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15: Cálido

Los gritos son tan fuertes que es difícil ignorarlos, o concentrarse en cualquier otra cosa incluso con los relámpagos iluminando el cielo en la distancia.

Mi habitación está iluminada por la tenue luz de una lámpara sobre mi pequeña mesa de luz. El libro que había estado leyendo hasta hace una hora permanece allí, abierto y con el separador sobre la página.

El ruido de algo estrellándose contra el suelo me sobresaltó tanto que temí que me caería de la cama, a pesar de que esta esté contra la pared.

Llevan una hora y media peleando. Al principio solo se oían sus voces ahogadas a través de las paredes... Pero la discusión escaló cuando mamá le lanzó algo a papá y gritó algo incomprensible, él respondió, y no han parado desde entonces.

Me acurruco contra el respaldo de la cama y las almohadas.

Levanté el libro otra vez e intenté volver a leer en donde me había quedado, pero apenas y puedo reconocer las palabras. No puedo evitar que mi atención esté puesta en otra parte, y pronto me doy cuenta de que ni siquiera recuerdo el contenido de la última página que leí.

Dejé el libro sobre la mesa de luz otra vez, esta vez cerrado. 

—¡Lárgate!¡Quiero que te vayas!

Algo se estrelló contra el suelo otra vez, pero a juzgar por el sonido, fue algo de madera. No se rompió.

Un relámpago volvió a iluminar la habitación. Ha estado así por la última media hora, pero ni una gota de lluvia ha caído aún.

Es viernes, y llevé a Victoria a casa de su mejor amiga esta tarde, había hecho planes para pasar la noche de hoy y el sábado allí, la recogeré el Domingo.

Me había quejado de que tendría que llevarla hasta la casa, ya que Lara vive particularmente lejos. Conduje cuarenta minutos de ida, y otros cuarenta al volver... Pero ahora, de noche y con nuestros padres discutiendo en el piso de abajo, no puedo evitar sentirme mejor al saber que ella no está acá. Si lo estuviera, estaría sentada en mi cama conmigo, como siempre hace cuando esto sucede, hablando sin parar e intentando hacer de cuenta que nada está pasando.

No sé por qué están discutiendo esta vez, de verdad no lo sé. Papá se va mañana temprano, no mencionó a donde irá, nunca lo hace, solo me dice lo justo y necesario. Soy la única a la que le advierte que deberá viajar antes de desaparecer. Nunca me dice a dónde, ni por qué.

Lo único que sé es que el vuelo será largo, y que estará devuelta el Jueves por la mañana.

Cada que vuelve de estos viajes, siempre lo hace con grandes ojeras bajo sus ojos y un maletín a rebosar de papeles que se sienta a revisar por horas en la mesa del comedor con un café al lado. Hace llamadas, envía mensajes y se frustra cuando el computador tarda demasiado en encender.

A veces recargo su taza de café, si paso por su lado y la veo vacía. Siempre agradece distraidamente, casi sin verme. A veces, se limita a tomar un sorbo silencioso, sin más.

La conversación que tuve con Alex una semana atrás continúa reproduciéndose en mi cabeza una y otra vez, como un disco rallado. En los últimos días me encontré a mi misma estudiando a mi padre con más atención, aunque sin saber muy bien qué espero conseguir con ello.

Me abitué tanto a la rutina que, sencillamente, él se convirtió en parte de ella, en una constante sombra y presencia en mi vida a la cual raramente le presté atención. Me di cuenta desde pequeña que ninguno de mis padres es particularmente amoroso o cariñoso, y lo acepté sin más como otra realidad a la cual debía acostumbrarme. Nunca pensé demasiado en ello.

Quizás, muy en el fondo, eso tenga algo que ver con la razón por la cual yo soy tan fría. Me cuesta mostrar cariño, ir y abrazar a quienes amo, decirles que les quiero... Me es más fácil con Alex a pesar de que lo conocí hace más bien poco, pero eso es porque Alex es tan... Cálido, que te invita a hacerlo. Alex no tiene reparos en demostrar que le importas y en decirlo, no tiene reparos en darme un abrazo si cree que lo necesito, en rodear mis hombros mientras caminamos o jugar con mi cabello mientras leo.

Cuando pienso en abrazar a Victoria, puedo imaginar de inmediato su reacción. Se pondrá tiesa, se reirá con nerviosismo y me preguntará si estoy bien antes de empujarme lejos.

Mi tía aceptaría el abrazo, pero también preguntaría si estoy bien.

Y papá... Bueno, una combinación. Se pondrá tieso, preguntará si estoy bien y devolverá el abrazo apenas y solo porque debe hacerlo, porque un padre debe abrazar a su hija devuelta, no empujarla.

Ni siquiera mencionaré a mamá.

... Quizás debería intentar acercarme más a papá, quizás Alex tenga razón y sea momento de dejar de vivir en piloto automático y dar el primer paso para cambiar las cosas.

Hay muchas cosas que no sé sobre mis padres, y hay muchas cosas que ellos no saben sobre mí.

¿Por qué papá siempre vuelve a esta casa, a mamá?¿Por qué es tan distante?¿Cómo se conocieron?

Mamá es un caso perdido, pero papá no tiene por qué serlo.

¿Por qué nunca le mencioné a papá sobre mi cicatriz?

Porque no creí que fuera necesario, porque era más fácil fingir que no había sucedido para poder olvidarlo, pero quizás esta sea mi oportunidad de acercarme, de extender una rama de olivo, de abrir una puerta entre ambos.




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