Encantus. Alas negras (libro 1)

Capítulo 22: Laberinto de hielo

Capítulo 22:
Laberinto de hielo


Mafer

Mi hermano esta contra el piso, su rostro tiene algunos moretones, y no puede respirar, el hombre que lo ataca es joven, un hada oscura y tiene su brazo rodeando el cuello de Cris.

—Mafer estamos rodeados, no hagas ninguna estupidez

—Gerald susurra a mi oído. Pero como no quiere que actué cuando mi hermano está siendo estrangulado, si no hago algo morirá.

—Ve con Suri al castillo y busca a tu hermana, yo haré todas las estupideces que sean necesarias para sacar a mi hermano vivo de aquí, ¿comprendes? —digo sin quitarle la mirada a la reina.

—No me parece una buena… —replica él con ese tonito arrogante tan molesto —… Estas herida.

—Puedo soportar unos golpes más, no sabes de lo que soy capaz —ni yo sé de lo que soy capaz—. Ahora váyanse los veré en el castillo, y más te vale que cuides de Suri.

—Procura llegar con vida, recuerda que aun tienes la sentencia del juicio —antes de que puedo abofetearlo la sala se vuelve completamente oscura, escucho un último susurro entre las tinieblas: — aprovecha la oscuridad, y recuerda que por tus venas corre el fuego.

Por supuesto que corre por mis venas, lo he sentido tantas veces, solo que decide aparecer cuando le viene en gana.

Mis pies se mueven rápidos y ágiles en la oscuridad, todo está en completo silencio, nadie parece alterarse por la repentina oscuridad que juega a mi favor, la pequeña daga quema en mis manos, su ardor es reconfortante, es como una fuerza inhumana que se apodera de mi ser, ya no existe el dolor que hace segundo me acogía. No puedo ver nada, no sé en qué parte con exactitud se encuentra mi hermano, pero un estrangulador gemido acompaña el desvanecer de la oscuridad ante pequeñas llamas de fuego azul que se suspenden en el aire dando poca iluminación al salón, la euforia se apodera de mi cuerpo, en un brusco e inesperado pero ágil movimiento lanzo la daga, la hoja viva y ardiente se clava en la pierna derecha del hada oscura liberando a Cris en el acto.

El permanece en el suelo, con la respiración agitada. Corro hacia él para asegurarme de que este bien olvidando por completo en las circunstancias en las que nos encontramos, mis manos no llegan siquiera a tocarlo, un puñetazo me rompe el labio, haciéndome perder el equilibrio, el sabor metálico se expande por mi boca al mismo tiempo que mis costillas rugen con el impacto del suelo, aun así con el dolor extendiéndose por todo mi cuerpo me levanto rápidamente y le devuelvo le golpe con la misma intensidad del que recibí.

Sus pies se mueven desorientado pero no cae al suelo, siento como todas las miradas están clavadas en mi —les estoy dando un buen espectáculo. Aunque no se por cuánto tiempo mi cuerpo resista, creo que no soportare ni un golpe más —, él se equilibra, se abalanza hacia mí se ha olvidado por completo de mi hermano ahora soy su objetivo.

Lanza el primer golpe y lo esquivo con dificultad —mi visión me está traicionando en el peor momento —, en una maniobra casi suicida le doy un derechazo por la quijada que lo desestabiliza el tiempo suficiente para recuperar la daga de su pierna, pero un inesperado golpe me hace soltarla, viene hacia mi nuevamente —mi visión cada vez es más borrosa —; recibo el impacto en el hombro, me doblo un poco y aprovecho el estar a la altura de su cintura para devolverle el golpe justo en el estómago.

La mano me hierve y duele de una manera insoportable, mi cuerpo pierde fuerza y me dejo caer, pero Cris me sostiene. Entre un pestañeo y otro puedo apenas vislumbrar como el hada oscura se retuerce en el suelo, no entiendo porque solo fue un golpe pero aun así es como si algo lo estuviera destruyendo por dentro.

Todos se alarman, al ver que el hada no se levanta. Esos inescrutables ojos helados me observan con impotencia para después dar órdenes, algunas hadas con esos extraños ojos en las alas se hacen camino hacia donde me encuentro. Una de las órdenes más relevantes de la reina, o la única que dijo: “mátenla”.

Ya son dos reinas que desean mi muerte. Traer a Gerald a este lugar no fue tan complicado, por lo que salir de este gran problema no debería ser difícil, pero como saberlo cuando estoy más inconsciente que consciente.

Como puedo cubro a Cris con mis brazos, —espero que mis habilidades no me fallen ahora— cada vez caigo más en una tranquilidad y profunda oscuridad. Unos gritos alarmados inundan mis oídos, y luego nada.

*** 

Gerald

El castillo se encuentra atravesando el esquelético y frío bosque. La pequeña elfo se mueve ágilmente entra los árboles y la nieve, la sigo manteniendo su ritmo aunque mi brazo duele como si se estuviera desgarrando por dentro, y eso que la herida de Suri no cerro del todo.

¿Cuándo terminará mi calvario con este maldito don?

Me conduce hasta una puerta por detrás de la muralla que protege al castillo, escondida por unos arbustos florales. Ejerzo una fuerza considerable para mover la pesada reja, el dolor del brazo se expande cada vez más —nadie me mando a curar al elfo, eso me pasa por andar de compasivo. ¿Quién sabe cuándo sane la herida interna que ahora poseo? —, no hay nada de luz en el pasillo.

—¿Sabes dónde tienen a mi hermana? —pregunto en un susurro.




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