Capítulo 39:
Ruina
Gerald
Nunca me había sentido completamente desconectado del poder que recorre mis venas, como si un trozo de mí se hubiera roto, quebrantado por unos eternos momentos de inconsciencia y pesadillas demasiado reales como para no prestarle atención.
Las posibilidades nefastas arrojadas por la bruja han equilibrado la balanza a su favor, a pesar de la muerte ocasionada por mis manos, no hay otra forma de describirlo lo que sucedió. El corazón de la bruja estaba tan vivo como ennegrecido, una parte de ella, la más inocente y primordial estaba estrechamente ligada a ese pequeño músculo cosechado por siglos para mantenerla unida a este mundo. Ese trozo de alma representaba su humanidad, la niña y joven que una vez fue y que le impedía la realización de una criatura nueva, alcanzar un nuevo comienzo sin las ataduras de un ser tan frágil como lo son los humanos, con una expectativa de vida tan corta.
El corazón de Maritza ha dejado de latir, y eso debería haber acabado con ese ser, por el contrario, solo he cortado un delgado e insignificante hilo de su existencia. Su dependencia al frágil y oscuro corazón humano la debilito y la desligo por completo de su humanidad. De alguna manera metafórica ella murió, la bruja acabo un ciclo y se ha trasformado en algo más. En otras circunstancias podríamos tomar ventaja, la realidad, nuestras vidas dependen de lo rápido que podamos ir con la hermandad.
Maritza habrá tomado en consideración que, aunque las hadas vivimos algunos siglos, no significa que estemos exentos de la muerte a cualquier edad. Además, ahora que ha transcendido de lo intangible a lo tangible, estará consiente de que es más fácil acabar con su nueva vida de manera definitiva. Que desde que ha encarnado en un trozo de piel que no es suyo ha sellado el trozo de alma que decidió conservar a la inexistencia absoluta.
Quizás lo ha previsto, no es una mujer tonta, aun así, se abre una brecha de posibilidades, a lo único a lo que nos podemos sostener.
Con mis manos habiendo probado la muerte no puedo rendirme, mitad del trabajo ya está hecho. En ese nuevo cuerpo que la bruja ocupa solo hay una cavidad vacía, todo lo que la ata está ligado a Agadria, ella ahora es la fuente de su existencia.
Ir de regreso sobre nuestros pasos no es una opción. Los Duants se han levantado sobre los huesos de las hadas inclinadas ante la hermandad. Una rasgadura en el orden natural de la existencia misma.
El camino más viable es ir hacia Encantus, por esa única puerta que aún se mantiene abierta.
—¿Por qué tengo la ligera sensación de que en vez de mejorar nuestra situación la hemos empeorado? —gruñe la serpiente, el siseo de su lengua contra sus labios paralizaría a Mafer. Dejo que los pensamientos viajen hasta ella, la imagino furiosa al intentar entrar a la cueva y no conseguir hacer camino ahora con las criaturas encarnadas. La frustración arrugando sus labios, y la preocupación ardiendo en sus ojos.
—No es así. Ellos han sido más rápidos que nosotros —replico. La bruja y el hada oscura han sabido jugar sus cartas, siempre teniendo un paso delante de nosotros. No es para menos, años de planificación para que un grupo de herederos frustren sus planes con facilidad sería un insulto a sí mismas.
Idris se agotó al extremo de ser un peso muerto, Carmín la arrastra sin contemplación ni delicadezas por los pasillos de la cueva, como un cascarón vacío que no encuentra como conectarse a la magia. Además, la enfermedad es una semilla incrustada en su subconsciente, solo hace falta que la bruja la haga echar raíces y no será más que abono para la infectada tierra de Encantus.
Lo que ya había comenzado, ya ocupó su lugar, el orden de la naturaleza se va a pique, la magia elemental está siendo corrompida desde la fuente, puedo sentir como la tierra gime con gritos de auxilio.
—¿Rápidos? Nah, nos usaron en todo momento para alcanzar la gloria de una u otra manera. Lo único que ustedes han logrado fue retrasar que dos locas desquiciadas se autoproclamaran reinas de Encantus.
—No hay que desanimarse, Carmín.
Dar, apenas avanza entre gemidos atascados entre sus dientes mientras sostengo la mayor parte de su peso. La pérdida de sangre es alarmante, conseguir cerrar la herida, mi magia fluctúa sin llegar a estabilizarse después de haber destruido el corazón de la bruja. De momento no soy más que otro cascarón vació que se aferra a los delgados hilos de magia que me unen a mi corte agonizante. El elfo no tiene fuerzas para sostenerse por sí mismo. Necesita atención de un sanador lo antes posible, y vamos en busca de ello.
Carmín podría hacer algo, pero la necesitamos con todas sus fuerzas para salir de aquí. Estoy seguro de que cada uno de nosotros siente como el poder se escapa entre los dedos.
El fin de un corazón acabo con la hambrienta cuerva como se conocía, no antes de tomar lo suficiente de cada uno de nosotros para que ya no seamos una amenaza para la hermandad.
—¡Ja! Sí que eres un elfo optimista —sigue tirando de Idris sin contemplaciones—. Medio muerto, pero con la esperanza intacta. ¡Que teman esas dos reinas porque nos arrastramos para alcanzar sus cabezas!
—Esa es la actitud —la risa lo hace doblarse y nos tambaleamos un poco.
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Editado: 10.02.2025