Encerrada

Capítulo 2

El sol ya había comenzado a desaparecer cuando Nova cerró la puerta del departamento tras ella y caminó por el corredor hacia el ascensor donde su madre, Aira, la esperaba con su dedo sobre el botón de la planta baja.

Al entrar al ascensor le dirigió una cálida sonrisa a su madre y ella sonrió de regreso. Al abrir la puerta del edificio, el aire de la tarde inundó su cuerpo; inhaló un olor familiar a asfalto mojado, mezclado con el leve aroma de las plantas que crecían en los balcones de los edificios vecinos.

Las sombras comenzaron a alargarse, y el cielo, teñido de tonos rojizos y naranjas, daba paso a la primera estrella de la noche. Nova se acercó a su madre, que ya había comenzado a andar por la calle. Colocó su mano sobre su brazo, sujetándolo con delicadeza, acercándola más a ella para caminar a la par.

Caminaban en silencio, disfrutando aquella frescura que se siente luego de que la lluvia pasará por ahí.

La ciudad tenía una rutina que seguía con presión. Las calles estaban bulliciosas, como cualquier domingo. Los restaurantes alrededor estaban repletos de familias que compartían sonrisas, algunas tiendas ya casi se vaciaban, los buses seguían sus rutas, y las farolas de las calles se iluminaban con puntualidad.

Sus pasos las llevaron a aquel lugar donde acostumbraban ir en los momentos importantes. Abrieron la puerta del viejo local donde un letrero de madera colgado en la puerta, alguna vez con colores vivos, ahora desgastado por el tiempo, con letras cursivas escritas a mano con lo que parecía ser un marcador de tinta negra apenas legible, cubiertas con una fina capa de polvo, las invitaba a pasar. Al ingresar al lugar, el tintineo de una campanilla sobre la puerta alertó al sujeto detrás del mostrador de la llegada de visitantes.

Nova y su madre se sorprendieron al ver al sujeto. Era un muchacho alto de piel morena, ligeramente bronceada por el sol. Su cabello, oscuro y espeso, caía en rizos desordenados sobre su frente, dándole un aire despreocupado.

El muchacho parecía tener la misma edad de Nova, entre los 17 a 19 años. Sus ojos, de un marrón profundo, le lanzó una mira tranquila que rápidamente cambió junto a un sobresalto sobre el mismo lugar donde se encontraba, dejando a un lado la revista que parecía haber estado ojeando. Dejó ver una sonrisa nerviosa y con su mano derecha señaló una mesa, acercándose a la misma. Amablemente les pidió que se sentaran y les entregó en sus manos dos cartas con distintos sabores de helado.

Aira preguntó al muchacho sobre el paradero del propietario del lugar, para lo cual obtuvo como respuesta que el propietario había salido por un momento y que volvería en cuestión de pocos minutos.

El muchacho se dirigió de nuevo al mostrador, dándoles tiempo a las clientas para que tomaran la decisión sobre su orden. Nova comenzó a inspeccionar todos los sabores de helado mostrados en la carta, hasta llegar a su sabor de confianza. Aira, por otro lado, ni siquiera había abierto su carta, y miraba hacia el mostrador con una especie de duda hasta que, con la carta en sus manos, se dirigió hacia el muchacho.

Nova observó a su madre, extrañada por lo que acababa de hacer. Ella estaba hablando con el chico que, apenas Nova, había notado que llevaba un delantal con el nombre del lugar. Anoto al chico realizar un movimiento con su cabeza, como si estuviese asintiendo con una sonrisa para luego comenzar a preparar algo.

Aira regresó con su hija. Sin mirarla, dejo la carta sobre la mesa y trato de evitar encontrarse con sus ojos, hasta que no pudo evitarlo. La niña no le había quitado la vista de encima desde que se había vuelto a sentar, sin decir ni una sola palabra, esperando que ella le contase que estaba tramando.

Aira le preguntó por el colegio, pero su hija solo levantó una ceja, como si fuese una pregunta absurda.

— En poco es mi graduación, mamá —dijo tajante, evidenciando que le estaba molestando su pregunta. —Estas desviándote, ¿no vas a decirme?

Aira abrió la boca, como si tratase de expulsar las palabras que se estaba guardando, pero antes que pudiera explicarlo, las luces del lugar se apagaron y ella pudo exhalar. Una luz se acercaba a ellas. Era pequeña, pero fuerte. Alumbraba la cara sonriente del chico con delantal que caminaba hacia la mesa con cuidado. En sus manos llevaba una copa de helado con una vela de cumpleaños encendida encima de una bola perfectamente acomodada de vainilla, formando lo que parecía una figura extraña con una cara sonriente de jarabe de chocolate.

— Feliz casi cumpleaños, Nova —dijo Aira mirándola con extremada ternura. Sus ojos estaban iluminados por el fuego que se aproximaba y una felicidad espontanea que la inundaba.

— Feliz casi cumpleaños —dijo aquel chico, alejando la copa de su charola y poniéndola sobre la mesa.

La luz de la vela ahora alumbraba su rostro. Sonrió involuntariamente al ver más de cerca el helado. Ella seguía sin poder identificar su forma, pero le parecía algo hermoso.

Ambas personas que la acompañaban comenzaron a cantar en un unísono: "Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños, querida Nova, Feliz cumpleaños a ti".

Si no se hubiesen conocido recién. Nova hubiese pensado que lo habían ensayado. Y aun que le parecía raro, disfrutó de la presencia del extraño. Juntó sus manos, nerviosas por no saber qué hacer mientras cantaban, e hizo una fotografía mental de lo que estaba sucediendo, para inmortalizarlo en su cabeza.

Ella se sentía tan bien.

Nova sabia que su madre trabajaría al día siguiente, desde muy temprano en la mañana hasta muy tarde por la noche, y no podrían celebrar su cumpleaños número 18. Sabia que Aira se estuvo consternando durante toda la semana por no tener suficiente dinero para darle un gran regalo a su hija y dejarla sola ese día, por lo que Nova sugirió ir a comer un cono de helado a su lugar favorito el día que su madre tenía libre. Aira aceptó algo descontenta. Seguía diciendo que no era suficiente, aunque su hija le replicara mil veces que era más que suficiente para ella.



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Editado: 02.11.2024

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