Encantus. Alas negras (libro 1)

Capítulo 24: Yira

Capítulo 24:
Yira


Mafer

—¡Es que aun sigues con vida! —me detengo al escuchar su voz.

Se me eriza cada vello del cuerpo, por instinto se me acelera el corazón, cada vez que estoy con esa niña a solas, la muerte me pisa los talones.

Giro despacio y esa maldita niña está ahí, sonriente, con un rostro destrozado.

—Hierba mala nunca muere —digo con voz firme llena de sarcasmo, aunque de alguna manera le tengo cierto miedo a la pequeña.

—Así es, has corrido con mucha suerte. Tanta que Arcadia te quiere con vida — ¿de quién habla?—, o mejor dicho quiere tus alas para el ritual. Y como el inútil de Caín no pudo llevarte ante ella, lo haré yo.

—¿Quién es, Arcadia? —Solo estamos ella y yo en el retorcido pasillo.

—Un hada oscura con el alma retorcida —dice con una flamante sonrisa en los labios—, digamos que ella es quien preside la hermandad y tus alas son necesarias para un ritual de magia roja. Pero mejor que te lo explique ella misma.

¿Qué es la magia roja?

¡Maldición!, ha desaparecido ante mis ojos en medio de un torbellino de color ocre. Miro a todos lados pero no está en ninguna parte, será que tiene una caja llena de trucos, siempre es algo diferente. Recibo el primer golpe en la espalda, mis piernas flaquean, mis rodillas golpean el suelo, y antes que embista nuevamente contra mí, giro sobre el suelo y busco por mi muslo la daga, pero no está allí —se la di a Cris por si llegaban a necesitarla—, solo cuento con mis habilidades que hasta ahora no me han fallado, pero nunca se sabe cuándo deciden despojarse de mí.

Sus largas uñas, como siempre, intentan alcanzar mi cuello, pero mis manos ardientes se interponen y ella grita y se aleja.

Me incorporo rápidamente, con la intensión de atacar nuevamente pero un leve temblor nos alerta a ambas, ella permanece contra la pared sosteniendo el brazo que he lastimado, tiene algunas quemaduras que no considero que sean realmente graves, aunque me da igual que tan graves sean.

No le da tiempo incorporarse, corro sin mirar atrás mientras las paredes se unen a mi espalda, solo puedo escuchar el fuerte sonido que provocan las paredes al juntarse y un grito desgarrador que muere en escasos segundos.

No me detengo, continuo aunque ya las paredes se han estabilizado y el pasillo que se abre paso ante mí, no tiene ninguna anomalía, a simple vista, me detengo exhausta en una encrucijada de pasillos, tres para ser exactos. Miro a los tres sin prestar demasiada atención hasta que escucho una voz familiar, o más bien un grito de alguien muy familiar. Busco desesperada de donde proviene el grito, mis pulsaciones están mucho más elevadas de lo normal, detengo la vista en el pasillo que se encuentra a mi derecha, Kevin esta fuera de una trampa mortal —una sonrisa se dibuja en mis labios, él está bien—, pero se desvanece de inmediato; Susej también está allí, pero Gerald aún está atrapado entre incontables estacas de metal, y las paredes se están moviendo a una velocidad increíble, y cada vez lo veo más cerca de terminar siendo una papilla de carne, hueso y sangre.

No se cómo sucede exactamente, pero mi cuerpo se ha consumido entre las llamas, desorientada no me fijo de lo que ha ocurrido hasta que siento como las paredes me apresan a mí también, mi corazón comienza a latir tan fuerte que creo que saldrá disparado de mi pecho, he caído encima de Gerald, y en el último segundo el fuego nos cubre por completo.

Un grito sale de mi boca, Susej y Kevin se percatan de mi presencia.

—Gerald muévete que pesas una barbaridad —me quejo en voz alta. Él está desorientado y herido, su hermana se acerca con lágrimas en los ojos y lo abraza, pero el aún está casi que encima mío.

—También quiero abrazar a mi hermana, ¿podrías quitar al tuyo de encima de ella? —dice Kevin con el ceño fruncido. Parece mayor de lo que realmente es.

Susej, lo fulmina con la mirada. Se levanta y ayuda a su hermano a ponerse en pie, este se queja un poco, tiene múltiples heridas en las piernas y algunas en los brazos. Kevin se abalanza sobre mí, y nos sumergimos en un abrazo lleno de besos, luego lo detallo bien, y no tiene ni un rasguño es más, parece más fuerte y maduro, en estos casi dos meses ha crecido muchísimo, ya no es el mismo niño de antes.

—¿Te encuentras bien? —digo sin poder evitar sonreír.

—Sí, ¿y tú? —pregunta preocupado.

—Estoy bien, y mucho mejor ahora que está conmigo —me pongo en pie, y digo con sarcasmo—, ¿el príncipe como se encuentra?

—Muy mal —dice Susej— necesitamos llevarlo con un curandero, está perdiendo mucha sangre.

—Hay un portal a las afueras del castillo, creo que no está muy lejos —me acerco, y si, se encuentra muy mal.

Creo que nunca lo he visto tan indefenso y débil. Sus ojos gris plata están perdidos, inmersos y algún lugar desconocido.

—Y como llegaremos hasta allá, deben estarnos buscando por todos lados.

—Si así fuera ya nos hubieran encontrado, creo más bien que intentan divertirse un poco con nosotros antes de apresarnos. Aun así, hay que buscar la manera de salir, Gerald está muy m… —no termino de hablar cuando siento un cansancio que me consume. Mis párpados están pesados, mientras sucumbo al sueño, veo que Gerald ya está inconsciente, su hermana y mi hermano también.




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