La bodega de carga estaba repleta, Juna y Tori estaban hablando con sus amigos mandalorianos y Pirbit. Ella se despidió de Cen y Deto para sentarse junto a Erdos y Lura, que estaban haciendo mantenimiento a sus armas. La mujer, que estaba sin su casco, tenía la piel del mismo color que Erdos y sus cabellos eran negros con puntas violetas. Sus ojos se posaron en ella con curiosidad. Donde había mandalorianos, había cascos sobre las mesas. Alara quería conocer uno que siguiera el Credo, pero no parecía ser el caso de este grupo.
“Bienvenida, maestra.” Dijo sonriente Erdos. “Ya conoces a Lura, ahora sin casco.”
“Ya somos amigas.” Dijo divertida la mandaloriana. “Mi esposo me dice que tenemos un rescate, vamos a poder sumar eso a nuestro currículo.”
“Creo que ya hemos rescatado gente, esposa…” Dijo pensante Erdos. “¿Qué clase de preparación hace tu grupo, Alara?”
“Venimos de entrenar unos meses, así que estamos relajándonos un poco.” Respondió pensante la maestra. “Nos viene bien viajar con amigos.”
“Ah, entiendo.” Dijo pensante Erdos mientras miraba a Lura.
“Nosotros somos distintos.” Respondió divertida la mandaloriana. “Tu espía nos ha dado mucho trabajo desde la última vez que nos vimos…”
“Es cierto, parecía que necesitaban un poco de poderío mandaloriano.” Dijo divertido Erdos. “Pagan mejor de que esperaba también…” Agregó mirando hacia el otro grupo. “La pequeña ya es amiga de todos…”
“Así es Tori.” Dijo sonriente Alara. “¿De dónde vienen?”
“Anaxes, sus militares se ponen nerviosos con nuestras armaduras en ese planeta.” Dijo divertida Lura. “Nada que lamentar, pero queríamos dejar el escuadrón que rescatamos en buenas manos.”
“Tuvieron suerte de que estábamos haciendo una misión para el SIS, nunca los hubieran encontrado en esa fría tundra.” Dijo pensante Erdos. “¿Cómo está todo en Coruscant?”
“A nosotros no nos agradan las ecumenópolis como esas…” Dijo al aire Lura mientras sacaba una parte de su gigantesca arma para limpiarla con mucho cuidado.
“Tengo que preguntar, ¿Qué clase de arma es esa?” Preguntó con curiosidad Alara. “No parece un… rifle, tampoco parece una minigun.”
“Es un lanzaestacas, modelo KJ-308, acero durano y municiones con punta de titanio.” Respondió divertida Lura. “Es un arma simple pero efectiva.”
“Diseño mandaloriano, maestra.” Dijo sonriente Erdos. “No quieres estar en la mira de mi esposa.”
Lura sonrió divertida.
“Tengo algunas noticias del Imperio. Tal vez recuerde el nombre de Shia también conocida como la Roja.” Agregó pensante.
“Mi padawan la derrotó hace unos años…” Dijo apenada Alara.
“Parece que es una de las aliadas de ese famoso sith…” Opinó al aire Erdos.
“Se convirtió en una mercenaria del Imperio y ha estado trabajando en espacio imperial…” Dijo al aire Lura. “También me enteré de que Mordo está muerto.”
“Quiso arrebatarle la máscara a Ihsahan, o por lo menos eso estaban diciendo el clan que nos cruzamos en Anchorhead…” Dijo pensante Erdos.
“Ese sith es toda una eminencia en el Imperio, algunas personas lo aprecian más que a la Emperatriz.” Dijo pensante Lura.
“Todos quieren trabajar para ese sith…” Opinó pensante Erdos. “Tengo entendido que ha derrotado a grandes siths…”
“Jedis también…” Dijo apenada Alara.
“Lo siento, maestra.” Dijo con cuidado Erdos. “Escuché eso, hasta vi el video de su pelea con el hijo del Almirante… Es un enemigo formidable.”
Lura apoyó su holo sobre la mesa donde estaban sus herramientas para que un video aparezca sobre él. El sith estaba parado en el centro de una polvorienta calle. El dron se movió para cambiar la perspectiva. Alara reconoció el lugar, era uno de los puertos más turbios y peligrosos de Tatooine. El ejército de bandidos, mercenarios y androides poco pudo hacer contra el sith, que desapareció con un salto frontal para perderse entre la multitud.
“Este es nuevo, limpió Anchorhead antes…” Dijo al aire la mandaloriana mientras tocaba un botón.
Una cámara dentro de una estación espacial estaba siguiendo al sith, que caminaba solo por un angosto pasillo. Cuando las compuertas se abrieron, un escuadrón de elite estaba esperándolo. Alara solo pudo escuchar los gritos.
“Es un gran piloto también.” Dijo con seriedad Erdos. “No es alguien que quiera cruzarme en un callejón oscuro…”
Alara miró hacia sus alumnas, pensando en sus visiones, pensando si la máscara era la misma, si los detalles eran los mismos. Ese hombre no podía salvar a la galaxia.
“¿En qué piensas?” Preguntó de la nada Lura.
“Lo siento, tenemos un conflicto interno en la Orden…” Dijo pensante Alara. “Todos hemos tenido la misma visión sobre ese sith y todos tenemos opiniones distintas sobre él.”
“La galaxia está empezando a quererlo, maestra.” Dijo pensante Erdos.
“La parte oscura de la galaxia lo detesta…” Completó divertida Lura. “Ya que está destruyendo a los grandes poderes criminales que se cruza.”
“Vengo escuchando eso…” Dijo distraída la maestra.
Tori corrió hacia ella para mirar de cerca la gigantesca arma de Lura.
“Maestra… ¿Cómo se llama el planeta a dónde estamos yendo?” Preguntó con energía la padawan.
“Kuramín.” Dijo al aire Erdos. “Jungla, pantanos…”
“Tres satélites, anillo.” Agregó divertida Lura. “¿Quieres entrenar un rato Tori? Aprendí mucho el otro día.”
“Por supuesto.” Dijo contenta la pequeña.
Lura tomó una lanza para empezar a practicar con la padawan. Alara podía verla entrenar todo el día, ya que Tori nunca dejaba pasar una oportunidad de aprender de los estilos de los más. Juna se acercó junto Pirbit, que se perdió entre unas cajas para aparecer en su torre de vigía, que no era más que la caja más alta del hangar.
“Ese tal Cresso parece gustarle el sonido de su voz.” Dijo pensante Juna.
“Es el extrovertido del clan, Juna.” Dijo divertido Erdos. “Gundar es el silencioso y Sanza es la traviesa… Ganó su armadura hace poco.”
“Eso parece…” Dijo la padawan mientras se sentaba junto a su maestra. “No descansaste nada…”
“Un poco más de lo que crees…” Dijo divertida Alara. “Shura me llevó a tomar un extraño té a un museo de arte contemporánea… Visitamos el peñasco y luego te compré una túnica. Está sobre tu cama.”
“Gracias…” Dijo apenada Juna. “Nosotras fuimos a pasear con los aprendices, fuimos a un jardín botánico…”
“¿Cómo te sientes? Hemos estado entrenado mucho estos días.” Dijo pensante Alara.
“Estoy lista para cualquier cosa.” Dijo con energía Juna. “Quiero probar lo que aprendí contigo.”
“Ya tendrás oportunidad, Juna. Esperemos que nuestros amigos puedan ocultarse tan bien como dicen.” Dijo divertida Alara.
“No se preocupen por nosotros, maestra. No todos los mandalorianos son como los que tienes en mente. A nosotros nos gusta usar la cabeza para pensar también.” Dijo jocoso Erdos.
“Kaysh mirsh solus.” Dijo divertida Sanza.
Cuando Erdos iba a responder, Cen estaba anunciando la primera parada. Alara quería volver a casa, ya que extrañaba su cama y necesitaba encargarse de sus flores.