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21: Débil

La lluvia comenzó a caer cerca del mediodía, el cielo azul se llenó de nubes grises y de repente las pequeñas gotas caían repiqueteando contra la ventana de la cocina. Me quedé observándola caer por un rato, distraída antes de volver a lo que previamente hacía, aunque no tiene gran importancia.

Victoria no está, algunas de sus amigas habían pasado a recogerla con el hermano mayor de una de ellas a media mañana... Tiene mi edad, pero no hablamos mucho, lo único que sé es que sus padres lo obligan a ir detrás de su pequeña hermana a donde sea que esta quiera ir, por más que me haya ofrecido más de una vez en relevarlo y acompañarlas en su lugar.

Mamá tampoco está, para variar se acercó a la cocina mientras desayunaba, vestida y maquillada, y me dijo con voz suave que saldría y volvería tarde. No había podido dormir la noche anterior, así que me rendí a las ocho de la mañana.

El sueño me evade, me ha evadido por dos semanas... Desde la última vez que vi a Alex.

La sola mención de su nombre hace que algo se encoja en mi pecho.

Con la casa en completo silencio, cortando la mitad de tomate para el almuerzo sencillo que me preparaba, me permito poner el cuchillo a un lado y mirar fijamente a la mesada.

Ni siquiera tengo hambre, la idea de comer cualquier cosa casi hace que tenga náuseas, pero no puedo permitirme a mí misma saltarme una sola comida, no lo haré, incluso aunque no logre tragar más que un puñado antes de tener que alejar el plato de mí. Por hoy, una pequeña ensalada sencilla parece más que suficiente, pero aún así me pregunto mientras la hago cuánto lograré ingerir antes de tener que rendirme.

No me he sentido bien.

No puedo evitar pensar en la última vez que le ví, en el miedo y la desesperación en sus ojos, en la urgencia con la cual evadió mis manos, lo desconcertada que me sentí al verle alejarse con todas las preguntas sin respuesta que de repente gritaban en mi cabeza.

Lo extraño, sí, pero más que eso, siento que dejamos algo inconcluso.

¿Me sentiré así el resto de mi vida?¿Volveré a verle alguna vez?

La sola idea de no hacerlo hace que el corazón se me vuelva a encoger.

La lluvia comienza a caer más fuerte cuando por fin me siento a la mesa a un lado de la ventana con un pequeño cuenco de ensalada y un tenedor. La humedad y la temperatura de los últimos días significan que hoy también hace algo de calor a pesar del clima, la musculosa negra que llevo puesta es cómoda, me había cambiado en la mañana antes de bajar a desayunar.

Creo que volveré a ponerme el pijama y a envolverme entre mis sábanas, después de todo no hay nadie para detenerme.

Había querido salir, sentarme frente al volante de la camioneta e ir al que ya se convirtió en nuestro pequeño lugar especial, el claro, pero no conduciré bajo la lluvia.

Juego con el tenedor en el bowl, pincho un tomate y me lo llevo a la boca sin pensarlo. Inmediatamente no quiero comer más, pero me fuerzo a tragar y pinchar otro trozo.

Un relámpago resuena en la distancia antes de que su luz iluminara la ventana a mi lado.

Silenciosamente me pregunto en dónde estará Alex, si estará a salvo, si observa la tormenta al mismo tiempo que yo lo hago... Si piensa también en mí.

No sé cuándo sucedió, pero en algún punto de todos estos meses mis sentimientos dejaron de ser platónicos... No sé qué hacer con esa información ahora. Nada, probablemente.

Dejé el tenedor abruptamente dentro del bowl y lo alejé de mi, arrastrándolo sobre la mesa.

Me he interesado en otras personas con anterioridad, es cierto, pero... Nunca me había sentido así, mi relación con él progresó tan lentamente, tan naturalmente que nunca me percaté de que estaba sucediendo.

En todo caso, no creo que importe.

Debo concentrar mis esfuerzos en olvidarme de todo lo que vi o creí ver, en olvidarme de los sentimientos que hasta hace pocos días no me había dado cuenta de que estaban ahí. Han pasado dos semanas y Alex claramente no quiere nada más que ver conmigo, y debo comenzar a-

Alguien golpeó la puerta.

Mi cabeza se voltea inmediatamente en dirección a la puerta de entrada, pero no me muevo.

Otros tres golpes, alguien está del otro lado.

Estoy sola, no debería moverme. Finge que no hay nadie en casa, la voz de mi tía resuena en mis oidos, la frase que nos enseñó a mí y a mi hermana de pequeñas. También me enseñó a sostener una navaja.

Me pongo de pie con lentitud, en silencio. Alguien golpea otra vez cuando alcanzo la puerta de la cocina. La lluvia sigue siendo incesante, ahoga cualquier otro ruido del exterior.

Miré por la mirilla cuando alcancé la puerta... Y luché por encontrar la llave correcta y abrir la puerta con frenesí. El tintineo resuena en mis oídos, el sonido demasiado alto y escandaloso en el medio del pasillo.

La puerta se abrió de golpe en cuando hube tirado la llave, y quien estaba del otro lado avanzó en el pasillo, cerró otra vez la puerta y me rodeó con ambos brazos con tanta fuerza que me costó respirar y reaccionar por un momento.




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