El sonido de la lluvia contra su ventana fue lo primero que pudo escuchar al despertar. Aún era temprano, estiro su brazo hacia la mesa de noche y encendió su teléfono. La pantalla de inicio alumbró el lugar tan fuerte que lastimaron sus ojos medios dormidos. Observo la hora, casi las 6h00am. Las sombras de la madrugada apenas comenzaban a ceder ante la luz del amanecer. Parecía todo estar en calma, pero Nova, por alguna razón, se sentía inquieta. No sabía el por qué. Solo lo estaba. Algo dentro de su pecho no estaba bien, como si supiese que las cosas no están en orden, que algo estaba aguardando el momento justo para atacar. Eso ciertamente la asustó.
No era el frío de la mañana ni el peso del sueño que trataba de retenerla en su cómoda cama. Era una sensación indefinible que no la soltaba.
Deslizó sus piernas por las suaves sabanas que cubrían el colchón de su cama hasta que sus pies tocaron el suelo. Un escalofrió le recorrió el cuerpo. Con sus brazos trató de abrigarse, frotándose para entrar en calidez, pero no sirvió de nada. Esa sensación continúa acosándola. Presionándola en silencio.
A medida que el día iba transcurriendo, esa sensación se fue calmando. Todo pasaba sin muchas complicaciones, lo cual fue como una medicina que sedaba al pasar las horas. Aun así, ese sentimiento, aunque había disminuido, seguía ahí, molestándola, no con tanta intensidad como cuando abrió los ojos esta mañana; ahora era más leve.
Trato de no pensar tanto en eso, pero su cuerpo parecía no querer olvidarlo. Esa misma sensación hizo que no paraba de golpear sus pies por debajo de la mesa cuando almorzaba con su madre, al son del golpeteo de las manecillas del reloj de pared que yacía colgado en la pequeña sala del departamento donde vivía junto a ella.
El día parecía que sería mayormente lluvioso; Nova se quedó observando las gotas que escurrían en la ventana. Sus dedos jugaban distraídos con un poco de nerviosismo con el borde de la cortina, como si esperase algo.
El pequeño apartamento que compartía con su madre desde que tenía memoria ofrecía una hermosa vista hacia un parque de su ciudad. Los árboles se sacudían con ferocidad por la brisa intensa que provocaba la lluvia. Así parecía estar ella por dentro aquella mañana. Así pareció volver a sentirse al ver aquellos árboles.
Apartó la vista de la ventana y observó el lugar. Desde el punto en el que estaba sentada, podía observar el espacio completamente; no era necesario moverse mucho para recorrerlo en su totalidad. No era un lugar tan grande, pero era acogedor.
La sala y la cocina compartían el mismo espacio. Los separaba únicamente una mesa de manera garabateada con crayolas que hacía de mesa improvisada.
El lugar no contaba con lujos; las paredes estaban pintadas de blanco deslucido, decoradas con fotos de ellas dos. Además de dibujos que Nova había hecho alrededor de su infancia y que ella rogaba que quitara por la vergüenza que le daba ver sus garabatos. Había uno que su madre luchaba a toda costa que no quitara; inclusive estaba enmarcado en un cuadro sumamente viejo. La hoja donde había dibujado estaba amarilla por el tiempo. Su madre cada noche se sentaba a observar aquel cuadro, por mucho tiempo. Una vez Nova preguntó ¿por qué lo hacía?
Ella le contestó con delicadeza:
- Es mi manera de mantener el pasado a la vista.
Ella no entendía muy bien su deseo por aferrarse al pasado, pero no volvió a preguntar; no quería incomodarla. Sabia que si ella quisiese decírselo no tendría que volver a preguntarlo, quería darle su espacio con algo que, por su mirada, parecía ser importante. Algo que era de ella y solo de ella.
Su madre era la persona más importante en su vida, su persona favorita. Ella era la única para Nova desde siempre. Por lo que no quería hacer algo o preguntar algo que ella no quisiese compartir.
Cuando era pequeña, su madre solía contarle historias sobre su padre, alguien que nunca conoció. Esas historias nunca terminaban de cobrar sentido, eran como piezas de rompecabezas que a pesar de forzarlas no calzaban del todo, ni de chiste. Lo que sabía de él con exactitud era que se había ido cuando tenía dos años sin dar una explicación y su madre había tenido respuestas de una persona ajena, lo cual la lastimó aún más. Y eso último lo sabe no porque se lo haya contado, sino que escuchó alguna vez mencionárselo a otra persona.
No tenía recuerdos de él, solo lo había conocido a través de las palabras de su madre, que pocas veces lo mencionaba y siempre con una especie de tristeza y resignación, pero aun así siempre le decía que no era un mal hombre, no con ella y no con Nova, que él la adoraba.
Nova no entendía la contradicción de sus palabras, pero tampoco entendía porque él lo hizo. Creía que tal vez eso tenía que ver con el dibujo enmarcado que colgaba tras la pared, que ella no recordaba haberlo hecho, así que imaginaba que aquellos garabatos eran del tiempo cuando él seguía aquí.
Recordar aquello volvió a intensificar un poco ese malestar que había comenzado desde que había despertado. No sabía que era, pero parecía que pronto iba a descubrirlo.
Editado: 02.11.2024