Encuéntrame en tu futuro. libro 2.

Capítulo 1. Nuevo partido del juego.

Me he despertado cuando sentí que me ahogaba, el agua entraba en la boca y la nariz. Había tensa oscuridad a mi alrededor. Empecé a trabajar con las manos y los pies. «Dios mío, ¿a dónde me han llevado otra vez?» El abrigo de piel mojado se hacía pesado, como una piedra, que me tiraba hacia abajo. Apenas pude desatar el cordón que sujetaba este monstruo alrededor de mi cuello y me lo quité. Así estaba mucho mejor, más fácil de respirar. Pero no podía nadar, mi falda se agarró a algo debajo.

- ¡Ayúdenme! - con todas las fuerzas que me quedaron, grité.

- Mira, Mitrich, ¿parece que alguien está vivo? - oí y sentí las manos de alguien bajo mi pecho.

- ¡Se enganchó la ropa!

- Entonces quítale la ropa, ¡no es el momento de vergüenzas! - gritaba otra voz.

Yo como loca me agarraba a mi salvador, sabiendo que le estaba molestando, pero no podía hacer nada. ¡Instinto de la vida!

- ¡Oye! déjame, no aprietes mi cuello, ¡tonta chica! - él intentaba calmarme y dijo a su compañero, - pásame una cuerda.

- Sácala por aquí, - grito su amigo.

Finalmente me sacaron del agua. Me imaginaba que aspecto yo tenía. Solo en una camisa, sin falda, sin abrigo, toda mojada. Mis salvadores que eran dos: un hombre de mediana edad y otro un poco más joven, me miraban como a una sirenita. Tampoco tenía mucha diferencia.

- Ponte esto, - me dijo el hombre mayor y me dio su zipún*.

- Gracias, - le agradecí. Me alegró mucho de ponerlo. Tenía mucho frío.

- ¿Qué vamos a hacer con ella? -  le preguntó su camarada, vistiéndose.

- La llevaremos al Príncipe, él decidirá qué hacer con ella, - respondió.

Al oír la palabra «príncipe», sentí como me electrocutó. Perdí a mi Príncipe, no pude protegerlo. Su cara, tan querida y tranquila con la máscara de la muerte, se puso frente a mis ojos y no pude evitar de empezar a llorar.

- ¡Bueno, bueno! ¿Qué estás haciendo? Ya ha pasado, ahora te llevaremos a casa del amo, - me dijo el hombre, abrazándome e intentando consolarme.

- ¿Quién es su amo? ¿Dónde estoy? - Le pregunté, cuando dejé de llorar como alma en pena.

- En Moscú, y nuestro Príncipe Pedro Ivánovich Repnin.- me respondió.

Eso no me dijo nada. Todavía no me entendía nada de nada. Lo único que sabía, que no estaba en mi casa en San- Petersburgo, que el destino me había dejado en el pasado otra vez. Si es así, tendré que adaptarme a la situación otra vez. Y aún no he tenido fuerza para enfrentarme a la nueva vida, así que tengo que otra vez pasar por el papel de una pobre chica que perdió la memoria como consecuencia de los trágicos acontecimientos.

- ¿Cómo te llamas, señorita? - me preguntó mi salvador, cuando me ayudaba a sentarme en el carro.

- No recuerdo, - le respondí, con todo mi aspecto dando pena, para que entendiera que estaba tan asustada que no tenía sentido preguntarme algo más.

- Nada, llegaremos a casa, te tranquilizaras y recordaras todo, - me calmaba.

 Pero yo sabía que hasta que no supiera dónde estaba, no iba a recordar nada.

El carro iba dando golpes por un camino de tierra. «Han pasado años y posible, siglos, pero el   transporte es el mismo», - no sé por qué pensé. El zipun me calentaba y me invitaba a dormir. En el sueño yo estaba de nuevo con mi amado Iván, mirándolo, entrenando con Vladimir, y de repente mi querido se giró hacia mí y dijo claramente la última frase: «¡Encuéntrame en tu futuro!» Me desperté y oí a los hombres hablar entre ellos.

- Oh, pobre niña. Cayo con el carruaje de un puente al río. Tiene suerte que aún este viva. - Dijo uno.

- Al parecer, iban muy apurados. ¿Tal vez huyeron de quién? El tiempo ahora es agitado. El joven Príncipe también está en prisión. ¿Escuchaste?

- Claro que escuche, pero le apresaron por ser ridículo, lo dejarán salir cuando averigüen la verdad, - se río el primero.

"¡Maldita sea! ¡Otra vez el tiempo es agitado! ¡Qué suerte tengo! ", - pensé.

En ese momento, llegamos a una pequeña casa de dos pisos con un porche de columnas. Me fije que el edificio era de piedra, entonces no me dejarían dormir en el suelo de tierra. A recibirme salió una mujer con una pañoleta grande que la tapaba de la cabeza a los pies.

- Aquí está Marta, la única a quien pudimos salvar, cuando vimos caer su carruaje, nadie más ha sobrevivido, - dijo mi salvador.

- Mañana por la mañana, coge a la gente y saca el carruaje del rio, - Les dijo.

Me abrazó cuidadosamente por los hombros y me llevó al salón.

- Ven, bonita, ahora te traeré la ropa seca, - dijo y aviso a la chica que estaba al lado, - Natasha, trae un té caliente.

- Gracias, - susurré.

- ¿A lo mejor quieres comer algo?

- No, No tengo hambre, - me disculpé, aunque la última vez cuando comí fue anoche, porque esta mañana no me puse ni un trozo de pan en la boca.

 Mi pensamiento otra vez volvió allá, al sitio donde abrazaba y besaba a mi marido esta mañana. ¿Cómo puedo vivir sin él ahora? La angustia y el dolor revolvieron mi alma, y las lágrimas como dos arroyos salieron de mis ojos. "¡Iván, amor mío! ¿Por qué no estoy muerta contigo? «¿Por qué iba a vivir sin ti?», - gritaba mi corazón, mientras mi alma aullaba como una loba herida.

- Oh, pobre, llora, cariño, llora, libera el dolor. - me apoyaba.

Me ayudó a cambiarme, me dio un té caliente y me puso en la cama. Si no hubiera sentido que estaba muerta perdiendo mi corazón para siempre, habría dicho que esta época era mucho mejor que la primera vez que llegué al pasado. Pero hoy no sentía nada. Me sentía muerta.

Zipun*- un abrigo largo de tela gruesa de pelo de oveja, sin botones.



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En el texto hay: aventura, el amor verdadero, haren

Editado: 15.03.2021

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