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4: La Historia Detrás

Aparqué la camioneta frente una heladería. Había acordado ver a Alex frente a ella, pero no parece haber llegado aún. Victoria parece estar asegurándose de lo mismo antes de tomar su pequeña mochila y finalmente abrir la puerta de la camioneta.

—Él no está, ya deja de mirar a todos lados... —le dije con fastidio mientras me bajaba yo misma de la camioneta y la cerraba.

—Nunca está de más asegurarse.

Decidí ignorarla, como he estado haciendo desde hace dos semanas cuando mi hermana conoció por primera vez a Alex. Desde entonces, ha hecho todo lo posible por no cruzarse con él ni de casualidad, pese a mis intentos por hacerla entrar en razón.

Supongo que no se puede razonar con tu hermana de catorce años, pero al menos dejó de intentar que dejara de verlo yo misma.

—¿Estás segura de que no querés que te recoja más tarde? — Le pregunté mientras la alcanzaba en la vereda y guardaba las llaves del auto en mi bolsillo.

—Ya te dije que si doscientas veces — se quejó, sacando su celular y revisando los mensajes —, el hermano de Lara nos va a recoger, y voy a estar en su casa con las demás hasta tarde, él me llevará junto a Eva, Lucía y Ro.

—Bueno, pero si cambias de opinión...

—Te veo en casa.

Y sin más, se reajustó la mochila y comenzó a caminar. El punto de encuentro con sus amigos es el puesto de comida rápida que está en la esquina de la misma calle, así que solo me recosté contra mi camioneta y la observé hasta que se metió al local.

Algunos segundos después de que ella había desaparecido de la vista, la puerta de la heladería se abrió causando un tintineo y, cuando levanté la vista, Alex salía de ella y me sonreía. Lleva las manos en los bolsillos de su pantalón y un buso negro lo mantiene abrigado. Me separé de la camioneta y me acerqué a él para saludarlo.

—¿Qué hacías ahí?¿Por qué no me viniste a saludar cuando llegué?¿No me viste? — lo bombardé a preguntas en cuanto lo tuve a mi lado.

Enganché mi brazo al suyo y comenzamos a caminar en la dirección contraria a mi hermana, rumbo hacia la librería que habíamos acordado que iba a enseñarle.

—Sí te vi, pero creí mejor esperar un poco antes de acercarme... — admitió casi con timidez.

—Oh.

Mi hermana. Debería haberlo asumido por mi cuenta, ya que así como Victoria lo evita a él por esa extraña paranoia que tiene sobre Alex siendo peligroso y haciéndola sentir incómoda, Alex se encarga de no dejarse ver por ella también, para no incomodarla más.

—Deberías dejar de hacer eso — pensé en voz alta, le escuché suspirar a mi lado.

—Esto es lo mejor, y no me molesta...

—¡Pero a mi sí! — le interrumpí. — Toda esta situación es algo ridícula, y Victoria se va a dar cuenta si pasa por lo menos cinco minutos con vos y realmente se da el tiempo de conocerte — me giré a verlo, pero él mantiene la vista al frente y la expresión seria. —, enserio, sólo cinco minutos, haces alguna de tus boberías, la haces reír y listo, se le pasará.

Eso lo hizo sonreír, negó con diversión antes de hablar. —Me alaga tu fé ciega en que puedo caerle bien a cualquiera pero no creo que tu plan funcione... Si tu hermana quiere evitarme, está bien por mí.

—Claro, porque a vos no te vuelve loco en casa con sus boberías —murmuré de malhumor.

Él sólo volvió a reír. Divisé la librería no mucho después, así que me solté de su brazo un poco para adelantarme y guiarlo a ella. En cuanto empujé la puerta de entrada, unas suaves campanitas sonaron, haciendo que la vendedora levantara la vista y sonriera al reconocerme. La saludé con la mano libre antes de arrastrar a Alex hacia las estanterías.

El familiar incienso con aroma a vainilla se siente con más intensidad a medida que me acerco al fondo del lugar, en donde usualmente encuentro los mejores libros. Solté el brazo de Alex y señalé sonriente los estantes repletos de libros viejos mientras él abanicaba su rostro y tosía.

—Creo que la vendedora se pasó un poco con el incienso, es muy fuerte...

Le presté algo de atención entonces, pero el aroma es muy suave. Ni siquiera se percibe el usual humo de incienso a nuestro alrededor, sólo el aroma. — Yo no siento nada raro — declaré, devolviendo mi atención a los libros. —, este es el lugar del que te hablé — insistí.

Alex por fin se acercó a los estantes y pasó la mano por los volúmenes. Sus dedos dejan un pequeño rastro, ya que los libros están cubiertos de una fina capa de polvo. —Son libros bastante viejos...

—¡Ese es el punto! — estiré mi mano y tomé uno con tapa dura de color verde e inscripción dorada. — Adoro las ediciones antiguas como esta, de tapa dura y sencilla y con las hojas amarillas por el tiempo, ¿No son hermosos?

Levanté la mirada enonces, y le descubrí mirándome con una sonrisa mientras hablo. Le mostré el libro en mis manos como ejemplo.

—La mayoría de mis libros son así, y son preciosos. También leo novelas nuevas, que salieron estos últimos años, pero estos son los que más leo...

—¿Tanto te gustan? — indagó, ojeando el libro conmigo por encima de mi hombro. Es un libro sobre mitología romana. — Crecí leyendo toda clase de libros viejos, nunca me gustó cómo huelen y mucho menos lo delicados que son...




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