Encantus. Alas negras (libro 1)

Capítulo 26: Pelea en el aire

Capítulo 26:
Pelea en el aire


Mafer

No pudimos ir muy lejos, mis habilidades colapsaron justo en el mismo lugar donde aparecimos por primera vez, el callejón del mercado negro. Solo que ahora está mucho peor que antes, hay guardias mezclados entre la multitud, atentos a todo, como si buscaran algo o a alguien.

Es obvio por quien han venido.

—¿Ahora como saldremos de aquí? —pregunto mientras Gerald permanece de cuclillas con la mirada cabizbaja, en sus brazos aún tiene pequeñas heridas abiertas y no recupera del todo la movilidad. Han pasado como unos treinta a cuarenta minutos desde que logramos escapar del castillo.

Permanecemos ocultos en el callejón, mientras que la guardia de invierno y hadas de hielo con alas oscuras y con un par de ojos cuidándoles la espalda observa todo a su alrededor, pero nadie parece percatarse de la diferencia que hay entre unos guardias y otros.

—Quizás encontrando ese portal por donde se fue tu hermano y los elfos —sugiere Gerald.

—¿No estamos algo lejos del castillo?

—Algo —susurra, con la respiración débil.

—Hay muchos guardias tras nuestras cabezas, tiene que haber otra manera de salir de este reino —digo, observando nuevamente hacia el abarrotado lugar.

—Tus habilidades —susurra, sus ojos gris plata se detienen ante los míos, y algo extraño me recorre el cuerpo, un deseo, un anhelo.

—Se esfumaron como el viento —digo con sarcasmo, y apartando la mirada.

—Hay que esperar, aun no puedo moverme muy bien, ¡esas malditas plantas! —intenta ponerse en pie, pero se tambalea, por lo que tengo que ayudarlo a volver al piso, su cuerpo esta tenso y algo rígido. Me situó a su lado, y lo dejo recostarse en mi hombro, él cierra los ojos y respira lentamente. Veo como su pecho sube y baja, aparto la mirada de él, y me pierdo en los últimos días.

En cuento a mi madre, no sé qué sentir. Es como si su corazón estuviera hecho de hielo, como si por el no circulara ese líquido rojo y espeso que me recorre el cuerpo, es mi madre pero no puedo sentir respeto o afecto por ella, como si en el fondo de mi alma ya supiera lo que ella realmente sentía por mí, aunque es una tontería. Quiero entender que es lo que ocurre, necesito comprender porque hizo desaparecer a su hijo —bueno, soy su hija me odia desde que supo de mi existencia—, ¿porque con los gemelos sería diferente?, no es como si le importara lo que ocurre con ellos, es más ni siquiera se molestó en preguntar dónde estaban o como se encontraban; solo hizo hincapié en lo sufrida que estaba porque mate a su mejor amiga, — ¿y que iba a saber yo que era su amiga? —por primera vez desde que mi vida se ha convertido en un infierno, no siento ningún tipo de remordimientos al recordar el cuerpo sin vida de Darah.

Soy una asesina.

Buscar algún tipo de explicación sobre las acciones de mi madre es inútil.

Hago un resumen mental de todo lo que me ha ocurrido desde que llega a este mundo de fantasía y horror, y de manera automática mi mente se detiene en el rostro helado de esa reina. Ella de alguna manera —muy extraña a mi parecer—, tiene interés por mis hermanos, y entre su malicia podría decir que existe aprecio hacia ellos, o solo es una fachada como la de mi madre. Es difícil saberlo.

Además, si mis conclusiones son certeras ella y mi madre están involucradas con esa extraña magia roja — la cual desconozco—, pero mi intuición dice: que ella no quiere lastimar a los gemelos, a diferencia de mi madre que parece querer acabar con todo a su paso con tal de obtener lo que quiere.

Tendré que volver a encontrarme con esa reina, y esclarecer su interés a con mis hermanos. Quizás en vez de tener una enemiga, encuentre una aliada en esa mujer. No es como si tuviera algo que perder, además, tengo que aferrarme hasta la más mínima posibilidad de ayuda para proteger a mis hermanos.

Irónicamente, todo está igual, o mejor dicho, peor que al principio, cada uno está por su lado, Cris debe estar en quién sabe dónde con Suri y Dar. Sin embargo no tengo idea de donde están Kevin y Susej.

Me muevo un poco, y Gerald abre los ojos, me mira fijamente y hay algo que desconozco en ellos, no sé cómo explicarlo, es como si estuviera soportando un sufrimiento intolerable. Me fijo un poco en su heridas y siguen igual, aunque no sé qué espero, que se cierren solas o algo por el estilo, y hace que mi mente vuelva a ese bosque esquelético y frío, a la herida que Suri recibió y a como el la ayudo, entonces, ¿por qué no hacía lo mismo con las suyas?

—Ayudaste con la herida de Suri —dije y él solo asintió— ¿Por qué no haces algo con las tuyas?

—No es tan sencillo como piensas —dice dando por zanjado el tema.

—¿Entonces? —insisto, el suspira pesadamente. Pero no pienso quedarme con la duda, además, no es como si tuviera muchas opciones, por los momentos solo depende de mí, y eso juega a mi favor.

—Puedo sanar a otros, pero al sanarlos sus heridas pasan a mí de una manera interna que me debilita, solo puedo hacerlo con heridas sencillas, si es más complicado podría morir al sanarlo, ya que en mi las heridas no sanan de manera normal, pasan días para que desaparezcan. Además, no puedo sanar mis propias heridas.




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