Encuentro Inesperado

Capitulo 20

El día de la inauguración había llegado y la emoción flotaba en el aire. Clara y yo estábamos de compras, buscando los últimos retoques para nuestros atuendos de esa noche. Mientras caminábamos de una tienda a otra, mi teléfono sonó. Era Hugo.

―Hola―, le respondí, mi voz cargada de una alegría que no podía ocultar.

―Hola, Ariadna. ¿Cómo va esa búsqueda del vestido?―, preguntó.

―Va todo bien, ya encontre el indicado ―. Luego, cambié de tema. ―Mi madre me ha escrito. Dice que está muy emocionada por venir a Canarias para la inauguración. No sabía que la habías invitado.

Hugo rio, un sonido que me resultaba tan familiar y agradable. ―No podía no invitarla. Tu madre me cae muy bien.

―Bueno, tú también le caes muy bien a ella―, le respondí, sintiendo cómo se me dibujaba una sonrisa en el rostro.

―Así como Sergio te adora a ti―, agregó, y pude oír la sinceridad en su voz.

―Me gusta eso―, le dije.

Hubo una breve pausa en la línea. ―A mí también―, respondió Hugo, y la conversación terminó poco después.

Al colgar, Clara me miró con una sonrisa de oreja a oreja. ―Me parece que los 'solo amigos' no hablan así―, bromeó. Yo no me defendí. Solo sonreí, porque por primera vez, no sentía la necesidad de negar lo que estaba tan claro.

Ya en la noche, la emoción era palpable. Llevaba un vestido de seda azul rey que se ceñía a mi figura, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente segura de mí misma. Bajé del auto junto a mi madre y mi hermano, y al poner un pie en la entrada del nuevo hotel de Hugo, los reporteros enloquecieron. Los flashes de las cámaras me cegaron por un momento, y los murmullos de la multitud se convirtieron en un grito: ―¡La nueva conquista de Hugo Aguilar-Priego Borbón!.

La palabra "conquista" me hizo sentir extraña. No era una conquista; no era un trofeo. Sin embargo, en lugar de detenerme, decidí seguir adelante. Mi hermano me tomó de la mano, dándome seguridad, y entramos al hotel. En el interior, el lujo del lugar era impresionante. Al final del lobby, me esperaban Hugo y sus padres. Los saludé con una sonrisa, y ellos me respondieron de la misma forma, haciéndome sentir bienvenida.

Hugo
Estaba nervioso e inquieto, una mezcla de emociones que me tenía al límite. No solo era la inauguración, la culminación de un proyecto en el que había trabajado sin descanso, sino también la reciente revelación de mis sentimientos por Ariadna. Cuando la vi entrar con su madre y su hermano, vestida con ese vestido de seda azul rey, sentí una ola de calma. Era la misma Ariadna que había visto los últimos meses, pero ese día, era diferente. La saludé lo más normal que pude, intentando ocultar el torbellino de emociones que sentía en mi interior.

Después, pasamos al gran salón, donde el evento estaba a punto de comenzar. Subí al escenario y saludé a todos los presentes, mi voz resonando en el elegante salón. ―Gracias a todos por acompañarnos en este día tan especial. Este hotel es un gran sueño que Gael y yo tuvimos, y con su inauguración, se suma a todos los que una vez construyó mi abuelo―. Hice una pausa, la emoción palpable en mi voz. ―Es la forma más bonita que tengo de honrarlo.― Los meseros repartieron copas de champagne―. Asi que hoy quiero brindar por Martin Borbón.

El público alzo sus copas, conmovido por mis palabras. El resto de la noche transcurrió entre música, risas y la alegría de celebrar un nuevo comienzo.

Después de mi discurso, la ansiedad que sentía no se disipó. Busqué a Gael, mi cómplice en esta aventura, para tratar de calmar mis nervios.

―No tienes que tener miedo―, me dijo, dándome unas palmadas en la espalda. ―Estoy seguro de que Ariadna siente lo mismo.

―No estoy seguro de eso, Gael―, le respondí. ―Sabes cuánto miedo le tiene Ariadna a las relaciones. No puedo faltar a mi promesa de no arruinar nuestra amistad.

―No puedes seguir ocultando lo que sientes, Hugo―, insistió. ―La inauguración ha sido un éxito, pero no te engañes, esto no te ha dado la felicidad que buscas.

Lo miré, mi frustración y miedo saliendo a flote. ―¿Cómo puedo mirarla a los ojos y confesarle la verdad? Decirle que la he amado en secreto desde el primer día que la vi, que en ese instante me enamoré perdidamente de su ceño fruncido, de su mirada furiosa, de cómo caían las gotas por su hermoso cabello cuando subimos a ese taxi... Mi vida cambió por completo sin darme cuenta desde ese día. Me he enamorado de cada detalle de ella, y no puedo decírselo porque no soportaría que se alejara.

Fue en ese momento que me di cuenta de que Gael miraba atentamente la puerta, con una expresión de pánico. Me giré, y allí estaba Ariadna. Sus ojos, llenos de sorpresa y una mezcla de emociones que no pude descifrar, me miraban fijamente. Lo había escuchado todo.

Ariadna

Fui a buscar a Hugo, ansiosa por hablar con él, ya que no habíamos podido cruzar ni una palabra en toda la noche. Pero nunca esperé escuchar lo que escuché. Su confesión, un torrente de emociones que revelaba un amor profundo y secreto, me dejó helada. Mi mente, incapaz de procesar tanta sinceridad, hizo lo que siempre hacía en momentos de pánico: huir.

Me di la vuelta y caminé, sin rumbo, hacia la salida del hotel. No sabía qué hacer, qué decir. Mi amigo, el hombre que había jurado no arruinar nuestra amistad, me amaba. Y aunque existía la posibilidad de que yo también lo amara, no me sentía capaz de aceptarlo en voz alta. Estaba aterrorizada por lo que sentía, por lo que significaba, no era una persona que supiera lidiar con sentimientos, les hbia huido toda mi vida y en el momento que baje la guardia sali duramente lastimada, no podia volver a arriesgarme de esa forma. No podia perder a una de las pocas personas que tenia.

Estaba a punto de llegar a la salida cuando Hugo me alcanzó, su voz agitada. ―Ariadna, por favor, espera―, me suplicó. ―Lo siento. No era la forma en la que quería que te enteraras. Se que todo esto es repentino, se que debi decirtelo, pero no pude.




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