin prestarles mucha atención, parece que no es la primera vez que ven los estragos causados por la hermandad.

—Esperemos que no —Dar la sostiene del brazo para que continúe.

Las mujeres serpientes tienen su habitad dentro de una cascada, el agua es parte de ellas y también la puerta hacia el mundo humano. Un panorama como este es desalentador y causaría un miedo colectivo en todo Encantus. Si el agua se ve así, el miedo y la desesperación pueden causar fricción entre todas las cortes. El caos nos orillaría al conflicto entre nosotros mismo.

Ya hemos rodeado el río, la misma ruta tomada hace días se siente un evento demasiado lejano en comparación con el drástico cambio de la naturaleza. El mundo se marchita en busca de renacer una flor peligrosa.

—¿Alguna idea de que tan lejos ha ido la enfermedad? —Mafer empuja uno de peces con una rama, no sé qué espera conseguir. Todos están muertos y en proceso de descomposición, incrementando los malos olores.

—Lo último que informo el señor George es que no había alcanzado el lago de las sirenas, pero estaba cerca. Avanza con rapidez.

Dudo que esto esté sucediendo a tanta distancia, solo han sido un par de días desde las aguas fueron congeladas por Kevin. La enfermedad puede que haya llegado, el estado de salud de la sirena es complejo, sin embargo, la muerte como la de esos peces… No puedo imaginar que algo así pueda estar sucediendo, cada una de ellas flotando, escamas brillantes formando un hermoso y tétrico movimiento sobre las aguas. Las personas locales enloquecerían.

—No le comentaremos esto a la mujer de cola y escamas. Empeorará —deja ir la rama con premura, asustada de que la enfermedad trepe hasta su mano. La reina de fuego no solo está llena de fobias, también le teme a lo desconocido, a lo que no puede controlar. Sus habilidades no son rivales para todo esto—. Es horrible. Lo que hacen. Destruyen innumerables vidas para existir en un sitio al que ya no pertenecen.

Sostengo su mano, un apretón y el silencio cómodo bailando entre nosotros. Cada criatura viviente está entrelazada a la tierra, depende de la naturaleza y estamos en peligro, o no más bien, nos hemos convertido en una fuente de alimento. Primero caza a los más débiles, los que puede alcanzar con facilidad, pero al final llegara a los más fuertes y escurridizos, si no lo paramos a tiempo.

—Las sirenas no acabarán así, ni ninguno de nosotros.

Ella asiente sin poder abandonar por completo el rastro de la enfermedad río abajo. Aunque en el tope de sus preocupaciones sigo estando yo, da igual el bullicio de problemas que puedan suceder alrededor. Mi decisión de ser quien busque el corazón de la bruja no la tiene nada tranquila. Como ya dije, sus miedos más fuertes radican en lo que no puede controlar, y lo oculta bastante bien.

El trayecto se vuelve una revelación tétrica.

La aberración supera la realidad. Un cáncer silencioso se desplaza entre la red de micorrizas, devastando y consumiendo la existencia más antigua y de la que depende todo. El balance natural no solo se ha salido de control, se encuentra en decadencia, bailando en la cuerda floja sobre un abismo de nada. El Pilar y sus alrededores son el foco central, y avanza tan rápido que nos es imposible detectarlo. A pesar de que el paisaje a penas y ha cambiado en algunas zonas, y que la helada ha hecho su parte retrasándolo, bajo tierra la gravedad de la situación comienza a exteriorizarse.

El lago fue lo primero que vimos, pero el recorrido es una travesía doliente para los que tenemos una sensibilidad especial con la naturaleza. Los humanos no pueden percibirlo hasta que la venda de sus ojos se cae, en cambio, en mi caso más específico, el tacto me lleva a un viaje fugaz de percepción y angustia. Nada late en la corteza del árbol, ni siquiera el débil lamento de la extinción.

Nunca imagine que vería un lugar tan lleno de vida en un deplorable paisaje referente a la corte a la que pertenezco, aunque no, es peor, la corte oscura podía sentirse los arañazos de la naturaleza en su ferviente intento por sobrevivir, aquí algo falta. Ni siquiera la magia helada funciona como impulsador, solo queda el vacío que deja la enfermedad.

¿Sentirá Yira lo que sucede? Su conexión es más fuerte que la mía, intento encontrar esa chispa que corre mis dedos cuando intento sanar y no hay nada. Cada árbol que alcanzo a tocar es hueco, ni la enfermedad está allí para ser depurada. Devora y regresa a la red para continuar su camino de insaciable hambre y pestilencia.




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