Encrucijada: La profecía y el tigre

CAPÍTULO 3 Isis

-Lena…-Una voz de mujer suavemente susurraba al oído de esta mientras dormía sobre su costado. - Lena… - hasta que llamó su atención y la trajo del profundo sueño a la realidad, abrió los ojos y se preguntó así misma quien la llamaba pues no era la voz de mamá o si había sido producto del sueño - Lena.. - Se voltio de frente quedando recostada sobre su espalda y abrió mas lo ojos maravillada, frente a ella un hermoso rostro de mujer de ojos grandes y cabellos dorados, una especie de ninfa en forma espectral estaba flotando sobre ella, inspiraba tanta dulzura y belleza que junto a la inocencia de Lena, esta no sintió ningún temor.

-¿Quién eres?- preguntó Lena con una leve sonrisa y levantando su mano para tocar el rostro de la ninfa instintivamente llevada por su curiosidad, materializandose esta para saciar el tacto de la niña.

-Yo soy una enviada de los cielos- cerrando tiernamente los ojos para recibir la caricia de la niña para después abrirlos y mirarla a los ojos-he venido para mostrarte lo que tanto anhelas ver, tu destino está marcado, pero el mal se apresura para que no lleves a fin tu misión, aún no estás preparada y eres pequeña, sin embargo, recibirás un golpe fuerte hoy, pero tu mi niña eres única llena de dones y virtudes, y esto te hará más fuerte y sellará en un futuro tu propósito, comandarás ejércitos completos y todos te escucharán y cada ser en este mundo, sabrá tu nombre -La tomo de la mano y en ademán la invitó a sentarse, la niña la miraba atenta, escuchando lo que decía, que aunque no entendía del todo, ella sabía que lo que la ninfa le decía era importante y trataba de memorizarlo -ven conmigo, es hora de darte un regalo- puntualizó. La niña sin responder siguió a la ninfa, la cual la llevaba aun tomada de la mano.

-¿Puedo despertar a mamá?,- preguntó la niña antes de salir de la casa

-No Lena, a donde vamos, no puede entrar mamá-, la miro por unos segundos para luego hacer un ademán con la mano, como si de una orden se tratara para que la puerta se abriera para ella sorprendentemente sin hacer ningún ruido.

Salieron de la casa y sus pasos se dirigieron a la zona prohibida, al pasar por el frente de una de las chozas, un niño robusto, tez morena característica de la aldea, ojos grandes de color avellana, su cabello oscuro y crespo de edad 14 años, era vivaracho y tenía una fuerza sorprendente, e incluso habilidad en las artes de combate, ni siquiera al mismo Jaguar que algún día lo atacó cuando era pequeño, le hizo daño, pero se hizo precavido, por lo que siempre cargaba una pequeña ballesta, se repetía una y otra vez que jamás nada ni nadie lo tomaría desprevenido. Durante la noche, sintió sed y se había levantado para salir al pozo a tomar agua, le apetecía tomarla directo porque sabía que era la forma de tomarla fresca. Al empinar su tarro vio a Lena caminar sola con la mano alzada, parecía dormida, el era consciente de lo que esa niña representaba para la aldea, no había día que a escondidas la siguiera cuando la veía andar por ahí sola y un par de veces la había defendido de algún animal rastrero, por lo que se alertó y sin pensarlo decidió seguirla.

Lena parecía discutir con alguien y alzaba su rostro como buscando los ojos de quien conversaba, al ir meditabundo de las acciones de la niña, no se dio cuenta que estaban en esa zona prohibida por los ancianos, no fue hasta que vio como una puerta se aparecía frente a él, empotrada en el tronco de un gran árbol, cuyas raíces se adherían a la ladera del volcán dormido que yacía en la isla, el se sorprendió tremendamente dando un grito y retrocediendo cayendo de espaldas, a diferencia de Lena que parecía felizmente sorprendida con tal espectáculo, la ninfa y la niña al escucharlo voltearon hacia él, quien aun tenía los ojos desorbitados.

-Sigurd!- gritó Lena, y corrió hacia él para ayudarlo a levantarse- ¿Qué haces aquí?- le preguntó al ponerse ambos de pies.

-Lena qué haces tú aquí, ¿que es todo esto?- le preguntó sin dejar de ver la majestuosa puerta que era de una madera exquisita que jamás había visto en la isla, talladas tenía una serie de palabras desconocidas alrededor con un pequeño ribete dorado, en medio una escena, donde una mujer con destellos de luz vencía a demonios que se retorcían a sus pies al ser tocados por estos- es el lugar prohibido por los ancianos, tenemos que salir de aquí, y la tomó de la mano para salir corriendo.

-¡No!, ¡Detente!- le chilló la niña y con sus ojos muy abiertos le dijo- Ella me ha dado permiso, ella viene del cielo y me dijo que ahí había cosas que me pertenecen y apunto hacia donde la ninfa.

-Lena, estás soñando, ahí no hay nadie, yo no veo a nadie aquí- se agacho hasta su altura para hacerla entrar en razón.

Volteo la niña con la ninfa y le dijo -Por que el no te puede ver, deseo que él te vea para que me crea, o de lo contrario me llevara de regreso sin que tu o nadie podamos hacer algo porque es muy testarudo-

-Mi niña, a este recinto sólo pueden entrar personas que son elegidas por el cielo- le contestó la ninfa

-Pues bien, acabas de decir que yo provengo del cielo y que algún día yo comandare ejércitos enteros, aunque aun no comprendo tus palabras del todo, si entiendo que tengo el poder de elegir a Sigurd para que él también pueda entrar- Y frunció el ceño como señal desafiante.

-Que… ¿Qué dices Lena?, con..¿Con quién hablas?- La miraba y regresaba la vista hacia donde ella dirigía sus palabras.

La ninfa sonrió dulcemente y miró a Lena con orgullo, sabía que los cielos se habían esmerado en ella -Lo que has dicho es verdad, tú gobernarás a cada criatura, humana, no humana, animal, flora, cada centímetro de esta tierra, lo que me pides es un deseo, y para mí una orden, el chico puede venir, pero en definitiva no podrá entrar en todas las habitaciones.- advirtió. 




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