La semana comenzó con la misma rutina de siempre, pero con una diferencia crucial. Al llegar al hospital esa mañana, me encontré con Santiago en el cuarto de cambios. Era el momento. No podía retrasarlo más.
Me acerqué a él,— Hola San.— Lo salude y tomé asiento en uno de los bancos, respirando hondo. — Santiago— , comencé, mi voz suave pero firme, — necesito hablar contigo, hace mucho que lo necesito. Yo te quiero, mucho, pero nosotros... no podemos seguir con nuestros encuentros. Llevo tiempo queriendo decírtelo, pero no encontraba la forma de comunicártelo sin lastimarte. Sabes que te tengo mucho cariño y no quiero perder tu amistad. Eres una parte fundamental de mi vida, al igual que Clara y Alonso.
Él me escuchó en silencio, sus ojos fijos en los míos. Cuando terminé, suspiró. — Lo sé, Ariadna. Sabía que lo que teníamos terminaría. Se que estas con ese chico y también tu actitud ya lo había dicho antes que tú.
— Hugo y yo no tenemos nada más que una amistad, de verdad.
— Esa es una de las cosas que más me gustan de ti, lo transparente que puedes llegar a ser, incluso cuando intentas ocultarlo—. Una media sonrisa se dibujó en sus labios. — Yo tampoco quiero perderte como amiga.
Un peso enorme se liberó de mis hombros. Nos dimos un abrazo, un abrazo de amistad que se sentía genuino y liberador. Mi día continuó sin problemas. A la hora del almuerzo, todo el grupo, Santiago incluido, estábamos comiendo en la cafetería, con nuestras conversaciones normales fluyendo sin la tensión que había nublado los últimos días.
Nos encontrábamos sumidos en nuestra conversación, cuando una chica se acerco. Estaba un poco agitada, como si hubiese corrido hasta allí.
— Doctor Sorni,— se dirigió a Santiago,— se que esta en su hora de almuerzo, y me disculpo muchísimo por la molestia, pero le necesitamos en observación.
— Malena, no tienes que hablarme con tanta formalidad.— Le respondió con calma y luego nos miro.— Chicos, ella es Malena, mi nueva compañera de servicio.— La saludamos dedicándole una sonrisa, Santiago se levanto.— Los veo luego.
Y así, se fueron.— Es muy linda.— Comento Alonso.
Asentí.— Vaya que si.
Hugo
Acababa de salir de una reunión con mis accionistas en Madrid, la cabeza aún zumbando con números y proyecciones, cuando mi teléfono vibró. Era un mensaje de Ariadna. Sentí una punzada de curiosidad y, al leerlo, una sonrisa se dibujó en mi rostro.
— Por fin hablé con Santiago—, decía.
Le respondí al instante: —¡Felicidades! Me alegra que ese inconveniente se haya solucionado.
Sabía lo mucho que le pesaba esa situación, y la noticia me dio una extraña sensación de alivio.
Después de eso, me sumergí de nuevo en el torbellino de mi día. Entré a otra reunión, esta vez con mi personal de finanzas. Teníamos que coordinar el presupuesto que destinaríamos para acondicionar el nuevo hotel en Canarias. Cada número, cada partida, era crucial para asegurar la rentabilidad del proyecto.
Seguido de eso, tuve otra reunión, con el equipo de marketing. Discutimos la fachada del hotel, la decoración interior y cómo proyectaríamos la marca para atraer a nuestro público objetivo. Era un proceso exhaustivo, pero me gustaba ver cómo cada pieza encajaba para formar la visión final. A pesar de la vorágine de las reuniones, la noticia de Ariadna se mantuvo como un agradable telón de fondo en mi mente.
— Hey, tío, ¿Cómo va?. — dijo Gael, entrando a mi oficina.
— Dime que ya no hay mas reuniones.
— Hoy no, pero mañana si.— suspire.— Ser millonario es difícil, lo se.— Se burlo tomando asiento en una de las sillas frente a mi escritorio.— Pero ve el lado positivo, mientras mas rápido termines estos detalles técnicos, mas pronto podrás irte a pasar tiempo de calidad con tu nueva "amiga".— dijo haciendo comillas con sus dedos.
— Solo somos amigos, así que para ya.
— Como digas.
Ariadna
La semana fluyó con una tranquilidad que agradecí. La conversación con Santiago había liberado una tensión que ni siquiera sabía lo profunda que era, y ahora, el fin de semana se alzaba prometedor. Hugo regresaría de Madrid, y habíamos quedado en reunirnos todos juntos.
Ese sábado, el sol canario brillaba en todo su esplendor, invitándonos a la playa. Al llegar, encontramos un buen sitio y nos sentamos en uno de los puestos playeros, entre risas y el sonido rítmico de las olas. Hugo, con su bronceado acentuado por el sol madrileño, me contaba lo bien que había estado su viaje, los avances del hotel, mientras que yo le comentaba lo tranquilo que había estado el hospital esa semana. Era una conversación fácil, una que no forzábamos.
A nuestro alrededor, la dinámica del grupo se desplegaba con naturalidad. Gael y Clara se habían llevado bastante bien, sus personalidades complementándose en una conversación animada. Alonso había traído a su novia, una chica dulce y risueña que encajaba perfectamente en el grupo. Y para mi sorpresa, Santiago estaba acompañado de Malena, que reía con sus bromas. Verlo tan relajado, tan ajeno a la tensión que nos había envuelto, me hizo sentir un alivio genuino.
— Se lo ve bien, eh.— Comento Hugo, sobre mi amigo, mientras lo veía desde una de las tumbonas.
— Si, así es.— Comente.
— ¿Y tu? .— Indago.
— ¿Yo que?. — Le pregunte incrédula.
— No se, hablaron hace un par de días, el esta aquí con otra chica...— Entendí a lo que se refería.
— El puede estar con quien quiera, tiene derecho a ser feliz.— Respondí con simpleza. La verdad es que no me molestaba en lo absoluto la idea de que Santiago pudiera estar con otra chica.
— ¿Y por que estas tan tensa entonces? — me pregunto.
— No estoy tensa.— Me defendí.
— Si lo estas. Normalmente pareces una lora.— Explico.
— Di la verdad, te gusta escucharme hablar.
— No me disgusta.— sonreí por su comentario. El también sonrió, acomodándose en su tumbona.
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Editado: 26.08.2025