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9: Preguntas

No puedo recordar una sola vez en la que papá haya cumplido alguna promesa.

La mañana me encontró ya despierta. Durante la noche me costó dormir, di vueltas en la cama una y otra vez, en un estado constante de inconsciencia y consciencia hasta que al final mi alarma sonó y tuve que levantarme.

Me lavé la cara, me deshice del pijama, peiné mi cabello e hice mi camino hacia la cocina como cada mañana. Papá me saludó con su usual buen día, que respondí antes de ponerme a preparar el desayuno de Victoria.

Observó mis movimientos con cuidado mientras tomaba su café junto a la ventana de la cocina, me preparé uno yo misma y, para cuando llegó el momento de ir a despertar a Victoria, él ya se ponía un enorme saco color madera mientras hacía su camino hacia la entrada de la casa y descolgaba las llaves del auto.

Le escuché encender el auto y alejarse, e hice mi camino escaleras arriba.

La rutina transcurrió sin incidentes ni interrupciones. Victoria mencionó que se durmió tarde y que había visto a mamá volver de madrugada, pero no pregunté por más detalles.

El camino hacia el colegio fue silencioso. Lavé mi rostro con agua helada antes de salir, pero aún así el sueño amenaza con jugar con mis sentidos y hacerme difícil el mantenerme alerta.

Conduje con más cuidado que de costumbre, pero me relajé visiblemente cuando divisé la escuela en la distancia.

Mi hermana se bajó sin decirme nada más, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. Ni siquiera eso me sobresaltó, apagué el motor de la camioneta y recosté la frente contra el volante.

Varios minutos pasaron antes de que la puerta del acompañante volviera a ser abierta. Alex acarició mi cabello con suavidad, pero alejó su mano en cuanto levanté el rostro para poder verle.

Su cabello está despeinado, sus manos llevan un par de guantes negros que combinan con el resto de su ropa. Me observa con preocupación en silencio.

—No acaricies mi cabello así, me vas a hacer quedar dormida.

Ladeó la cabeza mientras sonríe. —Estás exhausta, ¿Pasó algo?

Negué. —Nada importante, sólo no pude dormir. Insomnia.

No me dijo nada. Volví a recostar la cabeza sobre el volante luego de una rápida mirada a mi teléfono. Todavía faltan cinco minutos para que debamos entrar al colegio.

Luego de varios minutos, me sobresalté al sentir algo helado tocando mi mejilla. Cuando levanté la vista, alarmada, Alex me sonreía con una mano extendida en mi dirección, su guante sobre su regazo. Empujé su mano lejos y me senté bien en el asiento.

—¿Por qué hiciste eso? Eso fue cruel...

—¿Querés que faltemos al colegio juntos hoy? — me interrumpió.

Me tomó un segundo comprender del todo lo que dijo, e incluso así; —¿Qué?¿Qué dijiste?

—Que faltemos al colegio hoy.

Fruncí el ceño. —No podemos.

—¿Por qué no? — rebatió cruzándose de brazos.

Le imité. —Porque no, tenemos que ir...

—Tatiana, estás claramente exhausta. Si entras ahí lo único que vas a conseguir es dormirte en clase, y eso seria igual a no ir.

No contesté, él relajó su postura y se inclinó hacia mí.

—Vamos, podemos ir a tomar algo caliente, aparcamos la camioneta en algún estacionamiento o cerca de una plaza, y te duermes una siesta... O incluso si querés te llevo otra vez a tu casa, así podes dormir más...

—"¿Te llevo?" — le interrumpí.

—Sé conducir y honestamente sería irresponsable dejarte conducir así.

De repente me sentí como una niña pequeña siendo regañada. Miré el volante frente a mí por algunos segundos mientras lo pensaba, y los párpados comenzaron a pesarme otra vez.

Nunca antes había hecho esto, faltar al colegio sólo porque sí y encima sin decirle a nadie...

Una sola vez no dañará a nadie.

—Está bien... — concedí.

Alex se bajó de la camioneta entonces. Me desabroché el cinturón de seguridad y me moví sobre el asiento hasta estar del lado del acompañante. El asiento está helado, como si nadie se hubiera sentado allí desde que Victoria se fue.

Alex se subió con rapidez y extendió su mano para tomar las llaves. Las dejé sobre su palma sin pensarlo y, mientras encendía la camioneta otra vez, cerré los ojos y me acerqué a él hasta que pude recostar mi mejilla contra su hombro.

...

Desperté de repente al escuchar una fuerte bocina no muy lejos de mí, pero cuando intenté incorporarme me di cuenta de que algo me lo impidió.

Miré a mi alrededor todavía algo somnolienta y reconocí el techo de la camioneta. Cuando miré hacia abajo, noté de inmediato qué es lo que me impidió moverme.

Estoy recostada sobre el asiento de la camioneta, con una pierna sobre el asiento y otra colgando de este. Las piernas de alex cuelgan del asiento no muy lejos de las mías, y sus brazos me sujetan con seguridad, rodeando mi cintura.

Estoy prácticamente usándolo como un colchón humano, porque cuando volté el rostro me encontré cara a cara con el suyo no muy lejos del mío. Mi cabeza descansaba sobre su pecho.




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