Encontrando...amor?

Capitulo 98

—espera, ¡Deva! —ambas mujeres corrían libres por la pradera.

—Ahmed, solo se libre —respondió la mujer elevando sus pies del suelo y yendo ligera como el viento mientras la otra mujer suspiraba y corría aun con más rapidez, siendo apenas una marca de luz sobre la hierba verde, tan brillante que se perdía entre la maleza.

—¿Ahmed? ¿Dónde... AH! —grito cuando la mujer le salto encima cayendo ambas en la hierba entre risas, una sombra las opaco a ambas haciendo que se detuvieran de sus risas.

—Ahmed, se suponía que debías enseñarle a Deva sobre la importancia de la puntualidad. —hablo la figura de un hombre imponente vestido completamente de telas oscuras con bordados dorados, tan oscuro como el cielo mismo que los cubría noche tras noche.

—lo siento tío, perdimos el tiempo en las lecciones y —el hombre apenas levanto una mano ayudando a ambas chicas a levantarse del suelo.

—lo dejare pasar esta vez. No habrá próxima —su voz tan calmada y serena solo las hizo asentir.

Ambas frente al edificio imponente de mármol blanco, se adentraron sumergidas en un silencio ensordecedor.

—Ahmed, recuerda que… debes irte pronto, debes enseñarle a Deva la importancia de la creación. —la mujer de cabellos castaños como la avellana asintió manteniendo la postura, miro a la joven a su lado de cabellos tan blancos como la misma luz que irradiaba su piel, casi camuflándose con el entorno, si no fuera por sus ojos dorados, todo el lugar la absorbería.

—esa fue una de las razones por las que llegamos tarde tío —Ahmed se detuvo su andar al igual que la chica a su lado y eso hizo que el ser de túnica tambien lo hiciera.

—a ¿sí? —ambas asintieron con firmeza. Bajo la mirada dorada del ser.

—creo que Deva puede hacer un pequeño libro para iniciar, yo la supervisare —Ahmed tenía una brillante sonrisa he hizo que el ser delante de ella tambien sonriera.

—¿libro dices? —la mujer asintió en confianza.

—lo he practicado antes, se trata de encargarse del proceso de los hechos en humanos, tomaremos algún poder que vincule a Deva y pueda ayudarla a estar al pendiente del proyecto y así —el ser levanto la mano con calma y Ahmed guardo silencio.

—¿crees que Deva esta lista para esto? —Ahmed miro deliberadamente a la albina y esta asintió.

—primero leeré las ideas que mantenga y así la supervisare antes de usar a los humanos en cuestión.

—¿intervendrás en su libre albedrio? —pregunto intentando cuestionar a la mujer y esta le sostuvo la mirada con seriedad.

—jamás. Solo en los hechos coaccionados, nada saldrá mal. —afirmo de nuevo con una sonrisa y el ser se quedó pensativo durante un momento que las mujeres frente a él les pareció eterno.

—muy bien, busquen el libro que quieran —ambas gritaron de emoción y comenzaron a correr por el pasillo.

El ser solo las vio marcharse y soltó un fuerte suspiro.

—esto será interesante. —murmuro el ser para luego desvanecerse.

Las chicas siguieron su camino dentro del gran edificio, una biblioteca de dimensiones inimaginables, siguieron su camino como si el lugar fuera finito, hasta llegar con unas puertas en color madera oscuro.

—¿estas lista? —cuestiono Ahmed con sus palmas pegadas a la puerta.

—más que lista —respondió Deva con sus ojos dorados brillando de expectación.

Ahmed empujo con suavidad las puertas dejando ver el interior de estas.

Paredes y pisos infinitos que se perdían tanto hacia la negrura del cielo como hacia lo largo.

—wow —la joven de cabellos color plata miro el salón con asombro, sino su primera vez dentro de ese lugar en específico.

—aquí pasaras la mayor parte del tiempo si las cosas salen como el tío lo quiere —replico la chica pasando por el lado de la mujer con la mirada en las largas estanterías mientras algunos libros flotaban sobre sus cabezas moviéndose de un lado a otro.

—eres la mejor prima del mundo —Ahmed puso los ojos en blanco.

—sé que quieres a Adalet mas que a mí —la mujer de cabellos avellana se adentró al salón escuchando los pasos apresurados de Deva detrás.

—sí, pero si no fuera por ti creo que no habría podido avanzar, tal vez papá ni siquiera me dejaría intentarlo —Ahmed asintió en acuerdo.

Ambas llegaron al salón donde tomaron un libro sin inscripciones.

—bien, comenzaras a escribir en la tapa como quieres que se llame tu pequeño mundo y luego las reglas como te enseñe —la mujer asintió y tomo con decisión la pluma echa de cristal, lista para escribir, pero Ahmed la detuvo.

—¿¡estas loca!? —grito horrorizada.

—¿no me dijiste que escribiera? —sus grandes ojos pestañearon en inocencia y Ahmed solo pudo cerrar sus ojos para controlar su temperamento.




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