Capítulo 4

Cada esquina, cada sombra, parecía un refugio y una amenaza. Se podía observar la sombra de tres personas en el asfalto, por la luz de los faroles que alumbraban la calle.

Nova tragó saliva, sin soltar la manilla de la puerta, sin levantar la vista, pero con el pulso acelerado.

Aquella sombra extra era grande en comparación a la de ellas. Las fachadas de los edificios lucen sombrías, con ventanas cerradas y puertas silenciosas. El leve viento frío que mueve las hojas en el suelo golpea el rostro de Nova.

Ella suelta la manija y observa hacia el rostro de esa persona que se interpuso entre ella y la puerta de entrada.

Retrocede un poco, tapando con su brazo a su madre, como si eso pudiese protegerla.

Sus pequeños pasos preventivos suenan sordos contra el asfalto. De pronto, una voz ronca se alza entre el silencio que los rodea y con un objeto que no logran reconocer, entre sus manos, las apunta.

- Denme todo lo que tengan.

Sus ojos fríos y calculadores las inmovilizaron, presas del miedo. Él tenía la cabeza levemente inclinada. Dio un paso hacia ellas.

- ¿No escucharon? ¡Rápido!

Aquel hombre comenzó a inquietarse; sus ojos se movían de un lado a otro. Sus manos empezaron a temblar, ya no tan seguro de lo que estaba haciendo. Tal vez pensó que sería algo rápido, pero parecía que le estaba costando más tiempo del que había planeado.

Una gota de sudor comenzó a resbalar por su frente, traicionando cualquier intento de parecer tener la situación bajo control. El ladrón agarró a Nova en el apuro y trató de revisarla, apuntándola con su pistola sobre la cabeza.

Aira al ver a su hija en manos de aquel hombre se horrorizó, atacando a puño cerrado al asaltante… Realizó un movimiento limpio con su puño, descargando todo aquello que estaba sintiendo en el momento, apuntando directamente a la cara.

El tipo extendió uno de sus brazos, soltando a Nova y bloqueando el golpe con destreza, evidenciando la experiencia del canalla.

Nova tambaleó sobre sus pies y cayó al suelo, por la fuerza que el sujeto ejerció sobre su espalda al soltarla.

Aira forcejeó con el atacante que ya parecía demasiado nervioso. En un solo movimiento la empujo levemente. Sus dedos, tensos y húmedos, resbalaron el gatillo de su arma y en un instante, un estallido interrumpió con descaro la inquietud de la noche.

El sonido del disparo resonó en el ambiente y aún más sobre los oídos de Nova, que vio como la bala perforaba, sin compasión, el cuerpo de su madre.

El tiempo, que antes parecía ir demasiado rápido, se había congelado. Fue como un trueno que se desplegó por las calles hundiendo el eco en las paredes… Luego fueron tres estruendos más.

Aira cayó en la acera a menos de 1 metro de distancia de su hija.

- Mierda —expresó el ladrón y ahora asesino.

Su rostro había empalidecido, horrorizado por lo que había hecho. Sin tomarse más tiempo, se echó a correr, sin mirar atrás, hasta que se perdió en la oscuridad.

Nova seguía en el piso, sin poder moverse. Completamente paralizada. Observando a la nada.

Giró la cabeza lentamente y vio el cuerpo de su madre desplomado a su lado, sin movimiento, sin signos vitales.

Había un charco de sangre a su alrededor, y pequeños agujeros en su cuerpo. Nova se fijó en uno en particular, el que estaba justo en donde debía estar el corazón de Aria.

Nova levantó su mano con lentitud, temblando, dirigiéndola hacia el brazo del cuerpo a su lado, pero se detuvo y contrajo su brazo hacia sí misma. No quería tocar a su madre. No quería comprobar el temor que tenía en ese momento.

Su cuerpo comenzó a temblar aún más, descontrolado. Trataba de encontrar con sus ojos algún movimiento en el pecho de Aria.

No lo había.

Los paramédicos y la policía llegaron al lugar minutos después. Encontrando un cadáver y a esta chica que parecía una masa moldeable, no hablaba, no se movía, a no ser que otra persona la levantase y la ayudara a caminar… Ella solo miraba a Aria, con una expresión de dolor en su rostro. Sus lágrimas salían por inercia.

Ella no estaba pensando.

Ella no quería creerlo.

Ella quería despertar y abrazar a su cálida madre.

Ella quería que todo eso no fuera real.