Encantus. Alas negras (libro 1)

Corte de primavera

Capítulo 9: Corte de primavera

 

Nos alejamos corriendo de ese lugar.  
 

Me dejo caer de rodillas al lado de un árbol, mi  
respiración sigue agitada, y el dolor de mi cabeza aún no  
ha cesado. Siento que me va a explotar, y por momentos se  
me nubla la mente. 
 

—¡Mataste a un duende! —exclama Suri sin poder  
creerlo. 
 

La miro con desconcierto, ya que no comprendo la  
admiración que muestra en su rostro y ojos. Soy una  
asesina, ¿quién en su sano juicio admira tal hecho? 
 

—¿Un duende? —la interrogo aun jadeante. Respiro  
lentamente para oxigenar mi cerebro. 
 

—Sí, ese era un duende, uno muy malo, comen niños  
humanos para alimentar su magia o algo así, es como una  
especie de ritual. Pertenecen al reino oscuro, trabajan para  
esas malvadas hadas oscuras —me quedo con la boca  
abierta, al igual que Cris. ¿Cómo que comen niños?,  
entonces, Kevin podría estar muerto. ¿Eso quiere decir que  
todos los niños que han desaparecido en el pueblo fueron  
comida para los duendes?, la abuela de Tony ya me había  
advertido sobre eso, pero es difícil asimilarlo cuando un elfo 
te lo afirma—. La guardia estará muy feliz de encontrar a  
esos tres duendes, le han estado dando caza desde hace  
algún tiempo. 
 

— ¿Por qué? —pregunta mi hermano sin salir de su  
asombro.

—Porque raptan a niños humanos, y ese es uno de los  
delitos graves aquí. 
 

—¿Cuál es el otro? —pregunto. ¿Qué puede ser peor que  
eso? 
 

—Comerse a los niños de nuestra propia especie. 
 

—¿Quién haría tal cosa? —Cris hace una mueca de  
horror. 
 

—Las hadas oscuras deben su poder a la sangre de  
fuertes linajes. Para ser más específicos la sangre real. 
Bueno eso es lo que se dice. 
 

—Así que es… como en los cuentos—digo con desdén. 
 

Ella asiente. 
 

Es que acaso no puedo estar en más problemas, primero  
extingo la vida de un hada oscura, una des peligrosas en  
este retorcido mundo y como si fuera poco ahora elimino a  
uno de sus lacayos. Creo que las posibilidades de que  
vuelva a casa con vida son mínimas. 
 

—Gracias por defenderme —dice Suri. 
 

—No tienes nada que agradecer, eres muy lista. 
 

—Tú también, realmente no pensé que pudieras batirte  
en duelo con un duende, me has dejado muy sorprendida. 
 

—No eres la única —ni siquiera puedo asimilar lo que  
acabo de hacer. 
 

De donde sale tanta habilidad y fuerza, de pequeña tome  
algunas clases para defenderme pero tengo años que no las  
uso; y ahora es como si mi cuerpo supiera justo donde debo  
golpear para arrebatarle la vida a alguien. La simple idea  
me aterra. 
 

Estamos al pie de una pequeña cascada, el agua cae  
hacia un orificio que parece no tener fondo. Es lo más  
extraño que he visto en mi vida, realmente el agua está  
cayendo a un hueco oscuro.  
 

Suri camina y se detiene en la orilla, gira la vista hacia  
mí, y dice: —debemos saltar. 
 

Mi hermano y yo cruzamos la mirada, nos ponemos en  
pie y nos acercamos a ella.

Me aterro al ver que el agua de la cascada se pierde de  
mi vista al caer al orificio, es oscuro y no tiene fondo. ¿Es  
que acaso esta niña está loca? ¿Cómo se le ocurre que  
vamos a saltar? 
 

No tengo tiempo de sentarme a discutir con ella esa loca  
idea, ya que nos ha tomado de las manos y ahora estamos  
cayendo. Al principio siento como si mi cuerpo fuera una  
pluma zigzagueando en el aire, pero luego es como si la  
gravedad me reclamara y mi cuerpo es atraído por lo que  
sea que este al final. 
 

Mi cuerpo se impacta contra un manto azul en el que nos  
sumergimos, abro la boca y burbujas salen de ella, estoy  
rodeada de agua y no puedo respirar. Veo como Suri y Cris  
patalean dentro del agua para salir a la superficie, me  
impulso hacia arriba con mis pies, los pulmones me arden  
reclamando oxígeno.  
 

Tomo una bocanada de aire cuando salgo a la superficie,  
por largos segundos me concentro solo en mantenerme a  
flote y respirar. La luz del sol me cubre el rostro, me  
encandila por largos minutos, extiendo la vista a mí  
alrededor y estoy en el medio de un gran lago, rodeado por  
un espeso, brillante y colorido bosque. Busco a los dos  
chiquillos que me acompañan y ya están cerca de la orilla,  
nado hacia allá. 
 

—¡Estás loca! pudimos haber muerto —exclamo al salir  
del agua. 
 

—Es uno de los tantos pasadizos que existen en este  
mundo. Nos ayudan a movernos con mayor rapidez en estas  
extensas tierras, tuvimos mucha suerte con dar con él, ya  
que es bastante difícil encontrarlos —se defiende la niña  
elfo, encogiéndose ligeramente de hombros. 
 




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