Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 43: Ceremonia

Capítulo 43:

Ceremonia

Gerald

Esperar por la bruja me hace recordar que no tengo idea de lo que debo hacer para crear el vínculo matrimonial. Siempre hui de estas formalidades. Mi madre intentó casarme convenientemente para el reino oscuro, asegurar la estabilidad de la corte. De alguna manera siempre me alejé de las responsabilidades, sentía que ocupar el trono no era mi lugar y detesto que dirijan mis decisiones, aunque algunas sean errores garrafales, como el ahora.

Evadir ese tema y aprendizaje se convirtió en uno de mis mayores logros.

También eludí un montón de ceremonias a las que debí asistir, y logre evadir con cualquier excusa. Ahora, no estoy muy seguro de rumbo tome la celebración. Preguntarle a Kevin, el cómo había sucedido era más informativo que inmiscuirme en lo que evidentemente no fue su decisión sino que sucedió. Suele pasar, en ocasiones las emociones entre dos personas son tan fuertes y reales, que el vínculo aparece.

Dudo que esa estrategia pueda funcionarme, él estaba preocupado a muerte por Yira, el miedo de perderla de una manera definitiva influencio el vínculo. Queda claro que no la odiaba tanto como aseguraba. No es como si a mí me preocupe la vida de Maritza, este odio que quema por dentro es muy real, me cuesta mantenerme tranquilo para que mi rostro no exprese todas las maldiciones que se aglomeran en mi mente.

Mantenerme tranquilo y paciente, es más difícil de lo que imagine, me sudan las manos y no consigo mantenerme en un mismo sitio mucho tiempo. En otras circunstancias, podría ser los nervios de una unión de por vida, si realmente me estuviera casando con la mujer que amo, por el contrario, todo se debe a que hay demasiado en juego, a que Carmín y yo estamos haciendo algo muy arriesgado.

«Irá bien. Lo vamos a conseguir.»

Maritza ha recreado un evento social carente de emociones. Los Duants no encuentran diversión en una formalidad que pudo haber sido íntima. No ha comenzado y parecen inquietos por encontrar algo que satisfaga las travesuras no realizadas por años, la intromisión de algún enemigo que les permita un revuelo. Organizados en pequeños grupos de dos o tres, escudriñan entre los árboles y las sombras, pero aquí no hay niños con los que jugar, a los que incitar.

Los únicos externos a la hermandad, quizás ya no tanto, son Bianca y algunas hadas de invierno que ha traído consigo, los Duendes de su corte y el resto de los invitados son los fieles a la hermandad.

Estoy en medio de una trampa mortal. No es algo que hubiéramos previsto, la bruja no es estúpida, sabe muy bien que falto a su palabra y puedo hacer lo mismo.

Los robles que representan diferentes entradas a las cortes, es el lugar elegido para una unión, una condena, son una media luna a mi espalda. Un par de condenados se realiza una incisión en el brazo y se mueven formando un amplio círculo con las gotas de su envenenada sangre, hasta limitar el espacio en el que puedo moverme.

La hierba pierde su coloración característica, la fetidez es fuerte y parezco ser el único afectado por ello.

Bianca, luce una exuberante corona de altos picos de cristal, que nunca llegue a ver en la antigua reina, sonríe. Se balancea sobre sus piernas con la destreza de una bailarina, deja un rastro de hielo.

—Debes ir aprendiendo amar los cambios de la nueva era de Encantus, Gerald—. Las carencias de emociones en sus ojos de un azul casi blanco no coordinan con la jovencita de invierno que nos ayudó hace algunos años, es como tener a una persona completamente diferente frente a mí—. Me alegra saber que te unirás a la hermandad.

—Creí que invierno se había redimido.

—Gina lo hizo, pero algunos solo esperábamos nuestro momento.

—Ya veo.

Desvió la mirada en busca de Carmín, ¿por qué se demora tanto? ¿Y la bruja? Ya quiero que acabe, sin importar el desenlace.

—No te preocupes, a pesar de que tu familia y amigos no respondió al llamado, estarán presentes para acompañarte.

Las sombras bailan en mis ojos, siento como el tono plata se desvanece. Ella sonríe, complacida de haber ocasionado una emoción real en mi impasible rostro. Con una línea y el escozor de la enfermedad de por medio, se percata del desastre de mi ropa, de la suciedad en algunos lugares y su mirada se enciende, intenta darle forma a la capa de hielo en su mano, pero no lo consigue.

Le dedico una sonrisa ladeada, no está al nivel de ser una reina.

—Eres débil —quiero preguntar a lo que se refiere. Estoy seguro de que nadie vendrá, sin embargo, hay una forma de que suceda y es peligroso para el plan en curso. Muy peligroso.

—No lo soy.

—Kevin lo hace mejor que tú —lo que sea que intentaba crear en su mano se desvanece, un látigo de frío me golpea el abdomen. Desvió un poco la mirada al ver a Carmín ocupar una de las sillas, en la primera fila, donde se supone deberían estar mis parientes.

—¿Sabes dónde se esconde? Lo sabes. Asumí que no podría estar muy lejos, aunque se oculta bien. Se esconde, como el niño que no ha dejado de ser.

—Kevin atiende sus prioridades.

—¿Prioridades, dices? ¿Qué puede ser más importante que la corte? —niego, porque, aunque sus preguntas son acertadas, no son excusas para lo que ella ha hecho—. Pero que puedes saber tú, que has evadido tus responsabilidades desde… siempre.




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