Encontrarte

Ella

LUKE

Estoy viendo una película con mis padres, de esas que ponen en la tele los fines de semana, pero ni siquiera le estoy prestando atención. “Hoy es la celebración de la fiesta del padre de Katie. Seguro que ella se está divirtiendo”.

—¿Qué os está pareciendo la peli? – Pregunta mi madre, sacándome de mis pensamientos.

—No está mal, para cuando no tienes nada mejor que hacer – responde mi padre.

—¿Luke?

La miro. Ella me mira arqueando una ceja. Sé que sabe que no la estoy viendo y en lo que estoy pensando, pero sé cuál es la respuesta que quiere oír:

—No está mal – le digo al fin.

Mi madre suspira mientras mueve la cabeza y pone los ojos en blanco.

—Ay, hijo. ¿Sabes? Soy tu madre y te conozco perfectamente. Sé que no estabas siquiera prestándole atención a la película y sé en qué estabas pensando. Bueno, mejor dicho en quién. ¿O me lo vas a negar?

Me levanto del sofá y me dirijo a mi cuarto sin decir una palabra. No tengo ganas de hablar, no tengo ánimos para hacerlo. Necesito estar solo, otro día más.

—Luke, cielo, hablemos.

Sigo mi camino sin escucharla, entro en mi habitación, cierro la puerta con pestillo y me tiro en la cama. No hago más que pensar en ella, no puedo evitarlo. No hay un solo día que no piense en ella y en lo que puede estar haciendo en ese instante. Algo en mi mente me impide olvidarla, aparte, claro, del collar que me regaló. ¿Tendrá eso algo que ver?

Recuerdo que era una chica alegre, dulce y simpática. Siempre estaba feliz y nunca dejaba de sonreír ni de reír. Cantaba y bailaba a todas horas y siempre conseguía que me uniera a ella. Lo que a mí me sorprendía más era que a ella le encantaba ir al supermercado con mi madre y conmigo y se divirtiera comprando. ¿Cómo podía gustarle algo tan aburrido?

Ella fue mi primera amiga, y estaba conmigo cada día, en las buenas y en las malas. Era la única que conseguía quitarme el mal humor cuando me enfadaba. De hecho, era la única que conseguía sacarme una sonrisa verdadera, de esas que es imposible fingir.

Me pregunto cómo será ella ahora: ¿será alta o baja? ¿Seguirá teniendo el pelo tan largo o se lo habrá cortado? Tengo tantas ganas de volver a verla después de diez años… Dudo que eso sea posible después de la que lió su padre. Incluso la he buscado en todas las redes sociales. Pero nada. Sin resultados. Aunque para ser sincero, ni siquiera sé con qué nombre buscarla. O puede ser que ni siquiera haya tenido tiempo para crearse uno.

De tanto pensar cómo sería ella ahora, alguna vez he llegado a soñar que nos volvíamos a encontrar. En mis sueños, es la chica alegre, sonriente y dulce que yo conocí. Es hermosa, con una melena como la de Rapunzel pero de castaña en vez de rubia.

Recuerdo muchas cosas vividas junto a ella, aparte de ir de compras con mi madre. Mi recuerdo favorito es cuando se quedó por primera vez a dormir a mi casa. Nunca la había visto divertirse tanto como se estaba divirtiendo. Mi madre nos dejó saltar en el sofá mientras escuchábamos música y cantábamos las canciones a pleno pulmón e inventábamos coreografías, para cenar, mi madre nos preparó hamburguesas y, antes de acostarnos, hicimos guerra de almohadas mientras saltábamos en mi cama. Fue una noche realmente increíble e inolvidable. Menos mal que ese día mi hermana se quedó a dormir a casa de una amiga.

Me gustaría poder volver a verla, aunque sea una última vez. Y, en caso de ser la última vez, poder despedirme de ella como es debido, ya que cuando su padre supo que venía a jugar conmigo le prohibió volver a verme, la cogió en brazos y se la llevó. No tuve tiempo ni para decirle adiós.

—Cielo, ¿te encuentras bien? – mi madre entra en mi cuarto interrumpiendo mis pensamientos. La miro, niego con la cabeza y me reincorporo, quedándome sentado en la cama. - ¿Quieres hablar o mejor te dejo solo?

Ya había estado solo bastante rato, y lo que necesitaba ahora era el apoyo de mi madre y un abrazo de los suyos, así que dando palmaditas en la cama pero sin hablar, le digo que se siente a mi lado. Cuando ya está sentada, apoyo mi cabeza sobre su hombro y la rodeo con mis brazos. Ella me devuelve el abrazo. Nos quedamos en silencio y abrazados durante un buen rato. Mi madre es quien rompe el silencio, deshaciendo el abrazo.

—La echas de menos, ¿verdad? – Yo asiento, ella suspira. – La verdad es que yo también. Nunca te había visto sonreír hasta que apareció ella y, al marcharse, se llevó tu sonrisa, porque desde aquel día no te he vuelto a ver sonreír. Y me entristece mucho verte así. Pero en algún momento habrá que pasar página, ¿no crees?

—No – le digo con un tono seco. Ella me mira sorprendida. – Le prometí que, pasara lo que pasara, nunca la olvidaría. Y estoy cumpliendo mi promesa.

Mi madre suspira. Me da un beso en la frente y se va. Cuando ya ha cerrado la puerta, me pongo a hablar en voz alta.

—¿Por qué es tan complicado? Por favor, sea quien sea que esté ahí arriba, haz que ocurra un milagro que me permita volver a verla.



#5144 en Novela romántica
#375 en Joven Adulto

En el texto hay: reencuentro, romance, amistad

Editado: 16.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.