Encantus. Alas negras (libro 1)

Una daga... Un desconocido

Capítulo 7 
Una daga… Un desconocido


Son pasadas las 5:00 de la tarde.  
Hemos perdido el día de clases, mi madre y abuela  
estarán furiosas. Ni hablar del padre de Shema. 
Además de eso, no hemos llegado a casa en todo el día.  
Después de visitar a la abuela de Tony, fuimos a la  
biblioteca en busca de un poco de información. No  
encontramos nada que nos sirviera, todo lo que dicen los  
libros y la internet es la coloquial historia criaturas  
fantásticas representada en forma de hermosa mujer con  
alas de mariposa, encargadas de proteger la naturaleza y  
ayudar a las personas, aunque, algunas culturas les  
atribuyen capacidades mágicas, nada concuerda con la que  
estuvo a punto de matarme. 
La tensión en el auto es insoportable. Shema y Tony  
están de muy mal humor por no poder participar en mi  
suicida aventura, y mi hermano no quita de su rostro esa  
sonrisita de satisfacción, que solo agrava la situación. 
Me dedico a mirar como los árboles son solo una mancha  
de color verde a medida que el auto avanza por la carretera  
de tierra. Lo más seguro es que termine mareada cuando  
llegue a casa, pero es mejor que ver los ceños fruncidos de  
mis amigos, y la sonrisita burlona de mi hermano.

Pasar por el frente de la casa de esa hada, hace que mis  
recuerdos afloren en mi mente, perturbando mí ser. Pero  
hay algo más, mis ojos vislumbran un movimiento en una  
de las ventanas, el auto sigue en movimiento, bajo el vidrio  
y saco la cabeza para mirar la ventana de la casa que dejo  
atrás, un escalofrío me recorre la espina dorsal, ella está de  
espalda pero aun así me observa, ella está de espalda pero  
me observa, los perpetuos ojos de sus alas me observan.  
Una amenaza sin palabras. 
El auto se detiene con brusquedad y me golpeó la cabeza  
con el borde de la puerta del auto. Ahogo un gemido de  
dolor. 
—¿Porque sacaste la cabeza? —pregunta Shema, con  
una ceja elevada. 
—Quería ver algo —digo. 
—¿Qué querías ver? —Tony mira hacia atrás y fija la  
vista en la casa del hada que asesiné. 
—Nada —ellos me miran, si no salgo del auto tendré que  
contarles lo que vi y eso no ayudará mucho—. Hasta  
mañana —digo mientras empujo a Cris fuera del auto. 
Abro la puerta de la casa. Mi hermano entra pero una  
mano en mi hombro me detiene. Al girarme veo como Tony  
se hace camino a la casa del hada, y Shema está a mi  
espalda. 
—No creo que sea una buena idea que vayas a ese lugar  
solo con tu hermano —dice muy preocupado, y en voz baja. 
—A mí tampoco me parece bien. Pero va a ser difícil  
dejar atrás a Cristian —observo de reojo como Tony se  
mueve por los alrededores de la casa. 
Me pone nerviosa lo cerca que se encuentra de la  
ventana donde hace unos minutos, vi a esa niña. ¿Qué será  
capaz de hacer si la descubren?, alejo esos pensamientos. 
—Me da mala espina la insistencia de la abuela de Tony  
en que lleves a tu hermano, no sé porque, pero hay algo que  
no termina de convencerme, y no son las hadas —aclara.

—Sí a mí también me dio como malas vibras, pero todo  
está ocurriendo tan rápido… Todo, completamente todo es  
una maldita locura. 
—Ni que lo digas —expresa. 
—Se hace tarde, tu padre no estará muy feliz —le  
recuerdo. 
Tony camina de regreso con la mano entre los bolsillos  
del pantalón, observa sobre su hombro un par de veces  
como cerciorándose que no hay nada en la casa. 
—Cierto —, me da un fuerte abrazo—, hasta mañana. 
—¿No hay un abrazo para mí? —sonrió. Tony viene con  
los brazos abiertos. No parece haber encontrado nada. Qué  
alivio. Me presiona demasiado fuerte, y lo golpeo en la  
espalda. 
—Tu siempre tan delicado. 
—Ya me conoces —retrocede para ir al auto. 
—Maneja con cuidado —digo antes de entrar a la casa. 
Dejo que mis pies me guíen hacia la cocina, donde mi  
hermano se enfrenta a un interrogatorio por parte de la  
abuela, me detengo y escucho como trata de convencerla de  
que estuvimos con los chicos, cosa que no es mentira, pero  
la parte de que estuvimos en casa de Shema jugando  
videojuegos si lo es.  
Suspiro teatralmente antes de entrar, y enfrentarme a  
semejante suplicio. 
Al cruzar el umbral, mi abuela fija su atención en mí. 
—¿A dónde fueron? —sus ojos ámbar parecen estar  
leyendo a través de mis ojos. 
—Estuvimos pasando el rato con los chicos, en casa de  
Shema —me observa por unos largos segundos, y estoy casi  
segura que me agarrara en la mentira, por algo dicen que  
las mentiras tienen patas cortas, y no soy muy buena en el  
tema.  
Ella asiente y siento como mi cuerpo se relaja. Aunque  
en el fondo sé que no se ha creído ni una palabra de lo que  
he dicho. 
—No fueron al colegio —dice la abuela.

—No teníamos ganas de ir —miento. 
Ella vuelve a prestar atención a lo que supongo estaba  
haciendo antes de que llegáramos, mi hermano comienza a  
hojear los libros de recetas que la abuela tiene esparcidos  
por la mesa, me dejo caer sobre una de las sillas, y hago lo  
mismo que él. 
—¿Dónde está mamá? —pregunto con la esperanza de  
que haya vuelto hacer la misma de antes. 
—En la habitación de Kevin, sumida en el dolor —dice  
mi abuela, con cansancio. 
Ambas nos quedamos en estado de shock al ver como  
Cristian tira contra la mesa unos de los libros y sale sin  
decir nada. No comprendo que le ocurre hasta que alcanzo  
el libro, que ha aventado, un volumen de recetas de postres  
que la abuela siempre usa para los pasteles… y comprendo  
su reacción. 
—¿Realmente crees que va a celebrar su cumpleaños sin  
Kevin? —me cruzo de brazos.  
Solo a mi abuela se le ocurre. ¿En que está pensando? 
—Pensé que una celebración nos caería bien a todos — 
.Ladeo la cabeza con disgusto, mis hermanos cumplirán  
año dentro de unas dos semanas, y sin Kevin Cris jamás lo  
celebrara. 
—Si Kevin no está de vuelta para entonces, no habrá  
ninguna celebración —ella asiente dándome la razón. 
Apenada. 
—Pero tiene que acostumbrarse, María Fernanda —la  
miro molesta, no quiero que lo diga, ya tengo una manera  
de llegar a él, y lo voy a traer a casa— ya tu hermano no va  
a volver, una vez que entras a ese mundo no puedes salir. 
—Pareces saber mucho al respecto, quizás podrías  
explicarme cuál es tu relación con esas cosas allá fuera — 
digo muy enojada. 
—De nada serviría cariño —llena de frustración le doy  
un fuerte golpe a la mesa de madera, mi mano palpita de  
dolor en respuesta, pero no me importa, quiero entender lo  
que está pasando.




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