Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 37: Adiós

Capítulo 37:

Adiós

Kevin

La sensación de que la pesadilla creada por Maritza está por ser realidad altera mis nervios. Dar vueltas sin parar por la sala a espera de que Yira decida despertar… Quizás, está atrapada en alguna creación de la bruja. No deja de aumentar mi inquietud, el mundo a su alrededor se deshoja como un árbol en otoño.

El tatuaje en su brazo, ese árbol que, según mi hermano, es un roble de corteza negra y abundantes hojas verdes, como los ojos de los selváticos. Es una línea directa con el corazón de Encantus, como si cada selvático fuera una red extendida de su poder sobre la tierra. En consecuencia, todo lo que está afectando a la tierra de las hadas ella puede sentirlo con mayor intensidad, nada en comparación con el resto.

El árbol ha cobrado vida, tiene un singular brillo que se agita en pequeñas mareas por el resto de su cuerpo, y algo más… las cicatrices ocasionadas por mi hermana se desvanecen, siguen allí como una delicada coraza. Parece que el origen de su magia hace reestructuras en su apariencia, así como el invierno hizo conmigo.

—No puedes odiarla para toda la vida —dice mi hermano antes de darle una mordida a su sándwich.

Camina con mucha calma por el medio de la calle bajo el escrutinio temeroso de los habitantes de cada una de las casas. Los pocos autos estacionados, cada negocio cerrado, el pilar se ha vuelto un lugar desolado donde solo reina el miedo.

—Si puedo —seguir intentándolo. Aunque me aferro a todo el mal que me causo, la ira que todavía me controla en ocasiones, es inevitable no verme arrastrado a la otra parte de la historia donde ella también fue una víctima. Me cuesta dejar ir el pasado, no importa que tantos méritos ella haya conseguido en estos últimos años.

—No te escucho tan convencido como intentas proyectar.

Ningún condenado a la vista, lo que es peor, ¿Dónde están? ¿Por qué no siguen acechando las calles? Casi nos matan cuando llegamos, y luego no pasó nada más una vez que estuvimos dentro.

—Para ti siempre ha sido más fácil olvidar.

—No se trata de olvidar, prefiero no enfrascarme en el pasado.

La plaza está cerca, donde se encontraba la iglesia del pueblo ahora es solo una estructura deforme que ha destruido cada distintivo de religión, reemplazando todo por rocas y una vegetación negra.

—Intento matarte en varias oportunidades, creo que en una casi lo consigue —le recuerdo. Yira tiene un historial de errores que nadie podría superar. No para mí.

—La odié en su momento, Kevin. Aunque, fue más miedo que odio lo que sentía —admite con un encogimiento de hombros. Le da otra buena mordida, retoma con la boca llena—. Nada va a justificar lo que hizo, pero ten en consideración que estaba sola, quien creía que era su madre fue asesinada por nuestra hermana, tenía a la bruja en su cabeza en cada instante, aprovechándose de lo frágil y manipulable que era. Me pareció que merecía una segunda oportunidad y se la he dado. Somos buenos amigos ahora, nos cuidamos la espalda.

Eso es más que evidente, se invirtieron los papeles, antes yo era su mejor amigo, ahora él ocupa mi lugar. Cris y Yira nunca fueron tan cercanos y ahora él se desvive por la integridad de quien más nos hizo daño, aunque mi madre se ganó ese primer lugar, más que Yira.

Todo sucede tan rápido que no hemos tenido tiempo de hablar de nuestra madre, de su muerte y como nos ha afectado a cada uno por separado.

—Conozco esas plantas —cruzamos la calle, y se apresura a subir los escalones.

El pilar ha sufrido tantos cambios desde que la hermandad se instaló de este lado del mundo, que es un recuerdo lejano toso lo que vivimos antes de se revelara la verdad de nuestra descendencia. La hermandad es una plaga que se extiende a pasos avanzados, y no estoy seguro de que podamos detenerla.

—Es el comienzo de lo que vi. Mejor alejémonos.

La abuela estaría muy molesta porque hemos abandonado la casa. Más cuando, las noticias no dejan de llegar. La creciente aparición de esas hadas condenadas, grotescas y hambrientas de magia como esa cueva, como todo lo que representa a la hermandad en realidad. Cada extensión de Maritza y Agadria juega un papel importante a fin con el objetivo que intentan alcanzar, en perfecta relación con el agotamiento de la magia pura que da equilibrio a la naturaleza, y toda criatura que dependa de ello. Han conseguido sobrevivir en territorios inhóspitos a los que el resto no podrá acostumbrarse a corto plazo, pero que al final deberá doblegarse sí perdemos. Se han esparcido por los pueblos vecinos.

—¿Qué viste? —retrocede, no por mí, la enredadera que envuelve a cada árbol y de lo que queda de la iglesia se desborda hacia la carretera, como si sintiera el latente poder que corre por nuestras venas.

—La enfermedad tragándose a todos en el pueblo. Una amenaza de la bruja —voy hacia la otra esquina.

Puedo entender la ausencia de los condenados, la enfermedad por sí misma no tiene rival para cumplir su cometido.

—Como la detenemos —inquiero con un ápice de esperanza balanceándose ante el abismo.

—Apenas y pudimos escapar entre todos, el fuego creo que ayudo mucho. En realidad, sacamos a Idris y huimos mientras se pudo —su sinceridad deja caer mi esperanza al vacío. Esperaba una mejor respuesta, no lo que ya sé, que estamos completamente jodidos.




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