Capítulo # 1
Aiden al encontrar a la mujer herida y la llevo rápidamente a una clínica, fue atendida rápidamente, se quedó sentando en la sala de espera y esperar que el médico saliera a anunciar lo que había pasado con ella, era demasiado extraño hallar a una mujer en esa zona y lo peor que se veía que estaba desesperada, porque lanzarse de un paracaídas era una locura y más sin casi protección.
—Disculpe —habló la enfermera acercándose a él—. Su esposa, ya despertó.
—Gracias —dijo levantándose de la silla y siguiéndola hasta la habitación de esa mujer, cuando la enfermera abrió la puerta. Pude ver cómo tenía golpes en los brazos y hematomas, eso no fue por causa de la caída y vio la cortada en la frente, era un poco grande.
—No se preocupe, no le quedará cicatriz —comentó la enfermera.
Imiza soltó un gemido de dolor, logrando preocupar a Aiden.
—Despierta —habló, él tocando su mano y sintió como le apretó la mano—. Anda.
Imiza abrió lentamente los ojos y se encontró con Aiden, y una enfermera que la observó con mucha preocupación.
—Amor —dijo él actuando y le acarició su mano—. Tienes que relajarte, estarás unos días en cama.
—Imiza, Imiza es mi nombre.
—Ok —dijo la enfermera y salió de la habitación.
Él esperó que saliera la enfermera y habló:
—Sabes quién soy.
—¿Eres mi esposo? —le preguntó confundida, sus recuerdos eran muy confusos, solo recordaba que estaba a punto de casarse o se casó con alguien, miró al hombre moreno de un 1,90. Sexi, musculoso y ese cabello negro tan liso, esos ojos azules profundos. Definitivamente, él tenía que ser su esposo.
Aiden no sabía quién era, se veía que estaba confundida y lo entendía por el golpe que tenía en la cabeza. Decidió que creyera que era su esposa, sería lo mejor para ambos.
—Sí, soy tu esposo Aiden Grimaldi.
—Aiden —dijo fascinada y dichosa de ser su esposa—. Gracias, por traerme aquí. ¿Y qué me sucedió? —preguntó confundida.
—Te caíste de las escaleras y por eso te traje —mintió, no quería que la policía se involucrara y mejor aún que estaba confundida, necesitaba saber si era una espía que enviaron o en realidad estaba escapando de alguien.
Imiza estaba fascinada por lo atractivo y sexi que era su esposo, daría lo que fuera por aclarar su mente. Algo no estaba muy claro.
Aiden necesitaba comunicarse con su tío lo más pronto posible, para que le encontrara un certificado de un matrimonio falso y tratar de justificar a su familia de su matrimonio de mentira.
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Bianco comenzó a investigar quién podía ser la joven y no encontraba nada, la realidad que se encontraba muy herida e hinchada con las fotografías que le habían enviado su sobrino de la clínica. Tendría que ayudarlo. Nada más se le ocurría a su sobrino inventar que estaba casado con esa mujer. Le tocaría confiar en él y esperar que no pasara nada grave.
Aiden estuvo platicando con los médicos y le explicaron que debía de tener mucho cuidado con ella y que su pierna sanaría en seis semanas, que después le tocaría las terapias.
Él escuchó atentamente todo y buscar el mejor fisiatra para que ella pudiera sentirse cómoda, no iba a exponerla y si estaba escapando. Tenía que protegerla por su seguridad.
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Una semana después.
Imiza fue dada de alta, se sintió extraña al llegar a su hogar con su esposo Aiden, se le hizo raro la poca amabilidad de la servidumbre, y se lo hizo saber a su esposo, él le explicó que tenían poco tiempo de casados y que nunca la había traído a la mansión, porque estaba esperando que terminara de mudarse por completo.
Él, como todo un profesional, le compro mucha ropa, joyas y maquillaje, tenía que hacerle creer que ella tenía todo eso, por lo poco que había visto de ella. Era una mujer coqueta y risueña.
Había tenido que mentir muchísimo, sin saber cómo decirle a su familia que tenía una esposa casi sin memoria y con una pierna rota.
—¡Aiden! —exclamó Imiza con mucho dolor de cabeza, había días que le dolía mucho y otras veces no. Hoy era un día que estaba doliéndole con mucha intensidad—. ¡Ayúdame!
Él salió corriendo hacia la habitación de Imiza, cuando abrió la puerta, la vio con los ojos cerrados y sollozando fuertemente, fue en busca de un tranquilizante. Por suerte su madre les enseño a sus hermanas y a él inyectarse por alguna emergencia, la inyecto con mucho cuidado y poco a poco Imiza fue relajándose y su dolor fue disminuyendo. Logrando relajarse.
Aiden esperaba que ella se tranquilizara para poder hablar con calma, necesitaba saber si había podido recuperar un poco su memoria o no recordaba nada. Desde que Imiza fue deshinchándose veía una mujer muy hermosa, risueña y tímida en cierto punto. Había logrado tomarle cariño, la ayudaba a ir al baño, cuidaba su sueño y la cargaba para que se distrajera en el jardín, por suerte contrato a un médico de confianza para que la viera cuando se sintiera mal. Del accidente no quedaba ni rastro, solo su memoria confusa y la pierna rota.
El timbre sonó y escuchó las voces conocidas, dejo a Imiza descansando y bajó las escaleras con rapidez. Al ver quiénes eran, sonrió y se ponía nervioso a la vez, eran sus hermanas Gaia y Bella.
—¡Hermanito! —exclamó Bella abrazándolo y risueña—. Venimos a pasar unas semanas contigo.
Él palideció y habló:
—Eso es imposible, no pueden quedarse aquí. Tengo visitas y no quiero que estén de intensas, y molestando.
Gaia sonrió con malicia y salió corriendo hacia las escaleras. Aiden quería salir corriendo y Bella le hizo una llave para evitar que su hermano detuviera a su gemela. Ambas sabían que su hermano estaba extraño, no estaba visitándolos y antes de que su madre fuera a la mansión de su hermanito, decidieron ellas visitarlos primero y saber que estaba escondiendo su querido hermano.