—¿era mi padre? Ese... ese hombre —y de nuevo estaba en la habitación con Cass mirándome. Ese hombre apuesto era mi padre y no solo eso, tengo o tenía un hermano.
—el señor Glen luego de ese día se la llevo, hasta que regreso de nuevo el día de la ceremonia para saber qué tan fuertes serían sus dones —de alguna manera limpie las lágrimas que salieron de mis ojos mientras una opresión en mi pecho me hacía sentir aun peor.
—¿Qué… que paso después? —pregunte intentando controlar mis emociones, el hormigueo en mi cabeza comenzaba a regresar.
—cuando tus dones fueron mucho más fuertes de lo esperado tu abuela no te dejo salir de la casa con la excusa de que debías mantenerte junto a tu madre aquí —intento procesar todo esto, pero…
—ella lo sabía ¿verdad? Sabía que era yo la elegida —vi a Cass asentir.
—incluso desde el vientre de tu madre —no quiero sentir ira, pero…
—esto es una locura —me levanto y me dirijo sin pensar al fondo de este sótano, encontrando un gran escritorio, el mismo de mi visión, Cass venia volando detrás de mí y se paró justo en la repisa que estaba destinada para él.
—mi señorita —su voz parecía lastimera pero no puedo sentir más lastima de la que ya siento por Evie.
—esta familia era una familia de locos ¿Qué mujer quita los cuadros de sus hijos y…- —mi padre… mi padre era su hijo, eso quiere decir —mi madre…
—la señora Lovelace la quería como a su propia hija, tu madre, ella era especial —intente controlar estas ganas de dejar salir ese cosquilleo que crecía en mi interior.
—dame… dame un momento —dije intentando caminar de un lado al otro.
—tu madre fue la mujer que más amo la anciana, me atrevo a decir ahora que ella sabía porque la diosa de la luna te eligió. —seguí caminando de un lado a otro escuchando un silbido en mis oídos.
—Cass, solo callate, ¡callate! —las flamas en las paredes se intensificaron y tenuemente se volvieron de color lila, el ave se mantuvo quieta en su lugar mientras esa explosión seguía en mi sangre, justo bajo mi piel.
—¿lo puede sentir, mi señorita? —me mantuve callada hasta que incluso las flamas volvieron a ser rojas.
—por eso… por eso me eligieron. —murmure hasta que el aleteo de Cass me hizo mirarlo, voló justo a una estantería y con su pico tiro un libro. —¿por eso me estas mostrando todo esto?
—solo sigo las ordenes que dejo su difunta abuela, mi señorita Elena —ante ese nombre lo mire como el tranquilamente se sentaba en la silla del escritorio.
—¿Qué dijiste? —Camine hasta donde estaba el libro tirado sintiéndome como una tonta prejuiciosa, hasta que unas piernas largas llamaron mi atención en la esquina de mi ojo.
—los cuervos como sirvientes no podemos opinar sobre la toma de decisiones de nuestros amos —me caí sentada de culo cuando veo a un hombre delgado vestido de negro y tan pálido como yo, pero sus ojos son negros.
—¿Qué carajos? —retrocedí apenas al mirarlo, su rostro me era familiar. —tu…
—Hola Megara —este hijo de puta. Es el mismo hijo de puta que parecía estar en cada una de mis desgracias de la vida. —o debería llamarte ¿Elena?
—cómo es que …
—Clarence me aviso hace un tiempo…de tu llegada, no podía transformarme antes de que entráramos aquí, sabrías quien soy. —me levanté de golpe y estuve a punto de golpearlo con el mismo libro que el tiro.
Este pendejo de rostro perfecto fue la persona que estuvo siempre cerca de cada desgracia de mi vida, como si se burlara de mis fracasos. Pensé que era una coincidencia y lo descarté, pero ahora…
—toda mi mala suerte… siempre fue culpa de un cuervo —él se levantó con una calma digna de él y detuvo el libro con ambas manos.
—si bueno, veras, antes lo hacía porque… como sabrás…—dejo libro sobre el escritorio luego de arrancarlo de mi agarre —que una niña resucite de la nada y con una actitud de una mujer mayor no es algo que me cayera bien. —su tono amable se había ido, ahora es mucho mas burlón.
—la viste morir y no hiciste nada —gruñí enojada, él estuvo allí ¿solo miro? Ahora menos que menos me fio de él.
—tu entraste en su cuerpo ¿Por qué? —sus ojos negros me miraron con atención dando uno que otro paso adelante, haciéndome retroceder.
—si lo suspira no te lo diría de todas maneras —sonreí, no me dejaría intimidar por él. —con razón tanta amabilidad me confundía —se rio mientras ya mi espalda chocaba contra la pared, estoy ya en una esquina completamente acorralada.
—lo siento, mi señorita —murmuro agachándose peligrosamente, podía sentir su respiración en mi frente, bajando lentamente.
—iba a dejar pasarlo, pero ahora mismo me sigue dando repelús —puse mis manos en su pecho intentando empujarlo, este ni se movió.
—no eres la única. —la mueca que hizo incluso me pareció sexy. Para ser un cuervo tiene el cutis perfecto y un cabello negro desordenado.
—¿todos lo hacen? —pregunte desviando su atención de mi rostro, intente mirar a otro lado, como si alguien fuera a bajar.
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Editado: 20.12.2024