Victoria juega distraídamente con la tapa de un pote de queso crema mientras continúo buscando entre los estantes.
—Yo sólo digo que quizás deberías dejar las berenjenas.
Me di la vuelta por un momento y la señalé. —Deja las berenjenas en ese canasto, las necesito para una receta que vi en internet.
Victoria se quejó audiblemente, pero la ignoré en favor de alcanzar la manteca en un estante alto.
—¡Te prometo que te va a gustar! — dejé en el canasto lo que había tomado. —Es como una especie de crema de berenjenas...
—¡No me va a gustar!¡Las berenjenas saben horrible!
Tomé un extremo del canasto y la insté a caminar otra vez. —No me voy a rendir, amo las berenjenas, me rehuso a dejar de comerlas porque a vos no te gusta, voy a encontrar una receta de berenjenas que te guste.
—Suenas como si ese fuera tu propósito de vida.
Me encogi de hombros. —Quizás lo es.
—Qué triste, porque no lo vas a cumplir.
Puse los ojos en blanco. —No seas dramática, es sólo una verdura, seguro que no la odiarias tanto si a mi no me gustara y te insistiera.
—Cierto.
Sin voltearme a verla, bufé. Antes de que pudiera responderle, mi teléfono sonó en el bolsillo de mi pantalón. Mi mano fue hacia él de forma automática, haciendo que mi hermana se detuviera a mi lado, todavía sosteniendo el carrito.
El mensaje de Alex me hace sonreír. Le había enviado el link de una canción antes de salir de casa y la acaba de escuchar, le gustó.
Victoria mira la pantalla del celular por encima de mi hombro, pero lo que sea que piense sobre la persona con la que hablo se lo guarda para si misma antes de devolver su atention a los estantes a su lado, sopas enlatadas.
Guardé el teléfono otra vez y retomé el paso, haciendo que ella me siguiera en silencio. Devolví mi atención a la lista que había hecho durante la semana, el papel está algo arrugado debido a mi costumbre de jugar con lo que sea que lleve en la mano, así que me cuesta reconocer una de las palabras.
—¿Y cómo está Alex?
La pregunta me sorprende tanto que por un momento me pregunto si no lo habré imaginado. Al darme la vuelta, sin embargo, mi hermana me observa expectante, con ambos brazos apoyados sobre la manija del carrito.
Le sonreí. —¿Bien? — ladeé la cabeza ligeramente, confundida, y añadí. —Fue al colegio hoy.
Frunció los labios, pero el gesto es tan rápido que enseguida parece como si nunca lo hubiera hecho.
—¿Enserio? No lo ví.
Me reí y me di la vuelta, lista para continuar con el propósito de nuestra salida, pero ella comenzó a caminar a la par de mí y continuó.
—Hace bastante no lo veo, en realidad, hasta pensé que se había cambiado de escuela o algo.
Puse los ojos en blanco. —¿Qué?¿Sólo eso?¿Nada de 'ojalá' o 'por fin'?
—No... — murmuró. —Mira, estoy intentando ser amable, no seas así.
—¿Por qué ahora preguntas por Alex otra vez? — tomé dos paquetes de arroz y los dejé sobre el carrito con brusquedad. —La última vez que hablamos de él te dije que te estaba evadiendo a propósito, ¿Recuerdas? Para no ponerte incómoda. Lo hace por más que le digo que no tiene por qué hacerlo.
Victoria guardó silencio entonces, pero evito mirarla a la cara, en su lugar, vuelvo a revisar la lista en mis manos.
—Necesitamos harina y ace-
—Lamento no haber cumplido mi palabra la última vez — me interrumpió. —, me acobardé, ¿Sí? Te vi el siguiente dia de clases con él en el receso y no lo veia desde ese día y te juro... Tatiana, te juro que se me aceleró el corazón y sentí que el miedo me bloqueaba y no me dejaba pensar con claridad, y yo-
—Está bien.
Me di la vuelta. Las manos de Victoria están en el aire, levemente levantadas frente a ella. Cuando intenta explicar algo, o cuando está nerviosa, tiende a hablar y mover sus manos en extraños gestos. Siempre había encontrado la acción adorable.
Suspiré y llevé mi mano libre hacia su hombro. Cuando finalmente me miró a los ojos, le di un suave apretón.
—Está bien, Vi — le sonreí. —Estuviste dispuesta a intentarlo, eso es suficiente. No voy a obligarte, no si te sentis así por más que no lo entienda, pero gracias por al menos haber estado dispuesta a intentarlo.
Ella se mordió el labio, otro gesto nervioso. —Es que yo tampoco lo entiendo.
Me encogí de hombros. —Alex me dijo que te entiende, aunque no sé a qué se refería. Creo que estaba bromeando, pero como sea, ¿Podemos seguir con nuestras compras? Necesitamos harina, y aceite.
Tomé la esquina del carrito y la guié hacia el pasillo en donde están las harinas. Mi hermana no protestó, pero permaneció en silencio el resto del camino salvo para señalar cosas que debíamos comprar pero no estaban en la lista. Nos tomamos nuestro tiempo, papá nos encargó no escatimar y comprar cualquier cosa que sea necesaria. Se irá otra vez en dos días, aunque solo por una semana.
Me habló esta mañana y me dio las llaves de su auto en su ausencia. Victoria le dijo sobre nuestra conversación hace dos semanas.