Capítulo 15: Reino de hielo
Mafer
Mi alma libre de ataduras terrenales.
Con una sonrisa plasmada en mis labios, subo sin
detenerme las escaleras que parecieran no tener fin, con la
inquietud de saber que se encuentra al final del último
peldaño de tan deslumbrante escalera. A medida que mis
pies se deslizan por los dorados peldaños, dejo que mis
manos acaricien el brillante barandal envuelto en rosas
blancas, mis dedos recorren el tallo del rosal pero sus
espinas no me lastiman, en cambio siento como si una
inmensa paz se apoderada de mi ser, de una manera
inexplicable, mi alma se siente llena con solo rozar el tallo
espinoso de las rosas. Me detengo anonadada por la
inmensa belleza que se extiende ante mis ojos, un paraíso,
no encuentro otra palabra para describirlo.
Dos inmensas rejas doradas se abren ante mí, dándome
la bienvenida, acogiéndome en su frondosa tierra. Mis
piernas se mueven por tan hermoso lugar, hay personas
aquí, todas sonrientes, la felicidad que cubre este lugar me
contagia de tal manera que de mis labios nace una radiante
sonrisa, y me siento parte de este lugar tan maravilloso,
como si le perteneciera. Extendiendo mis brazos y comienzo
a girar, con la vista a lo que creo es el cielo, solo que no es
azul como lo recuerdo, este es brilloso, como si estuviera
expuesta directamente a los flamantes rayos del sol.
Una voz fuerte pero al mismo tiempo delicada se escucha
por todo el lugar, me detengo desconcertada y busco con la
mirada de donde proviene la voz, pero lo único que alcanzo a ver es a las mismas personas tranquilas y sonrientes,
como si no estuvieran escuchando a aquella voz.
—Aun no perteneces aquí, debes volver —mis piernas
me tiemblan y caigo al suelo con el alma destrozada, no sé
porque pero tan solo el escuchar que tengo que volver, es
como si me estuvieran torturando, no quiero volver, quiero
quedarme en este lugar tan bonito, donde no hay maldad,
donde no hay odio, donde solo se respira paz.
—No quiero volver —si pensarlo mis labios articulan
palabras, y antes de dar un último vistazo a tan hermoso
paraíso, estoy frente a esas rejas doradas, solo que esta vez
no se abren para darme la bienvenida ahora se cierran en
mis narices dándome una despedida.
Corro hacia las rejas que se cierran en el momento en
que mis manos se aferran a ellas, y suplico porque me
permitan entrar. Entonces una fuerza invisible ante mis
ojos me lanza al vacío, veo como las rejas se pierden de mi
vista al igual que las escaleras que en algún punto ya no
están, y mi alma es abrazada por una sofocante oscuridad.
—Cómo es que un hada oscura ha penetrado en mis
dominios… —la voz alterada de Priscila la reina de la corte
de otoño me despierta de los brazos de tan acogida
oscuridad —sin que la guardia se dé cuenta.
—Mi señora… —dice la voz de Fernando intimidado.
Me dan ganas de reír con todo mí ser pero cuando intento
moverme aun con los ojos cerrados, un fuerte dolor se
extiende por todo mi cuerpo, y todo lo ocurrido pasa por mi
mente, la niña hada en mi celda, mi cuerpo literalmente
molido por el impacto contra la pared, su sonrisa
maquiavélica, la serpiente enroscándose en mi cuerpo y
luego siseando en mis narices, y sus ponzoñosos colmillos
enterrándose en mi piel. ¿Cómo es que sigo con vida,
después de la mordedura de una serpiente tan cerca del
corazón?
Según la poca información que manejo sobre el veneno
de las serpientes, el veneno debió deslizarse por mi cuerpo
en cuestión de segundos, y siendo en el pecho debió haber paralizado mi corazón mucho más rápido. Imágenes
borrosas se posan ante mis ojos cerrados, mostrándome un
lugar inimitable en la tierra, del cual no me quería alejar,
pero que me obligaron a abandonar.
—No quiero excusas —lo interrumpe la reina —lo que
necesito son acciones, esto no puede volver a suceder —
pasos firmes se alejan.
Mis parpados están pesados, pero aun así me obligo a
abrirlos, al principio todo esta borroso y mi cabeza da
punzadas de dolor, sin embargo después de unos segundos
mi visión se vuelve clara y lo primero que ubican mis ojos
dorados es a los tres guardias, sus miradas frívolas y
despiadadas como diciendo: todo es culpa tuya —en parte
quizás lo sea—, pero si ellos me hubieran dejado en el
bosque y no me hubieran traído hasta aquí, quizás nos
hubiéramos ahorrado tantos bochornosos momentos así
que en parte es culpa de ellos también.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Caín con el ceño
fruncido y un poco molesto.
—Nada bien, me duele todo el cuerpo —digo con
cansancio.
—Es de esperarse, casi mueres por el veneno de este
animal —no sé de donde lo saco, pero de mi garganta se
escapa un grito desgarrador, en el momento en que esa
serpiente se enrosca en el brazo de Dar, los tres mantiene
sus miradas en mí. Por mi reacción irracional ante la
serpiente, he movido drásticamente mi cuerpo, es como si
miles de agujas estuvieran perforándome la piel—. ¿Por
qué tanto escándalo? Es solo una serpiente.
—Solo aleja eso de mí. Sácala de aquí —digo
completamente aterrada.
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Editado: 19.05.2022