Encuéntrame en tu futuro

Capítulo 4. El duelo.

El juez se levantó de su sillón, cogió una pequeña trompeta, o algo perecido, y sopló tres veces. Todos los participantes, que éramos 9, nos reunimos en un círculo. Cada uno tomaba el turno de dar un paso al centro y decir su nombre y sus armas con las cuales vamos a pelear. He vuelto a ser el centro de atención. Nadie quería competir conmigo, considerando que era por debajo de su dignidad, luchar contra una mujer y desarmada. Lo supe de inmediato. Da igual que en la Edad Media, en el mundo actual, los hombres se consideraban y se consideran superiores a las mujeres. El primer combate comenzó. He seguido atentamente el tiempo de cada asalto, las faltas graves, en unas palabras, me fijaba en todo lo que podría haber sido útil para mí. Pero no había reglas, ni tiempo establecido. Peleaban hasta que fallaban las fuerzas o alguien mata al contrincante. Estas eran las reglas. Más guay que en los combates ilegales.

Estaba mirando el combate, duró cerca de una hora y empecé a dormirme. No fue interesante. El paso adelante, el golpe, el bloque, el ataque, la defensa. Eso es lo que estaban haciendo con las espadas dos hombres. Finalmente, uno se cansó y cayó de rodillas. Es hora de la segunda pareja y la misma canción de antes. Me di cuenta de que no me dejaran pisar la arena, mientras no acaban los guerreros. O, mejor dicho, no me elegirán. La gente, como yo, se aburrió y algunos se marcharon. Y los combates seguían su curso. Nadie mató a nadie. Para el almuerzo, cuando mi “Representante” vendió su producto, quedaba un subcampeón en la arena.  Él se quitó el casco y la armadura. Mi adversario tenía una cara bastante bonita y los pelos largos sujetos en una coleta. Y lo que era extraño, el era mucho más alto que yo, unos diez centímetros.

- ¿Qué hay guapa, estas esperándome? - Se río en mi cara y sus mechones de oro se metieron en el cuello.

- Eres tu quien fui a correr de mí. -  Le respondí con la misma moneda.

- Bueno, Oksia del Norte, vamos al círculo, te pateo el culo, - mi oponente siguió riéndose.

Intenté recordar su nombre, pero no pude. Fui al círculo con él. Se burlaba, se sonreía, y por el colmo se quitó la camisa antes de empezar, se quedó con los pantalones de cuero. "Él piensa que yo también me quito la mía, sinvergüenza”, - pensé yo y miré el cuerpo de un hombre que no era malo, incluso diría un cuerpo perfecto. No tan era estimulado en el gimnasio como el de Timur, pero transmitía una fuerza en cada célula muscular. Me acordé de mi novio Timur por un segundo, sólo por un segundo. Su cuerpo, comparado con este esqueleto muscular, parecía hinchado.

Tenía que estar bien. Sabía que no podía cogerlo por la fuerza. Sólo podía ayudarme la técnica. Ya me he dado cuenta como tenía que ser nuestro combate. He notado que ninguna pelea ha tenido un salto, así que he decidido usar la estrategia de la competición. El golpe de la pierna es la puntuación más alta que el golpe de la mano, el golpe en el salto es más alto que el golpe en el suelo, y la serie de golpes en las manos se considera un golpe en la pierna. Estaba segura de que nuestro combate se verá dinámico y con mucha técnica. Yo tengo que moverme, acelerar, transformar la velocidad en la fuerza, y que usaría mis piernas de forma alterna en las series de golpes. Lo que importa es sorprenderle y evitar que el se acerque a mí.

El juez dio la señal a la última ronda. Entramos en el círculo. Él sonrió. Me puse en la posición de atención un poco balanceando. Él fue como un oso acercándose a mí.  Tomé la velocidad al retroceder, y en el salto di una serie de patadas en el pecho. Se detuvo y agito la cabeza. No tardé mucho en pensar en otro ataque y al final golpeé los puntos de dolor en el cuello. Se cayó. La gente se sorprendió. Por fin vi al verdadero caballero a mis pies, y no importa si lo envié yo a esta posición. Es un hecho importante para cada señorita. Parecía que mi sonrisa se salía de mi cara. ¡Yo estaba en la gloria!

- ¿Qué has hecho? ¿Lo mataste?

-  Yo no he matado a nadie, le aseguro.

Pero mirando el horror real en su cara, yo misma empecé a preocuparme. "¿Le rompí el cuello? Antes de mí él había luchado con cinco rivales y sin descanso ". Nunca he pensado en matar a nadie, ni mucho menos a ese guapo. Me incliné sobre él. Aún estaba inconsciente. Le levanté la cabeza y me puse de rodillas. Le pasé la mano por su cara. Yo, como una futura medica sin acabar los estudios, supe que no era nada serio, pero el deseo de besar sus labios apretados era tan fuerte que me asustó, pero tarde. El guerrero abrió los ojos justo cuando le bese. Mis mejillas se dispararon como un fuego. Me levanté bruscamente y le dije al juez:

- Aquí está vuestro caballero vivo y a salvo. Yo quiero mi recompensa.

No debería estar preocupada por el premio. Stepan ya ha puesto el jabalí en el carro con la cara contenta.

- ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo lo reanimaste?

- No hice nada, él se recuperó solo. Eso es lo que pasa al perder la conciencia. - Intenté explicarle al juez y calmarme.

El pueblo estaba encantado. Dos milagros por un día. Primero la mujer derrotó al mejor guerrero y luego lo resucitó. “¿Cómo vas a poder limpiarte de todo esto ahora? ¡Así que tú te atreviste a besarle! ¿No podías aguantar?”- me echaba yo la culpa a mí misma.

Stepan me ayudó a subir al carro y nos fuimos a casa. Lejos de todo el ruido y, sobre todo, lejos de ese guapísimo guerrero. "¡Y él es bueno, malditamente bueno!", pensé, y un gemido salió de mi pecho.




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