Encantus. Alas negras (libro 1)

Capítulo 20: Juicio

Capítulo 20:
Juicio


Mafer

Mi mente gira en torno a la oscura fantasía que ahora es mi vida, a decir verdad no tengo idea de lo que voy hacer de ahora en adelante.

No quiero ni pensar cómo debe estar mi madre y mi abuela, pero solo puedo imaginármelas de una sola manera: a mi madre apresada en la perdida, en una 
depresión que se la consume lentamente, quizás buscando una explicación por la extraña partida de sus hijos aunque me parece que su mente no debe estar buscando ninguna explicación, su mente debe estar vacía y perdida cómo en esos días después de la desaparición de Kevin. Me la imagino con la mirada perdida en la habitación de los gemelos y la mía.

En cuanto a la abuela, supongo que hizo lo que pudo para ubicarnos, y hasta para comprender el que nos fuéramos sin decir adiós, pero al final la veo vencida, derrotada, con alguna mínima esperanza de vernos cruzar el umbral de la casa, pero aun así consciente de que lo más seguro es que nunca volvamos a casa.

Hasta a mí se me hace difícil pensar en el que jamás volveré a casa, en que jamás volveré a ver a mamá, ni a la abuela. Suspiro desganada ante mi situación, le he declarado la guerra a una reina y mi único aliado está en su reino, por donde lo vea me encuentro acorralada. Pasos firmes me devuelven a mi sombría realidad, una celda oscura y fría, me incorporo de inmediato y la cama ni siquiera cruje ante el brusco movimiento, es como si estuviera recostada en una cama de piedra.

Mis oídos detectan los bruscos movimientos que produce la llave en la cerradura de la puerta, fijo la mirada en ella, a la espera, la hora ha llegado ya no hay marcha atrás. Pero de todas las personas que seguramente están en este castillo tenía que ser justamente él quien viniera por mí.

Mis dorados ojos se deslizan por los estragos que propiciaron mis habilidades, una obra de arte pincelada en los lugares de su piel, no puedo evitar extender una flamante sonrisa de satisfacción, cosa que no parece agradarle mucho.

—Andando —ruge.

Dejo la fría cama, y salgo fuera de mi celda. 
No hay nadie más que él y yo en los tenebrosos pasillos —comienzo a sentirme nerviosa, es como si no hubiera ni un alma en todo el castillo—, sus grotescos labios dibujan una sonrisa al verme salir sin oposición, mientras que el asco se atasca en mi garganta.

Pensé, que quizás Gerald fuera quien viniera por mí, imagine que querría asegurarse de mi puntual asistencia a mi propio juicio, pero no, en cambio tenía que enviar al imbécil que intento tocarme. 
 

Avanzo despacio, mientras que él cierra la puerta —ente más distancia exista en medio de ambos, mucho mejor—, su fuerza bruta me toma desprevenida, y casi dejo los dientes en el piso.

—Levántate —gruñe.

Respiro con dificultad con la vista clavada en el piso, una leve sensación de dolor proviene de mi rodilla derecha, tomo fuerza en los brazos para impulsarme y ponerme en pie, pero no lo logro ya que él me pone en pie de un solo jalón de cabello, en esos malditos segundos mi cabeza comenzó a palpitar de dolor.

En medio de la ira y el dolor lo único que se me ocurre decir: — ¿no te es suficiente la marca en el cuello y el brazo? —y por no medir mis palabras, o como dice el dicho no pensar antes de hablar; mi cuerpo recibe la furia del hada guerrera.

Dejo escapar un grito ahogado, al sentir el impacto de mis costillas contra la pared, sus manos ejercen fuerza en mi cuello y por más que intento retirarlas no soy lovsuficiente fuerte para él. El poco oxígeno que reguardaban mis pulmones es expulsado por mi boca en mi desespero por liberarme, y ahora no queda nada, solo mi cuerpo al que se le escapa la vida. Escape

—Te ahorrare la sentencia de la reina —susurra muy cerca de mis labios, que deben estar tan morados como una ciruela. Hoy, como nunca mis locas habilidades parecen estar dormidas, o de vacaciones.

—Libérala José —la voz de Gerald es como un cántico para mis oídos. Pero el muy desgraciado no afloja el agarre de mi garganta, mi visión cada vez está más borrosa y siento que en cualquier segundo voy a quedar inconsciente o mejor dicho estaré muerta—. Es una orden —gruñe el príncipe.

Caigo como piedra contra el piso, tomo grandes bocanadas de aire con desesperación como si no hubiera un mañana —o bueno quizás no lo haya—, recibo un gran alivio al oxígeno hacer contactos con mis pulmones; apenas y puedo percibir una discusión pero no alcanzo a entender lo que dicen, mi cerebro solo puede procesar las ordenes de inhala- exhala, permanezco algunos minutos así. Hasta que me siento en condiciones para ponerme en pie, cosa que no sucede como esperaba ya que mis piernas parecen gelatinas y casi caigo de nuevo si no fuera porque Gerald atajo mi cuerpo mucho antes de tocar el piso.

—Es la segunda vez que te rescato de un problema —dice orgulloso.

—Gracias, recuérdame agradecerte después del juicio también —digo con sonoro sarcasmo.

Él pone los ojos en blanco, hace como si no hubiera rscuchado mi último comentario.

—¿Puedes caminar o prefieres que te lleve? —pregunta con tono arrogante. Y aquí está de nuevo el príncipe de la corte oscura.

—¡Que amable de tu parte!, pero puedo andar sola —me alejo de su cuerpo de manera brusca, y por suerte mis piernas no me fallan esta vez. Aunque mi rodilla duele al caminar.




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