Encerrados para siempre

Capítulo 2

«Chicos, me ha llegado esta nota, os adjunto foto» —redactó Cloe en el grupo donde todos conversaban.

En la imagen se podía distinguir una frase que parecía estar escrita con una pluma; la tinta era de un color escarlata y decía: «Yo no lo hice, fue él».

«A mí también me ha llegado» —escribió Melisa inquieta, aunque todos en aquel momento compartían la misma sensación de inquietud.

«Y a mí» —respondió Bruno al instante, en respuesta al mensaje de Melisa.

«Igualmente» —contestó Jon, sumándose a la conversación.

«Jon, como sea una broma tuya de mal gusto, te juro que te mato» —expresó Melisa furiosa contra él, su tono reflejaba la tensión del momento.

«Esta vez no he sido yo, os lo juro» —replicó Jon, intentando defenderse.

«Si no has sido tú, entonces tengo mucha intriga de quién ha enviado estas cartas» —mencionó Cloe, pues su curiosidad se había despertado por el misterio.

«Voy a investigar de quién se trata» —se ofreció Bruno, decidido a desentrañar el enigma.

«¿Quién crees que eres, Sherlock Holmes? Por favor, no me hagas reír, no encontrarás nada» —comentó Cloe, burlándose de su amigo.

Irritado por el tono burlón de su amiga, Bruno decidió que iba a investigar de qué se trataba todo aquello. Se le ocurrió la excelente idea de consultar en Internet. Después de estar un buen rato buscando algo que le pudiera ser de utilidad, se dio cuenta de que no encontraría absolutamente nada relevante.

Entonces se le presentó una gran idea: ir a la biblioteca para buscar algún conocimiento acerca del tema. Una vez allí, el ambiente era silencioso, lo cual le resultaba inquietante, ya que no le gustaban los lugares en absoluto silencio. Después de indagar e indagar, no descubrió nada nuevo; solo libros y más libros, todos libros normales. Ninguno era como los de las películas de terror que daban escalofríos. Cuando estaba a punto de rendirse, ya con una profunda decepción, notó que en un estante de arriba del todo había un libro que sobresalía entre todos los demás, como si alguien lo hubiera tratado de sacar. Aquello le intrigó mucho.

Tuvo que subirse a las escaleras que había en la biblioteca para alcanzarlo. Una vez lo tuvo entre sus manos, leyó el título: «Yo no lo hice, fue él», de Iraia Gonza. Al leer lo escrito, pareció que comenzaban a sonar unos escalofriantes susurros en su cabeza. No le dio mayor importancia, pues pensó que sería la bibliotecaria pidiendo silencio.

Se dirigió hacia donde estaba la bibliotecaria con su carnet del establecimiento, con el libro en sus manos.

—Buenas tardes, quería llevarme este libro —saludó Bruno, con la esperanza de que no pusiera ningún inconveniente.

—Este libro no está registrado, llévatelo de aquí —respondió la bibliotecaria, echándole una mirada fugaz que le resultó muy extraña.

Sin comprender la reacción de la bibliotecaria y la razón de lo que le había dicho, salió de allí y se encaminó hacia su casa. Aunque sentía como si algo extraño lo persiguiera.

Ya en su habitación, abrió el libro. Observó de reojo una sombra en la esquina de su habitación, lo que le produjo un pequeño escalofrío. Al mirar hacia el libro, se dio cuenta de que había una gran cantidad de polvo en su interior. Se vio obligado a soplar, lo que le provocó una tos, se dio cuenta de que tenía que haber quitado el polvo de alguna otra manera más efectiva. Finalmente, pudo leer lo que el libro contenía; aunque con tanta suciedad fuera casi imposible.

Iraia Gonza (1978)

Iraia pasaba la mayor parte del tiempo sola en casa, ya que su padre trabajaba muy duro en su empleo como cirujano y su madre había fallecido cuando ella era tan solo un bebé. A veces, estaba tan aburrida que lo único que se le pasaba por la cabeza era redactar historias. Así fue como empezó a escribir su relato favorito.

La narración contaba la historia de un joven que hallaba un libro en una biblioteca, el cual estaba maldito. La curiosidad de Bruno aumentaba a medida que leía, sintiendo que había algo más profundo detrás de esa historia. El joven protagonista, al igual que él, había sido atraído por ese libro, sin saber que su vida iba a cambiar para siempre.

El relato explicaba como el joven, tras abrir el libro, se encontraba sumergido en un mundo de terror y misterio, donde las palabras parecían cobrar vida. Las páginas estaban llenas de advertencias, pero también de promesas de poder y conocimiento prohibido. Cada vez que el protagonista leía, sentía que una sombra lo seguía, susurrándole al oído secretos oscuros. Esa sensación de ser observado era inquietante, y Bruno no pudo evitar preguntarse si algo similar le ocurriría a él.

Mediante continuaba la lectura, se dio cuenta de que la historia del joven parecía entrelazarse con su propia vida. La frase que había recibido en la nota resonaba en su cabeza: «Yo no lo hice, fue él». ¿Era posible que el autor de la carta se hubiera inspirado en el libro? La inquietud creció dentro de él como si tuviera vida propia, e hizo que una mezcla de miedo y emoción lo invadiera.

Bruno sintió que debía compartir lo que había descubierto con sus amigos. Se levantó de su cama, decidido a escribirles de inmediato. Antes de hacerlo, miró nuevamente el libro, que parecía brillar con luz propia. La portada, desgastada por el tiempo, parecía contar historias de aquellos que habían osado leer sus páginas. ¿Sería ese libro la clave para desentrañar el misterio de la nota?



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En el texto hay: misterio, thriller, terror

Editado: 11.05.2025

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