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La fiesta de papá

KATIE

—Cielo, vete preparando. Los invitados están a punto de llegar.

Mi madre interrumpe mis pensamientos. Los invitados de papá llegarán en cualquier momento y yo todavía voy en pijama. Guardo la foto que me había transportado al día en que conocí a Luke y el comienzo de nuestra gran amistad.

La fiesta no me entusiasma demasiado. Papá dice que tiene un pretendiente perfecto para mí y espera que en unos años me case con él. El chico en cuestión se llama Barnett y es el hijo mayor del mejor amigo de papá.

Barnett tiene un año más que yo. Es alto, tiene el pelo corto, rubio y siempre lo lleva elegantemente despeinado; su cara es cuadrada, tiene las cejas pobladas, los ojos almendrados y verdes, la nariz chata como la de los boxeadores y la boca grande con los labios finos. He de reconocer que es un chico guapo y además tiene buen cuerpo. Pero tiene tantos defectos que eclipsan sus virtudes: es un chico saludable y deportista pero también es un capullo, un egocéntrico, un creído y nada inteligente. Además, me saca de quicio, no lo soporto, ¿cómo hay gente capaz de soportar a tal elemento?

Me visto. Me pongo un vestido elegante ajustado que me llega por encima de la rodilla, de tirantes con el escote en forma de V, de color azul turquesa y unos tacones negros de 10 centímetros de tacón con una perla que hace juego con el vestido – que no es de mi estilo pero va de acuerdo a lo que papá quiere—. Nuestra peluquera me maquilla y me peina. Para el maquillaje me ha puesto: base, corrector, polvos selladores, sombra de ojos azul en el parpado y negro en la cuenca para el difuminado, me ha hecho también la raya del ojo, me ha puesto rímel, colorete rosado y pintalabios rojo, y para darle el toque final, me ha puesto sombra marrón en los pómulos para resaltarlos y blanca en los lagrimales para iluminar la mirada. Para el peinado me ha hecho un moño elegante y a la vez despeinado.

Papá y mamá también van muy elegantes —aunque siempre lo van—. Papá lleva su smoking negro, pero en lugar de la pajarita de siempre, esta vez lleva una corbata plateada. Mamá lleva un vestido largo hasta los pies con una apertura en el lado derecho, en la parte de las piernas, también de tirantes pero con el escote redondo, de color plateado y unos tacones negros con el tacón de aguja de 15 centímetros. Su maquillaje es parecido al mío, lo único que cambia es el color de la sombra de ojos, que en vez de ser azul, es plateada. Y va peinada con un recogido, una especie de tupé en todo el pelo que llega a un moño que parece estar dividido en tres partes, y por delante el flequillo hacia un lado. Al principio no me he dado cuenta pero, al fijarme bien, he visto que mis padres van conjuntados.

Los invitados ya van llegando. Mamá, papá y yo los recibimos a medida que van entrando. Mientras entran, veo a Barnett y a sus padres. Barnett me sonríe de forma pícara y me guiña el ojo. ¿Pero qué…? De repente, me doy cuenta que me lo he quedado mirando fijamente y, automáticamente, mi cerebro borra aquella imagen de mi mente haciéndome pensar en lo mucho que echo de menos a Luke. Cuando por fin han entrado todos los invitados y sus familias —unas dos mil personas, más o menos, respirando el mismo aire— mi padre, curiosamente, consigue que todos se callen y empieza su discurso, el mismo de cada año:

—Damas y caballeros, gracias un año más por asistir a este evento. Sabéis que para mí es muy importante el hecho de celebrar que, un año más, somos la empresa líder en ventas, eso quiere decir que hemos ganado más dinero que las demás empresas—. Se me ha olvidado mencionar que la mayoría de los invitados son trabajadores de la empresa de papá. Eso sí, son los trabajadores mejor pagados que los de cualquier otra empresa. – Podéis estar orgullosos y orgullosas con vuestro trabajo, con la empresa que os lo dio y con vuestro sueldo. – Mi padre siempre pensando en el dinero. – Y ahora, queridos amigos, disfrutad con vuestros compañeros pero, sobre todo, con vuestras familias.

Dicho esto, todos gritan de emoción mientras aplauden y, tal y como ha dicho papá, lo celebran todos con todos. En este momento de distracción, papá aprovecha para arrastrarme hacia donde se encuentran Barnett y su padre.

—¿Cómo estás? – le pregunta Jack, el padre de Barnett.

—Muy bien – le responde mi padre mientras se estrechan la mano. – Katie, Barnett, ¿por qué no os vais a dar un paseo y así habláis de vuestras cosas?

“Ya sabía yo que no me esperaba nada bueno. Pero, ¿hablar de qué, papá? ¿De qué voy a hablar yo con este? Si de lo único que habla es de sí mismo.” Barnett me coge del brazo y me lleva a rastras hasta el jardín. “Al menos aquí se puede respirar.” Nos sentamos en uno de los bancos que papá hizo poner y él empieza a hablar, por supuesto, de él mismo, es el único tema del que sabe hablar.

—Ayer fui a entrenar a mis amigos, Barnett Junior 1 y Barnett Junior 2. – Empieza a decir mientras hace fuerza para resaltar sus bíceps. - ¿Eh? ¿Lo ves? Ya verás, tócalos.

—No, gracias. No quiero tocarlos.

—Que sí, mujer, tócalos que yo te dejo.

—Pero es que no quiero tocarlos.

Me coge por la muñeca e intenta hacer llegar mi mano a sus bíceps, pero yo me resisto, con todas mis fuerzas, hasta que consigo soltarme. Él se sorprende de que me haya soltado, me mira con una ceja levantada, pero enseguida se pone a hablar de nuevo. No puedo evitar poner cara de asco.

—He pensado que para nuestra boda podríamos…



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En el texto hay: reencuentro, romance, amistad

Editado: 16.10.2025

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