Supongo que, para mí, como para la demás gente con el mismo problema, fue difícil volver a mi vida normal, aunque traté de calificarlo como un problema temporal. En eso me apoyaba Tatiana, mi enfermera y amiga del centro de rehabilitación. No sé por qué, pero tenía la sensación de que era mi alma gemela y que podía confiar en ella como en mí misma. Un sentido de estabilidad y la esperanza me daba en los momentos en que, incluso mis amigos de la infancia, empezaron a ignorarme. Por supuesto, ¿a quién le interesa estar con una persona con discapacidad, cuando tienes veinte años? No estaba enojada con ellos, querían vivir a tope, lo que yo no podía hacer. Los entendía, pero el sentimiento de amargura y soledad se establecieron en mi corazón.
Y, además, todos los recuerdos de mis viajes en el pasado, que he vivido estando en coma, he tratado de convertirlos en un sueño medicinal. Después de hablar con mi madre y contarle mis aventuras, la vi realmente asustada. Ella pensó que tenía problemas de conciencia después del trauma y me llevó al psiquiatra. Entre todos intentaban hacerme olvidar a mi "Príncipe", pero su cara constantemente volvía en mis sueños. Me despertaba con increíble sentido de amor por él y ganas de encontrarle. De mis sueños no hablé con nadie, temiendo las consecuencias que podrían provocar mis confesiones.
Después entendí, que precisamente él era mi motor. Para poder encontrarle lo más rápido posible, luché por ser lo que era, o incluso mejor.
En seis meses, recuperé todo lo que me perdí en la universidad y terminé mi tercer curso de medicina. Con una pequeña diferencia, si antes quería ser traumatóloga, después de lo que me pasó, decidí ser Médico Rehabilitador que era principalmente el encargado de coordinar todas las áreas para que la rehabilitación del paciente se diera de una forma más completa y global posible, y por tanto debería conocer cómo se trabajaba en cada área y todos los avances de cada una.
A la misma hora que dejé las muletas, empecé a entrenar en el centro de deportes. Menos mal que la federación de Taekwondo no me dio la espalda. Me ofrecieron un puesto de segundo entrenador en el grupo de los niños. Estaba encantada. Era el segundo hilo que me ayudaba seguir luchando y no caer en la depresión.
Antes de Año Nuevo, Tania me pidió, que la ayudara a elegir un regalo para su sobrino. Sabía que no necesitaba ninguna ayuda, simplemente me quería sacar de casa.
- ¿Por qué no vamos al centro comercial a ver algo para Sasha? Y tu necesitas cambiar un poco el vestuario. ¡Nueva vida - nuevo armario! - exclamó mi amiga.
No me sentía cómodo por contarle nuestras dificultades financieras. La verdad es que la mayoría de los programas de rehabilitación eran de pago y todo el dinero, que mi madre ahorrara durante muchos años, desaparecieron tan rápido, que incluso tuvo que endeudarse. Mi sueldo de segundo entrenador no era suficiente ni para la comida. Y el salario de mamá no cubría los gastos de todos los días, ni masajistas, ni medicinas. Nuestra situación estaba a punto de ser catastrófica.
- De acuerdo, pero para que tener un armario nuevo, si no salgo a ningún sitio, - contesté con un suspiro.
- Para celebrar año nuevo, te invito a mi casa, pero antes vamos a una discoteca. Tu conoces a mis padres, pero nunca estuviste con nosotros de celebración. Tienes que empezar a relacionarte con la gente, - insistió.
- Pero no puedo dejar a mi madre sola, - me opuse. Esta opción no se ha considerado en absoluto. Mi madre estuvo conmigo todo este tiempo, se preocupaba por mí más que yo misma. No podía permitir que ella pasara esta fiesta sola en casa con la tele.
- No te preocupes por tu mamá. Sergio Vladimirovich la invitó a pasar las vacaciones en la estación de esquí, pero ella, como tú, no quiere dejarte sola, - me abrió los ojos mi amiga.
- ¿Qué? ¿Sergio Vladimirovich y mi madre? - no podía creerlo.
- Anastasia, ellos lucharon cuatro meses juntos por tu vida, así se acercaron. Tu madre es una mujer joven y guapa, y Sergio Vladimirovich también es un hombre encantador.
- Me encantaría, que mamá conociera a un hombre de corazón, pero es tan inesperado, tan de repente. Ella no me dijo nada. - me avergoncé.
Mi amiga tenía razón. Mi madre aún era muy joven, y después de la muerte de mi padre, no tuvo a nadie, ni siquiera una pequeña emoción o una aventura, por eso la noticia de su romance secreto con mi médico rehabilitador para mí fue como un trueno en medio de un cielo despejado.
- Vale, pero primero tengo que asegurarme de que mamá vaya con Sergio Vladimirovich, y luego te daré mi respuesta, - dije, aún sin creer en la posible aventura de mi madre.
- ¿Pero vas a ir al centro comercial conmigo? – preguntó Tatiana.
- Sí, iré al centro contigo, - respondí.