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22: Latido

—Dijiste que eras un vampiro.

Puedo ver la duda en su rostro por un momento, tan clara que la reconozco de inmediato, pero se recupera con rapidez.

—Sí.

Apreté los labios. —A este punto ya no sé qué creer, Alex, ¿Por qué debería creerte y no asumir que me estás haciendo una broma?

—Porque puedo probarlo.

Su respuesta fue tan rápida e inmediata que sé que, en algún momento, ya ha imaginado este escenario y se preguntó a sí mismo la misma pregunta.

¿Por qué habría de creerle?

—¿Cómo?

—Tatiana, mi corazón no late.

Mi agarre se hizo más fuerte en su hombro. —No, no, eso no lo sé. Hay gente que su corazón late tan lento, o que están tan enfermos que parece que no tienen latidos, pero eso no significa que-

—Mis ojos son rojos-

Negué con la cabeza. —Lentes de contacto.

Levantó su rostro lo suficiente para poder mirarme, y devolví el gesto sin pensarlo. Cuando sus ojos encontraron los míos, me congelé.

—Tengo tanta fuerza que podría romperte un hueso sólo con dos dedos, todos mis sentidos son mucho mayores a los de los humanos, mi destreza y rapidez también son mucho mayores. ¿La otra noche, la luciérnaga? Puedo llegar al claro en minutos desde aquí, podría llevarnos allí, a ambos, ahora mismo. —mi cuerpo entero se tensa. —Puedo probarlo.

¿Qué estoy haciendo?

¿Qué estoy haciendo?

Mi boca se abre, la palabra cuelga en la punta de mi lengua. Hazlo, mi mente lo repite; hazlo, hazlo, hazlo.

No entiendo.

Su mirada, su expresión se suaviza frente a mis ojos. —¿Qué cosa?¿Qué es lo que no comprendes?

—Esto, —señalé sus manos en mi cintura con un gesto de mi mano, él siguió el gesto con la mirada antes de volver a mi rostro. — si todo esto es cierto entonces, ¿Por qué te acercaste a mí?¿Qué hace un... Un... Vampiro yendo a la secundaria, haciendo amistad con una humana?¿Por qué? 

Su agarre se volvió más fuerte por el más efímero momento, lo suficiente como para dudar si realmente ocurrió.

—Por tí.

Negué con la cabeza. —Me dijiste que dirías la verdad.

—Y eso es justo lo que estoy haciendo. —me debatió con seguridad. —En gran parte, fue por tí.

Mi ceño fruncido no se desvanece luego de escucharlo.

—Sigo sin entender-

—Está bien, quiero que me escuches ahora, ¿Sí? Sólo... Por favor, escúchame.

En silencio y con lentitud Alex vuelve a esconder el rostro en mi hombro, recosté mi mejilla sobre su cabello con cuidado. Sus manos trazan círculos en mi cintura.

—No estaba buscando nada en particular cuando llegué a la ciudad, estaba cansado de la monotonía, quería hacer algo diferente. Creí que duraría una semana, como máximo, yo sólo... Sólo buscaba una distracción, pero te vi ese primer día y cambiaste mis planes por completo.

—¿Por qué?

Ignoró mi pregunta. —Al principio no quería, pero era difícil... Es difícil estar lejos de tí ahora que ya he escuchado tu voz, que he escuchado tu risa, que sé lo que es tenerte cerca, verte a los ojos, sostenerte, la maravillosa calma que eres. No pude, Tatiana, no puedo, o quizás no quiero, no lo sé.

—Alex, ¿Por qué?

Puedo sentir su duda como si se desprendiera de él a oleadas, pero aún así continúa, su rostro todavía escondido en mi cuello

—¿Crees en las almas gemelas?

Lo único que puedo hacer es reírme. Su agarre se vuelve más fuerte alrededor de mi cintura, puedo sentir su aprehensión con claridad. Mi risa desaparece de a poco, dejándonos en silencio. 

— No creía en nada… ¡En nada! Ni en dioses, ni ángeles o demonios, en fantasmas… Pero, ¿Qué se supone que crea ahora? Tengo a un vampiro entre los brazos, al parecer, ¿Por qué no habrían de existir las almas gemelas también, no? 

Alex me interrumpió antes de que pudiera continuar, su cuerpo tenso y su mirada seria cuando su rostro volvió a ser visible para mí, borró la sonrisa cínica de mi rostro en un segundo, dejándome sin aliento y mirándole fijamente. 

La luz en mi habitación es tenue, nunca habíamos prendido la luz artificial. La única luz es la que se filtra por la ventana cerrada, un relámpago ilumina su rostro de repente, por un segundo, dejándome congelada en mi lugar y con los brazos aún alrededor de sus hombros húmedos. Mi cuerpo sigue temblando de vez en cuando, el calor de las frazadas es lo único que contrarresta la helada piel de Alex contra la mía. Aún así, me rehuso a soltarlo. 

Su voz es suave cuando por fin habla. — Sé… — su voz se detiene, sus ojos dejan los míos por un segundo mientras se relame los labios antes de continuar, la dirección que habían tomado sobre mi rostro haciendo que mis manos aprieten las frazadas con más fuerza. — Sé que lo que estoy diciendo es una locura, sé que es difícil de creer. Si no te hubieras dado cuenta de tantas cosas habría fingido que estabas viendo cosas que no eran reales, pero la situación es que lo has hecho. — su mano aprieta mi cintura por un segundo, sus ojos todavía en los mios. — Te diste cuenta de demasiadas cosas, debería de haberme dado cuenta de que no podría mantenerlo en secreto por demasiado tiempo luego de conocerte. Eres observadora, demasiado inteligente, pero… Pero no pude alejarme cuando me di cuenta de que debería. 




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