Encrucijada: La profecía y el tigre

Capítulo 12 Ángel Caído

En un costado del barco, Lena se despedía de Ondina.

 

-Gracias por tu ayuda Ondina, no sé cómo pagarte- e hizo una reverencia. 

 

Lo que a Ondina le sorprendió y agachó la cabeza en señal de respeto -No diga eso mi señora, yo estoy honrada de conocerla y me permitiera pelear a su lado, la he esperado por tanto tiempo que este día para mi es glorioso-. 

 

-Entonces para ambas este día es de mucho significado, al verte sé que mi madre está al pendiente y renueva mi energía y valor de seguir adelante - comentó Lena esbozando una gran sonrisa. 

 

-Estaré cercas, hasta que usted salga de las aguas- dijo Ondina. 

 

-Gracias- finalizó Lena. 

 

La ninfa del agua se dio la vuelta para desvanecerse en una ola.

 

Lena se dio la vuelta y fue hasta los demás (Sigurd, Seren y el capitán)

 

-No hay forma de que sigan en este barco, los mástiles están dañados y otros fueron arrancados, y la población a la que quieres llegar está a días- dio el informe el Capitán a Lena. 

 

-No estoy en posición de ponerme difícil, así que dime, cual es el precio por llevarnos en tu barco- Le dijo firme Lena. 

 

-Por favor niña, que tienes que me puedas ofrecer que no sea…- y el Capitán fue interrumpido cuando del mar salió despedido un cofre que fue a caer a los pies de este lleno de monedas de oro y joyas varias.

 

Todos voltearon a donde había venido el cofre y estaba Ondina con una gran sonrisa, hizo una reverencia y se desvaneció.

 

-¿Es suficiente?- dijo Lena

 

-Esta bien, es suficiente, pero tengo una condición- puntualizó el Capitán. 

 

-¿Es en serio?- Dijo Lena con ojos evidentemente molestos.

 

-No es algo que no me puedas dar, es algo sencillo… solo quiero que me cuenten su historia- pronunció el Capitán.

 

Lena se quedó por un momento pensativa y miró a los ojos a Sigurd con él afán de buscar una respuesta y su apoyo, al final, el Capitán había demostrado piedad al ayudarlos, pues de haberlo querido, sólo se hubiera quedado mirando y después recoger las armaduras en pedazo y venderlas, ella misma sentía ya confianza en él, además, algo le decía que no era casualidad el cruzarse en su camino. 

 

-No se de que te sirva, pero está bien, trato hecho, si intentas traicionarnos…- quiso advertir. 

 

-Seré lo que tu quieras, pero cuando doy mi palabra y hay un trato, soy fiel hasta el final- se sintió ofendido el capitán. 

 

-Vamos entonces- comentó Sigurd. 

 

-Ayudame con mi paga- dijo el Capitán. 

 

-¡Exacto!, es TU paga- y sigurd se dio la vuelta. 

 

-Como si te necesitara- y el capitán pegó un chiflido y en nada ya estaba su tripulación cargando todo al barco, víveres, agua, paga y todo lo que les pudiera servir.

 

Antes de cualquier cosa, el Capitán les ofreció una merienda, la realidad es que al capitán se le quemaban los sesos por saber la historia de los 3 chicos, y no quería posponer el platicar con ellos, aunque esto, bien sabia, podría encarrilar un poco a revelar su propia historia.

 

-Pasen por aquí - abrió su estudio personal al que nadie entraba e hizo una reverencia de orden que entrarán, Lia incrédula, ya que ella siempre había querido entrar y jamás se lo había permitido y a estos 3 desconocidos, la puerta de par en par.

 

Al entrar a la estancia era totalmente diferente al resto del barco, estaba finamente amueblado, e incluso de las paredes colgaban cuadros de exquisito gusto, uno en especial estaba a espaldas del escritorio de caoba, 2 ángeles con hermosas armaduras y sus alas desplegadas mirándose de frente en un cielo azul turquesa, obvio Seren tenía todas las ganas de preguntar, pero solo se permitió esbozar un pequeño sonido de sorpresa y un suspiro. Lena al conocer los pensamientos de Seren, tocó su mano y le dijo -Todo a su tiempo- y está asintió.

 

El estar sentados en ese estudio les daba sensación de estar en otro mundo, ya que no se sentía el movimiento natural de los barcos al surcar las olas, y había adornos frágiles simplemente colocados en repisas que no se movían ni un centímetro, y entonces repararon en un tipo de aparador que estaba tapado con una fina tela roja, pero lo suficientemente oscura para no dejar ver el contenido. Todo se veía y se sentía mágico. 

 

-Y bien?- por donde quieren comenzar dijo el capitán, después de dejarlos curiosear lo suficiente. 

 

-En verdad que no se para que fin quieres saber nuestra historia- comentó Sigurd. 

 

-Por la misma razón que ustedes quieren preguntar por cada cosa que ven y sienten en este lugar… curiosidad, hambre de saber- contestó el Capitán, y dirigiéndose a Seren - Tu niña, ¿hace cuanto que sabes hacer la defensa de las plumas de acero?-

 

Los otros chicos repararon en ese momento que no habían tenido tiempo de preguntar tal proeza - Es cierto Seren, en que momento te diste cuenta que tu armadura tenía esa habilidad?- pregunto Sigurd.




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