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16: Mentiroso

Advertencia: Mención a un desorden alimenticio.

 

...

 

Lo primero que pienso al despertar es en qué día es.

Sábado, me recuerdo.

¿Tenía algo que hacer hoy?

Alex, hice planes con Alex anoche.

Abrí los ojos abruptamente y alcé la cabeza en cuanto recordé lo que había sucedido durante la noche anterior.

Las cortinas están corridas, la luz del sol ilumina la habitación pero no alcanza nuestros rostros.

De repente soy consciente de que el brazo de Alex es el responsable del calor en mi cintura, y no mis frasadas como inicialmente pensé de forma inconsciente.

Su rostro está a escasos centímetros del mío. Sus ojos están cerrados, su respiración es suave y pausada, su cabello está desordenado sobre la almohada. Sus brazos aún rodean mi cintura con firmeza, igual que lo hacían la noche anterior, pero nuestras piernas ahora están entrelazadas.

Nunca me he movido demasiado de noche mientras duermo, y al parecer Alex tampoco.

Me relajé otra vez y cerré los ojos disfrutando de su cercanía y la calidez de su cuerpo.

Estar tan cerca de mi mejor amigo no debería hacerme sentir... Así, pero me permito disfrutar el momento en silencio hasta que él despierte.

Desafortunadamente, Alex se remueve no mucho después. Mantengo mi posición y me fuerzo a respirar de forma pausada. Sus brazos me sostienen con más fuerza y me apegan más hacia su cuerpo, pero no hace ningún otro movimiento.

Por varios segundos pienso que sigue dormido y me relajo, pero entonces su mano se alza y toca mi mejilla. Su piel está fría, como siempre, pero no helada. Aparta de mi rostro un mechón de cabello que me hacía cosquillas en la nariz y, luego de algunos segundos, su dedo toca la punta de mi nariz.

—Serías una pésima actriz, ¿Lo sabías?

Abrí los ojos y fruncí el ceño, haciéndolo reír.

Su dedo abandonó la punta de mi nariz y su brazo volvió a rodear mi cintura.

—¿Hace cuánto que despertaste?

Alex me sonrió. —Horas, es pasado el mediodía, pero creí que necesitabas las horas extra de sueño.

Enterré el rostro en la almohada. —¿Entonces vos también te quedaste dormido?

—Claramente.

Volví a mirarlo, sus cejas están fruncidas. —Alex, no vuelvas a hacer esto.

—¿Hacer qué?

Me removí entre sus brazos hasta que me liberó, me recosté boca abajo y usé mis brazos para impulsarme y poder observarlo.

Por más cómoda que fuera nuestra antigua posición, no podía pensar con claridad en ella.

—Oh, no lo sé —fingí pensarlo por un momento. —, ¡¿Entrar por mi ventana en el medio de la noche mientras mi padres discuten, tal vez?!

Susurré-grité, haciendo que Alex sonriera y se acomodara hasta estar boca arriba sobre el colchón.

—Estamos solos, puedes gritarme.

Mi única respuesta fue un golpe en su brazo antes de comenzar a incorporarme para ponerme de pie y salir de la cama.

—¡Esto fue peligroso! — alcé la voz mientras lucho por alcanzar el suelo sin aplastarlo en el proceso, él solo se ríe pero no se mueve. —Si alguno de mis padres entraba en mi habitación y te veía, una discusión de rutina iba a terminar en algo mucho peor, ¿¡En qué estabas pensando?!

Para cuando alcanzo el suelo y me volteo a verlo, él ya se sentó en la cama. Su cabello está suelto y despeinado y no puedo evitar notarlo, pero mi mirada rápidamente hace que él lleve las manos a él y comience a peinarlo con sus dedos antes de volver a atarlo.

—¿En qué estaba pensando? Creo que es bastante obvio —terminó de atar su cabello y, al bajar los brazos, algunos mechones calleron sobre su rostro. —Estabas asustada, no podía no hacer nada, quería reconfortante.

—No estaba asustada pero, ¡¿Eso te parece que justifica aparecerte en mi casa de noche así nada más?! ¡Ni siquiera sé cómo alcanzaste mi ventana! No hay ningún árbol enfrente de mi ventana, ninguna enredadera, ninguna manera de-

Levantó ambas manos y me interrumpió. —Soy bueno escalando cosas, usé el marco de la ventana debajo de la tuya, y tienes razón, ¿Si? Fue una mala idea, lo siento, no lo volveré a hacer a menos que me invites explícitamente.

El marco de la ventana debajo de la mía da al comedor y es diminuto, menos de un centímetro, pero elegí dejarlo pasar.

—¿Por qué te invitaría a venir a mi casa de noche?

Él se encogió de hombros. —Fue divertido, ¿No?

Me reí. —Ah, sí, muy divertido, mis padres gritándose quién sabe qué afuera de mi puerta mientras intentabas distraerme contándome tonterías, ¡La mejor noche de mi vida!

Alex se dejó caer sobre el colchón. —¡Está bien! No más visitas fraudulentas, lo prometo.

Llevé mi mano a su rostro y apreté sus mejillas mientras él suspira con resignación.




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