Encuentros bajo la lluvia

Capitulo 23

 

La fuerte lluvia me despertó, eran las cuatro de la mañana y el viento soplaba de manera incontrolable.

 

Se escuchó la notificación de un nuevo mensaje en mi celular de un número desconocido, pero eso no fue lo qué me alertó.

 

"Petter tuvo un problema respiratorio, está muy mal. Lo último que dijo era que quería verte."

 

Automáticamente perdí el control al perder aquel mensaje. No me importó si Petrer y yo estuviéramos molestos o nuestras familias estuvieran en guerra. Me necesitaba y yo a él, tenía que estar bien.

 

Esperé a que terminara de amanecer, los minutos me parecieron eternos hasta que por fin el sol salió. Mis padres se fueron y yo aproveché para salir.

 

—¿A dónde vas?—Dani se dio cuenta de mi huida.

 

—Debo de ir a ver a Petter que se puso mal, necesito llegar al hospital. Enseguida vuelvo, pórtate bien.—Dani asintió y me abrazó.

 

—Celina ten cuidado.—sus palabras me sorprendieron pero salí de la casa restándole importancia.

 

Caminé hasta la orilla de la calle para tomar un taxi e ir a ver a mi vecino.

 

Un auto se detuvo en frente de mí, la calle se puso silenciosa y a mí me comenzó a dar el nervio. No pasaba ni un auto, ni una persona.

 

Me decidí por regresar a casa pero un hombre se bajó del auto, me tomó por la cintura y me entró en este. No pude ver nada porque de inmediato me cubrieron los ojos, iba a gritar pero también cubrieron mi boca.

 

Estaba realmente asustada, se trataba de un secuestro.

 

¿Qué quieren de mí?—me pregunté.

 

El hombre que iba a mí lado metió su mano por debajo de mi vestido, al parecer el que conducía le molestó ya que protestó.

 

—No la toques.—esa voz...¡Era Carlos!

 

El carro se estacionó en algún lugar del que desconocía.

 

—¡Buen trabajo!—dijo la voz de una mujer a la que rápidamente reconozco...Susy.

 

Malditos.

 

Carlos y Susy me habían secuestrado.

 

—Llévala a la habitación y ni se te ocurra ponerle un dedo encima.—le advirtió la voz de Carlos y el chico me llevó al interior del lugar.

 

Seguía con los ojos y la boca tapados. Me amarraron a una silla y me quitó las vendas que me cubrían.

 

Desconocía al chico que estaba en frente de mi como también al lugar. No tenía ni idea de dónde me encontraba.

 

—¿Que pretenden?—le espeté al chico pero este me ignoró mientras me miraba de pies a cabeza.

 

—Ahora entiendo las ganas que te tiene Carlos.—respondió cuando intentó besarme pero en eso llegó Carlos y lo sacó de la habitación.

 

—¿Qué te pasa? ¡¿Qué pretendes al traerme aquí!? ¡Responde!—grité como loca, Carlos se limitó a soltar una risa sarcástica.

 

—Te dije que eras mía.—respondió, Susy entró en la habitación y estalló en risas.

 

—Solo a ti se te ocurre hacerle caso a un mensaje anónimo que te llega.—se burló.—Que ingenua eres Celina.

 

El mensaje fue una trampa...

 

—¿Qué quieren?

 

—Fácil, Petter es mío y tú eres de Carlos.

 

—Si no entiendes por las buenas tendrá que ser por las malas.—concluyó el intentando besarme a la fuerza.

 

—¡No me toques!—grité mientras mi celular vibraba.

 

¡No, no!

 

Carlos sintió la vibración.

 

—Buscaré ese celular.—dijo antes de meter sus asquerosas manos dentro de mi vestido.

 

No podía detenerlo ni apartarlo y eso era lo que más me molestaba. El celular el celular estaba dentro de mi bracier y Carlos lo tomó.

 

—Oh, está llamando tu vecino.—dijo antes de colgar la llamada.

 

—Llévate ese celular.—le ordenó Susy a lo que Carlos obedeció como el perro que era.

 

Calló la noche y yo seguía en aquel lugar.

 

Carlos y Susy estaba enfermos para llegar al punto de secuestrarme. Yo no podía creer lo ingenua que era al creer en un mensaje desconocido, pero no podía evitarlo si se trataba de Petter, cuando era él no me importaba nada más, ni siquiera los riesgos que debía de tomar. Un ruido me sacó de mis pensamientos.

 

El chico que ayudaba a Carlos entró en la habitación, su presencia me alteró.

 

—Por fin solos, Carlos no nos va a interrumpir.—dijo mientras comenzaba a tocarme, grité, grité con todas mis fuerzas haciendo que el me golpeara, de mi labio inferior salió un hilo de sangre. Intentó besarme pero no sé lo permití y volví a gritar tan fuerte que Carlos y Susy llegaron a la habitación.

 

—¡Te dije que no la tocaras Rafael!—reclamó Carlos para después propinarle un puñetazo. Susy intentaba separarlos.

 

Luego de unos minutos salieron de la habitación más calmados. Susy me dio una última mirada como si se estuviera compadeciendo de mí.

 

No podía estar allí, me harían mucho daño. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Vi hacia una pequeña ventana y noté lo estrellado que estaba el cielo.

 

Recordaba que cuando  era niña y me sentía perdida veía hacia las estrellas y a la más brillante le pedía que todo estuviera bien, pues creía que era mi abuelo.

 

Viendo al cielo y sin noción del tiempo me quedé dormida en la oscuridad de esa habitación y sin saber qué pasará conmigo.

 




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